Madurar políticamente

Por Lus
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Ya nos divertimos suficiente, es hora de ponerse las botas y desfilar. Hemos dejado de  ser críos y crías odiosas de la ESO, o saliendo de sus últimas etapas. Comenzamos a dejar atrás el irracionalismo y los impulsos, a controlar los vaivenes emocionales. La etapa adolescente es volátil, vivimos una vida intensa y dinámica, con aventuras y desventuras. pero todo fue efímero. O no. Hay ocasiones en que la fiebre adolescente perdura incluso pasados la mayoría de edad. Y ahí nos dicen que maduremos, que dejemos de llorar e idealizar mundos porque la realidad es así y tal pascual. No fallan, atinan de lleno cuando una y otra vez chocamos con muros de muy diversos materiales: la empresa, la precariedad, la familia, las leyes… Luego la realidad no es lo que imaginábamos ni que sería fácil saltar o derribar muros. No, la realidad es ésta y no la que nos imaginamos. La realidad material son muchas cosas pero solo hay una y es el entorno material que nos rodea, el tablero en donde nos movemos y quien no sabe jugar la partida, caerá al abismo, a la miseria, se baja o les bajan al subsuelo. Pues así pasa con la política. O espabilamos o nos comen.

Hace tiempo hice una serie de viñetas titulado ‘Infantilismo político’ en la cual hice una crítica a ciertas actitudes que impedían la construcción de movimiento, de hacer política racionalmente y de manera sensata. Sin embargo, queda incompleta en cuanto falta una crítica constructiva en general y es de lo que quiero tratar aquí, aprovechando también para añadir otras cuestiones más. Con madurar políticamente no me refiero a renunciar a las ideas revolucionarias, como nos suelen reprochar nuestros padres o madres o cualquier persona adulta para que las dejemos. No. Madurar políticamente es pensar con la cabeza y mente abierta, y no repitiendo consignas y clichés prefabricados; es dejar las abstracciones ideológicas y pisar la realidad material; es saber analizar el entorno y las dinámicas sociales, las situaciones económicas y políticas desde un punto de vista imparcial, y también saber dar unas respuestas a ellas, cómo afrontar situaciones presentes en esta realidad sin perder las aspiraciones futuras. Continuamente debemos estar repensando los conceptos y actualizar los puntos de vista, así como ampliar conocimientos. Por ello, temas como el de la violencia, las relaciones con la sociedad, otros movimientos sociales y otras corrientes políticos, la relación con otras ramas del conocimiento como las ciencias, en las cuales están incluidas las matemáticas, la física, la química, la biología, sociología, etc, deben tratarse con mayor profundidad. Comencemos:

El asunto de la violencia y no-violencia lo he tratado ya aquí y la conclusión no es solamente violencia ‘sí’, sino que las tácticas deben partir de la estrategia teniendo en cuenta factores como el grado de presencia de tendencias políticas y movimientos sociales, su historia, las reivindicaciones, y acorde a tales, optar por la violencia o no. Si no se mira más allá del estallido violento, correremos el riesgo de apoyar protestas liberales y neonazis.

Respecto a la relación con el resto de la sociedad. No somos ni deberíamos ser grupos herméticos, individualidades excéntricas y aisladas del resto de la gente corriente y moliente (léase personas sin una orientación política clara). Guste o no, vivimos en sociedad y nos relacionamos con gente cercana en nuestro entorno que no siempre comparten nuestras inquietudes. Hay que destruir los clichés, estereotipos y mitos que nos hacen como seres extraños que viven en su burbuja y solo viven del pillaje o de los padres. Somos mortales de carne y hueso, estudiamos, trabajamos, tenemos nuestros vicios y aficiones, etc, pero somos personas como las demás y no vivimos de ideales. Eso sí, con la diferencia de que tenemos cierta conciencia política aunque esto no quiere decir que podamos sentirnos superiores moralmente.

Respecto a otros movimientos sociales, pues más de lo mismo. Ni los movimientos sociales nacen anarquistas ni los y las anarquistas somos movimiento per se, ni somos la única fuerza política en el escenario político., y por supuesto, no podríamos hacer la revolución sin bases sociales, sin movimientos sociales y sin ser actores políticos. No hablo de zambullirnos en ellos y mezclarnos en las masas, sino de entender su desarrollo, trayectoria, reivindicaciones, perspectivas, etc para ver cómo podemos impulsarlos y dotarlos de orientación política a través de nuestra participación y aportación en las luchas que se den. Además, es necesario que nos organicemos a nivel político, y a la vez que caminamos junto con otros movimientos, construir nuestro propio movimiento y demostrar la utilidad del anarquismo como herramienta política y social transformadora.

Igualmente añado aquí algo con respecto a otras tendencias políticas dentro de las corrientes revolucionarias. Aquí hay que ver con quiénes podemos compartir acciones comunes o con quiénes mantenernos neutrales. Sería un error centrarnos en combatir un enemigo que no resulte una amenaza real para nuestro movimiento, ya que dicha amenaza viene del Estado y el sistema capitalista. En todo caso, las circunstancias dirán.

Por último, pienso que es importante tomar el tema de las ciencias con mayor rigor y seriedad. Es cierto que hoy en día la ciencia y la tecnología está al servicio del status quo, o, dicho de otra manera, que juega en favor de los intereses de la clase dominante, y podemos encontrar casos como la biología que justifica el darwinismo social o que justifica la dominación heteropatriarcal, la tecnología no respete el medio ambiente, la física se use para fines militares, las matemáticas para el cálculo del beneficio económico, etc. No obstante, es un grave error pensar que por el hecho de que las ciencias sirvan a los intereses de la clase dominante, las tengamos que rechazar y huir hacia las pseudociencias y el misticismo, al rechazo irracional del método científico aplicado al análisis social y político, al idealismo. Todas las ramas del conocimiento científico pueden servir a una clase social u otra dependiendo de cuál sea la dominante o hegemónica. Esto quiere decir que es otro espacio de disputa: la Ciencia.

Por tanto, las ciencias también están politizadas y la postura más acertada es intentar recuperarlas y ponerlas al servicio de la clase trabajadora y los productores y productoras. Así pues, mediante la biología podemos demostrar que es el apoyo mutuo el garante de la supervivencia de las especies, que el sexo no condiciona el género; que podamos desarrollar tecnologías no contaminantes; que podamos usar la física para fines no militares; que las matemáticas sirvan tanto para visibilizar las desigualdades económicas y sociales en el sistema capitalista, como para calcular la redistribución y reparto de la riqueza adecuadamente en una economía socializada, etc…

En resumidas cuentas, la política no es un juego de niños y niñas. Suena demasiado obvio decirlo pero parece que ciertas personas que se autodenominan anarquistas no se den cuenta de ello. La razón por la que los adultos nos tachen de infantiles es porque el anarquismo es visto por otras personas ajenas al movimiento, no como una alternativa política real como lo fue hace un siglo, sino como una estética de rebeldía juvenil. Si los y las anarquistas actuásemos en el seno de la sociedad como una alternativa política seria, construyendo e impulsando movimientos sociales autónomos, organizándonos en todos los ámbitos (social, sindical, barrial, político-ideológico), aportando propuestas políticas tanto inmediatas como futuras, conectando todas las luchas sociales, ganando pequeñas victorias en las luchas actuales, creando espacios autogestionados, etc; en vez de hacer adulaciones al caos y la destrucción o encerrarnos en abstracciones ideológicas y el ‘antitodo’, lo más probable es que bastantes personas dejen de tacharnos de soñadores inmaduros, con la excepción de nuestros enemigos y enemigas que estarán para infantilizarnos. Pero lo anterior es secundario, la clave está en convertirnos en un movimiento de clase diverso, autónomo y real, capaz de realizar cambios en la realidad material y acentuar la lucha de clases mediante una política anarquista. Aspiramos a la revolución social, pero no en los patios de recreo y en la perfección del mundo de las ideas, sino en el seno de la clase trabajadora siendo un actor político referente para todas las luchas.

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