Activarse III

Por Protorm
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Hemos hablado en anteriores artículos de esta serie Activarse (aquí está el primero y aquí el segundo) del proceso de activación, las causas de la desmovilización política de buena parte de la población y su componente personal. Hemos tratado de dar algunas claves de cómo analizar esa desmovilización y cómo afrontarla a nivel personal. A partir de ahora, hablaremos del proceso de activación en diferentes contextos. Empezamos con este primer artículo sobre la organización territorial en los barrios de la ciudad. ¿Por qué movilizarse en el barrio? ¿Cómo podemos empezar a hacerlo? ¿Qué problemas tienen los colectivos de barrio que les impiden sumar a más personas?

Activarse en el barrio

El barrio en el que vivimos es el espacio donde desarrollamos una parte importante de nuestra vida. Tenemos amigos que viven en nuestro barrio, vecinos con los que compartimos tiempo en la calle, el metro o la parada del bus. Es por eso que resulta un espacio de conflicto y movilización tan importante. Los movimientos sociales han decidido tomar el barrio como espacio de lucha impulsando centros sociales, redes barriales de apoyo mutuo, asociaciones de vecinos o asambleas populares de los barrios.

Activarse en el barrio es tratar de romper el aislamiento (individual y de grupo) desde los espacios que tengamos disponibles, apoyar y potenciar luchas conjuntas (con otras personas y actores políticos) en base a un programa de izquierdas y libertario. Ese programa dependerá (en sus plazos y objetivos parciales) del contexto: De los apoyos con que se cuenta, los actores políticos que operan y la relación de fuerzas entre ellos.

Sobre la organización popular en los barrios ya hemos hablado en esta web. La proliferación de grupos que trabajan a nivel territorial para cubrir las necesidades de los vecinos (asambleas del 15M, grupos de la PAH, reactivación de las asambleas de parados, redes de cooperativas sociales, mareas de los servicios públicos y, en ciertos barrios, oficinas o redes de apoyo mutuo) contrasta con la poca articulación de estos proyectos en un frente común con un proyecto revolucionario.

Un punto esencial para la construcción de la disidencia urbana es recuperar la socialización, es decir, romper con el aislamiento de cada cual en su casa, frente a una pantalla, potenciando el contacto entre las personas que habitan cerca. De ese modo es posible la construcción de comunidad, y esa comunidad es la base para impulsar transformaciones profundas de las relaciones sociales. En esta cuestión deberían jugar un punto esencial los centros sociales, okupados o no, gestionados de modo horizontal, democrático, socialista y, en definitiva, acorde a los principios libertarios. La realidad es que no siempre lo hacen y sirven más como centro de reunión de afines que de espacio de socialización barrial (sobre crítica -y autocrítica- de los centros sociales habría mucho que decir) al que puedan .

A nivel político pueden existir también grupos o espacios de propaganda e intervención específicamente anarquista con los que colaborar y a los que unirse. El papel concreto de estos grupos es intervenir según una práctica libertaria en el tejido del barrio, generar discurso sobre los acontecimientos del barrio, servir de centro de formación… De nuevo, es una práctica común que estos grupos se limiten a relacionarse y apoyarse entre sí mismos y a ser centros autocomplacientes que organizan jornadas culturales con cierta regularidad. Es necesario hacer de ellos espacios de intervención real, útiles al barrio, generadores de proyectos de apoyo mutuo y solidaridad, dinámicos y con distintos niveles de implicación para facilitar la entrada de personas ajenas…

Un ejemplo exitoso de la movilización de un barrio podemos encontrarlo en las movilizaciones del barrio del Gamonal, que lleva años luchando por el mantenimiento de un barrio combativo en Burgos. De esas movilizaciones ya comentamos en anteriores ocasiones, pero me gustaría recordar algo que apuntaba en los comentarios de esa entrada: “Una amplia mayoría social, la que debería constituir nuestra base de apoyo, es capaz de entender hoy que la violencia utilizada por los vecinos estaba justificada. Lo estaba por el uso indiscriminado de la fuerza policial en las manifestaciones, porque el plan urbanístico carecía de cualquier legitimidad y porque se había cerrado cualquier otra vía política para resolver el problema. En definitiva, porque no había más alternativa para evitar una rendición a un plan injusto. Ese contexto es el que ha justificado, a ojos de muchos, la lucha del Gamonal. Y en la capacidad para haber comunicado esta realidad que justificaba el empleo de disturbios está, en mi opinión, la dimensión que ha adquirido esta victoria. Debe valorarse la buena labor comunicativa, la existencia de una base social de apoyo en el barrio (conseguida con un importante trabajo diario que tiene poco de espectacular y algo de asistencial) [y] el evitar enfrentamientos internos debidos a maximalismos.

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