El juicio del espejo del baño

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Sales del baño y, a la que te lavas las manos, ves por el rabillo del ojo a una chica mirándose al espejo. Solo le ves la cara, entre congestionada y con mirada de asco, y las manos que se tocan la tripa. Típico gesto de “por dios, qué gorda estoy”. Te giras para ver mejor a la chica y te das cuenta de que no le sobre ni un gramo (quizá incluso le falta alguno). Es entonces cuando te miras tú en el espejo por primera vez y no puedes evitar pensar “si ella se ve gorda, ¿qué pensará de mí?”. Pensamiento ridículo, teniendo en cuenta que unos segundos antes te daba igual la mirada de la gente, tú te sentías bien y punto.

El juicio del espejo del baño de las chicas. ¿Quién no ha vivido esa situación alguna vez? Parece que es obligatorio mirarte en el espejo y poner cara de asco, porque SIEMPRE TIENES ALGÚN ERROR. O te sobran kilos, o tienes ojeras, o esa camiseta te queda horrible, o tu pelo es un asco, o…o…o… El caso es que nunca te miras y dices “ole qué mona soy” (que no voy). Y si lo haces… tranquila, ya tienes las miradas de las demás. Ten por seguro que te van a encontrar fallos.

Nos han enseñado que tenemos que ser perfectas, como las chicas de revista, y que si no lo somos (según las medidas estipuladas) tenemos que mirarnos mal, entre nosotras y a nosotras mismas. Sin embargo, en ese proceso olvidamos que la mujer perfecta no existe, que las fotos de las revistas están retocadas y que alcanzar el canon de belleza marcado es imposible, porque ese canon no es natural.

Es necesario que aprendamos que no somos perfectas, pero que precisamente por eso lo somos. Somos altas, somos bajas, somos delgadas, somos gordas, tenemos ojeras o no, tenemos el pelo largo, corto, castaño, rojo, multicolor; tenemos los pies grandes o pequeños, un brazo más largo que el otro o los dos muy similares… ¿Y qué? Somos como somos, y por eso tenemos que mirarnos como bellas.

Por eso, la próxima vez que te encuentres con el espejo del baño (o con la otra chica que se esté mirando) recuerda sonreír. Elimina la cara de asco. Mírale, mírate y piensa: todas somos perfectas. Porque de verdad lo somos.

La niña que grita

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