De aquel porno, estos lodos; y viceversa

Por Shevek
8 min. de lectura

Este artículo se aparece también en El Desperttador y se muestra aquí por decisión del propio autor.

En textos anteriores he querido llamar la atención sobre algunas de aquellas dinámicas sociales cotidianas y asumidas como banales que conforman el ideario o el sentido común patriarcal y que da luego lugar a prácticas de opresión por parte de los hombres hacia las mujeres. En esta ocasión quiero continuar con esta línea poniendo el foco sobre un elemento básico de la socialización sexual como es el porno. Este, que provoca habitualmente risas, expresiones de incredulidad o sonrojo, es un recurso utilizado diariamente, sin embargo, por miles de personas, especialmente hombres, como forma de encontrar un espacio de diversión, relajación, o simple pasatiempo sexual, según gustos y necesidades. De esto, cabe preguntarnos algunas cosas como, ¿por qué son mayoritariamente hombres quienes consumen porno? ¿De qué manera el porno construye o ayuda a construir las formas de relaciones sexuales más habituales? ¿Es el porno neutro?

Teniendo unos 15 años, aproximadamente, mi madre me regañó porque al mirar en el historial del ordenador había visto que yo había estado viendo porno. Recuerdo que me dijo que aquello no era para mí. No es por llevar la contraria a mi madre más de lo normal, pero creo que en esto se equivocaba. Aquello estaba ahí precisamente para mí. Era para mí porque yo era un proyecto de hombre comenzando a preguntarme cosas sobre el sexo, sintiendo la creciente hormonización y, más importante, entrando ya en rituales y prácticas de socialización de la masculinidad asumidas generalmente y que se van aplicando sobre cada hombre. Sin duda, una de las partes más importantes de la masculinidad imperante es la relación del hombre con el sexo. Es aquí donde el porno constituye la verdadera escuela de los jóvenes.

Todo estaría bien con esto si el tipo de porno que se produce mayoritariamente no crease una imagen problemática de lo que es la práctica del sexo. En este porno es siempre el hombre el que dirige, el que dispone del control para decidir qué se hace primero y qué se hace después, para introducir su pene allí donde le plazca y en el momento que quiera. Pese a ello, todas las miradas se dirigen hacia la mujer. Es el único objeto de deseo presente. Toda la escena se configura siguiendo parámetros masculinos, alejando de esta manera a las mujeres de algo que podría ser perfectamente objeto de diversión y placer, y dando a entender que somos solo los hombres quienes tenemos realmente derecho a sentirnos satisfechos con nuestras relaciones sexuales. Se desplaza a las mujeres a un espacio de cierta cosificación. Están ahí para que podamos follar como es debido. Evidentemente, nos gusta e incluso el sexo será más placentero si se observa un disfrute mutuo (de hecho ahí tenemos toda una retahíla de falsos gemidos y sonrisas), pero tampoco pasa nada si ella no acaba de sentirse a gusto. “Es natural en las mujeres, se quejan por todo.”

Esto que aquí describo en un tono que pudiera parecer de exageración, quizá no lo sea tanto si hacemos cuentas de nuestras experiencias sexuales pasadas, de nuestra forma de ver porno o si observamos las formas de referirse al sexo de la gran mayoría de hombres. Más que situaciones concretas, pretendo señalar una forma de entender el sexo y, a través de él, nuestra relación con las mujeres.

En tanto que representación cultural, el porno no puede ser neutro, como no lo es la televisión o la literatura. Bebe de la cultura en la que se ubica y a la vez es un mecanismo de reproducción de la misma, ya que repite los mismos patrones patriarcales que he señalado líneas arriba. De la misma manera que he comentado en algún texto anterior, esta reproducción no se realiza por medio de grandes gestos o formas muy visibles, sino que simplemente están ahí y determinan el espectro de lo posible, de lo que hay y no puede haber otra cosa.

¿No puede haber entonces otro porno diferente, emancipador, que no reproduzca cánones patriarcales, que enseñe una forma distinta de vivir la sexualidad? Quiero pensar que sí. Entiendo que, al igual que podemos imaginar formas más justas de organización social, debería sernos posible imaginar y llevar a la práctica formas más justas para con las mujeres de pornografía. De hecho, el potencial que podría tener un porno con contenido feminista de manera generalizada sería increíble. Estoy hablando de disputar un espacio de reproducción social de las formas dominantes para hacer brotar nuevas expectativas. No sabría decir si esto es realmente posible, pero probablemente valiera la pena intentarlo.

El objetivo de este texto no es, desde luego, hacer un análisis de la pornografía en 2 páginas, primero por la poca seriedad que tendría, y segundo, porque hay otras personas en mejor disposición para hacer un trabajo mucho más sólido. Lo que yo pretendo con este artículo es interpelar al resto de los hombres, potenciales consumidores de pornografía, para tratar de reconocer estos mecanismos de reproducción del patriarcado inscritos en buena parte de aquello que consumimos diariamente y evitar que perpetuemos esta dinámica de opresión. No se trata de no ver porno. Para nada. Mi intención está muy lejos de señalar el porno como algo a evitar, bien por indigno o inmoral, bien porque el que existe actualmente no nos vale. La clave está en dotarnos de las herramientas para anular los mecanismos de la dominación y explotar nuestra sexualidad en todo su potencial.

¿Cómo encontrar o construir estas herramientas? Desde luego no manteniendo las mismas actitudes inmovilistas que priman por lo general entre los hombres, sino que es necesario asumir una postura de disposición al aprendizaje de todo aquello que tiene que enseñarnos el feminismo. El terreno que pisamos no está inexplorado. Nuestras compañeras llevan ya cientos de años peleando y creando nuevas formas de entender nuestra cotidianidad y las relaciones de poder, por lo que lo primero debería ser aprender de todo ello y tratar de acompañar a partir de ahí. En este texto no se van a dar las herramientas necesarias para construir o visionar un porno no patriarcal, porque yo mismo no las tengo, pero sí que parece claro que el camino pasa por interesarnos humildemente por el feminismo, siendo conscientes de nuestra posición y nuestro papel. Animar a iniciar ese camino sí es la tarea de este texto.

Un ejemplo de una experiencia en este “otro porno” podría ser http://girlswholikeporno.com/

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