17 de noviembre

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El 17 de noviembre Atenas amanece repleta de policías que infestan calles y esquinas de manera ostentosa. Algunos ríen bajo el humo de un cigarro acompañado de su frappé. Otros tienen cara de estar diciendo “¡eh, escoria, ya estamos aquí para daros de leches!” Entre los grupos de uniformados también se pueden ver muchos maderos de paisano, hablando con los primeros, riendo, compartiendo alguna estupidez por el walki-talkie. El ambiente está calentito por lo que sucedió el fin de semana pasado. Se espera dura represión contra el bloque anarquista. La madera parece estar teniendo un buen día.

Llegan las 15.00 y la marcha por el 17 de noviembre todavía no arranca. La columna se divide como de costumbre por grupos, quedando el bloque anti-autoritario de les anarquistas bien por detrás del comunista de EAK pero por delante de una pancarta de SYRIZA. Esperando, la gente dice que han arrestado a 28 personas antes del inicio de la marcha. Terrorismo de Estado. Al final comienza la marcha bien entradas las 17.00. Hay mucha gente, algunes informan que más de 30.000 personas. Cada cual parece hacer suya la revuelta estudiantil del 17 de noviembre: unes dicen que fue el fin de la dictadura, otres que fue una avance para la socialdemocracia, otres que fue una insurrección anti-autoritaria. Total, que por una u otra cosa todes dicen que son herederes de aquel 17 de noviembre de 1973, da igual que unes quieran social-democracia liberal y otres comunismo libertario.

Ya desde el principio la madera anti-disturbios acompaña la marcha por ambos lados. A fila de a uno, con especial presencia a la altura del bloque anarquista. Las provocaciones se suceden constantemente. Hay muches jóvenes en el bloque anti-autoritario, y antes de entrar a Syntagma algunes empiezan a encapucharse. Los maderos no quitan ojo de encima al son de las órdenes emitidas por sus “walkies.” Les anarquistas no se dejan intimidar, gritan y canturrean frases con genio político; frases directas al grano; frases que no dejan lugar a dudas qué se quiere; frases que señalan a la madera asesina. Alguien dice por ahí: “nos van a dar bien duro para que el 6 de diciembre no tengamos ánimo.” Otra voz responde por otro lado: “cuanto más duro nos den, más ganas tendremos el 6 de diciembre.” Risas sin nerviosismo. A todo esto la madera sigue “acompañando” a les anarquistas con cara de muy pocos amigues. Algunes encapuchades se acercan a un límite lateral del bloque para mirar fijamente a los maderos. Les separan dos metros escasos. Silencio sepulcral, solamente miradas de odio, miradas llenas de rabia, las miradas de una juventud sin futuro.

La marcha se va deteniendo a cada rato para “rendir tributo” a ciertos edificios institucionales. Algunas personas se agolpan tras los maderos para ver el “circo” anarquista. Les anarquistas les increpan: seguramente son residentes de Kolonaki, uno de los barrios de clase alta del centro. La marcha va desfilando por delante de Kolonaki y al pasar el gran hotel Hilton se vuelve a parar. Por medio del bloque anarquista pasan dos ambulancias. La gente abre paso sin dificultad. Alguien grita: “¡Atropellad a los maderos!” Más risas. También más gente encapuchada. Otra parada. Silencio. La marcha está llena de silencios en los que nadie grita nada. Se reanuda el paso y la primera explosión sucede de repente. La madera carga con brutalidad contra el bloque anarquista. Todo sucede muy rápido en Vasilissis Sofias. Tres carriles de carretera es el único espacio que les anarquistas tienen para maniobrar. Por ambos lados una hilera de anti-disturbios cargan con todo, incluido gas lacrimógeno. La gente grita, cae al suelo, “¡no, no, no!” La marcha ha quedado rota a la altura del bloque anarquista, y las personas que huyen de la avenida se refugian en las calles aledañas con rapidez. Tras el hotel Hilton un gran grupo de anarquistas tose, llora, balbucea entre arcadas de vómito… Una ambulancia se acerca rápidamente para atender a una chica, muy joven, que sangra por la cabeza. Está en shock. Alguien dice que está teniendo una crisis nerviosa.

Rápidamente les anarquistas golpeades dan un rodeo por detrás de la avenida para unirse, de nuevo, a la marcha, la cual no ha llegado a su destino frente a la embajada de los EEUU. Una pancarta anti-fascista hace de punto de referencia para les anarquistas, pero lleva un tiempo al bloque unirse de nuevo. Se pueden ver encapuchades pululando en grupillos por todas partes. Corriendo. Mirando. Buscando a les suyes. Miradas de rabia una vez más, pero también miradas cruzadas de confianza y seguridad. Algunes se unen a la marcha a la altura de la pancarta de SYRIZA, ese partido de supuestes “revolucionaries” que seguramente llegarán al gobierno pronto. El pensamiento viene a la cabeza con naturaleza: “¿también reprimirán de esta forma estes cabrones?” Alguien expresa un pensamiento similar en voz alta, y varias personas se ríen. El contraste entre la juventud tras la pancarta de SYRIZA y les jóvenes con los ojos rojos y doloridos que se unen a la avenida es significativo. Lo dice todo sin decir nada.

El bloque anarquista llega a la embajada de los EEUU pero se detiene un poco más arriba. Es tradicional que muchas personas consideren el final del “espectáculo” a estas alturas, pero como también es costumbre el bloque anarquista regresará a pie, unido, a Exarheia. La gente se prepara para más represión. Se inicia la marcha “de regreso.” Algunos contenedores arden en la avenida Alenxandras. Algunes encapuchades portan piedras y palos. La marcha pasará por la comisaria central de Atenas. Se esperan muchos maderos. Con todo el bloque llega a Exarheia sin ningún altercado significativo. No gas, no cargas. La madera se queda a las afueras de Exarheia preparando el ataque al barrio. Esto da tiempo a las personas que no quieren participar en los disturbios a salir de la escena. Muches se dispersan por las calles y terminan por desaparecer en las sombras. Un grupo numeroso, sin embargo, se queda en la famosa plaza de Exarheia. Al llegar el bloque de la marcha a la plaza se ve gente encapuchada preparando barricadas. Según dicen, algunes anarquistas, les “mayores” no van a la “excursión escolar” que es la marcha. Les más militantes esperan en el barrio para preparar su defensa. Una barricada parece no estar funcionando bien: la basura quema demasiado rápido. Un vagabundo, habitual de la plaza, grita: “¡defensa, defensa, defensa!”

Al poco se escuchan más gritos, esta vez de alerta. La policía se acerca. Un grupo de koukoulofores se mueve hasta un extremo de la plaza para encarar a la madera. Algunes corren con botellas en las manos. El fuego está listo para ser desatado. Pero esto no sucede al instante en el que la madera lanza varias granadas y avanza unos metros hacia la plaza. Más explosiones de granadas. Alguien grita que maderos vienen por la retaguardia en moto. La gente corre en todas direcciones menos en dos. Dos motos con cuatro maderos hacen una pasada. La gente tuerce una esquina con rapidez. Más explosiones, y de repente otra vez el ardor infernal del gas sobre la piel. Más motos se unen a la persecución. Un vecino del barrio grita: “¡por ahí no, por ahí no!” El grupo cambia de dirección para escapar, pero al poco de torcer la esquina más motos de la madera bajando por la calle a toda velocidad. Una chica sostiene abierta la puerta de su portal. Unos metros más allá otro chico hace lo mismo. La solidaridad nunca se quedó corta en Exarheia. El grupo se refugia en el primer portal al ver que la madera se acerca a toda velocidad. Hay empujones y prisa. La chica cierra la puerta y, como en una película de zombies, un segundo después un madero golpea la puerta con la mano abierta. Es propiedad privada, tus leyes dicen que aquí no puedes entrar, cabrón.

Al minuto se debate la idea de salir de nuevo. Las explosiones se suceden, así que se decide que la madera estará ocupada en otro lugar del barrio. El grupo sale y corre calle arriba, pasando de largo a la gente que espera con la puerta abierta de su portal, por si alguien tiene que tomar refugio. La noche se salda con 7 detenciones, 5 de ellas a juicio, o eso dicen las noticias a la mañana siguiente. El espectáculo acaba de la forma esperada, después de todo no es más que un ritual anual. Alguien pensó en voz alta en aquel portal: “Nos quedamos a recibir palos y gas, o nos vamos ahora.” Muches se fueron. Otres se quedaron. Se hablaba de defensa y ataque, pero siempre es, en realidad, el juego del gato y el ratón. Es obvio quiénes eran quién, y el final también era obvio. A la mañana siguiente muches se llenarían la boca diciendo que les anarquistas, una vez más, no son más que una panda violenta de personas descerebradas. Algunes intentarán llevarse más votos al bolsillo, sobre todo el voto de la gente joven. Otres criticarán la continuación de la marcha en Exarheia, dirán que es innecesario y estúpido. Tal vez sea lo último, pues el escenario estaba ya predicho desde el principio. Aún así sucedió, y sucedió porque hubo gente que así lo quiso.

Todas las bocanadas de gas, todos los palos, todas las carreras y todas las penas sufridas merecieron la pena por esas miradas tras aquellos rostros cubiertos que incendiaron las calles una vez más. Esas miradas son producto de una única cosa a la que no se la puede poner precio: la determinación honesta y sincera; la determinación de la persona que tras la bocanada de gas no se va a casa vomitando para buscar una nueva razón teórica para terminar con este sistema, sino la determinación del que reafirma la convicción de que hay que hacer algo ya, aquí y ahora, materializando teoría en acción para ganar experiencia que refuerce nuestras ideas. El 17 de noviembre es un circo estúpido, lleno de rituales y proclamas vacías. Pero es un circo muy necesario para que esas miradas encapuchadas se den cita en la exploración mutua de la anarquía en acción. De grandes “estupideces” se alimenta la libertad humana, sobre todo si las estupideces son definidas por les que te oprimen.

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