¿Se puede estar en contra de toda autoridad?

Por Lus
5 min. de lectura

“Contra toda autoridad… menos la de mi mamá”

A menudo se toca en los ambientes libertarios el concepto de autoridad entendido como imposición, que viene relacionado con el poder y el dominio. Temas en los que se han hecho correr ríos, e incluso mares, de tinta. Sobre la cuestión de la autoridad, Bakunin ya había expresado que se entienden dos tipos de autoridad:

¿Se desprende de esto que rechazo toda autoridad? Lejos de mí ese pensamiento. Cuando se trata de zapatos, prefiero la autoridad del zapatero; si  se trata de una casa, de un canal o de un ferrocarril, consulto la del arquitecto o del ingeniero. Para esta o la otra, ciencia especial me dirijo a tal o cual sabio. Pero no dejo que se impongan a mí ni el zapatero, ni el arquitecto ni el sabio. Les escucho libremente y con todo el respeto que merecen su inteligencia, su carácter, su saber, pero me reservo mi derecho incontestable de crítica y de control. No me contento con consultar una sola autoridad especialista, consulto varias; comparo sus opiniones, y elijo la que me parece más justa. Pero no reconozco autoridad infalible, ni aun en cuestiones especiales; por consiguiente, no obstante el respeto que pueda tener hacia la honestidad y la sinceridad de tal o cual individuo, no tengo fe absoluta en nadie. Una fe semejante sería fatal a mi razón, la libertad y al éxito mismo de mis empresas; me transformaría inmediatamente en un esclavo estúpido y en un instrumento de la voluntad y de los intereses ajenos.

En otras palabras, no es lo mismo una autoridad emanada de la experiencia que una autoridad que se erige como infalible e incuestionable. En el primer caso, esa autoridad es inevitable y se acepta voluntariamente a la vez que es susceptible de recibir críticas. Además, este tipo de autoridad no se erige como omnipresente ni omnipotente, lo cual solo posee razón de ser dentro de su propio campo. Pongamos como supuesto un accidente donde haya personas heridas y atrapadas, y acude al lugar de los hechos un equipo de rescate, como pueden ser los bomberos y protección civil. El plan de rescate necesita coordinación, no se puede hacer de cualquier manera y además requerirán personas con conocimientos médicos y de primeros auxilios. Estas laborales claramente muestran que no las pueden realizar cualquier persona, sino solo quienes tengan conocimientos y experiencias en estos campos y, por tanto, cualquiera que se preste a colaborar, tendrán que reconocer la autoridad de los equipos de rescate. Este supuesto ilustra además que este tipo de autoridad se muestra temporal, pues una vez terminen las labores de rescate, la autoridad se disuelve. Lo mismo ocurre cuando nos subimos a bordo de un barco de pasajeros, en donde la tripulación tiene autoridad sobre los y las pasajeras a la vez que el capitán o la capitana tiene autoridad sobre el resto de la tripulación. No obstante, una vez salimos del barco, la tripulación deja de tener autoridad sobre la gente, así como una vez el barco esté en el puerto y acabe la jornada, el o la capitana dejará de tener autoridad sobre la tripulación.

Ejemplos de autoridad emanada de la experiencia hay muchos más y están presentes en la vida cotidiana. Lo mismo que Bakunin escucharía al zapatero, al arquitecto y al médico, ocurriría igual en una futura e hipotética sociedad libertaria cuando tengamos que enganchar la luz, reparar cañerías, cultivar, construir casas, organizar la economía (producción, distribución, consumo…), etc… , tendríamos que acudir a electricistas, fontaneras, agricultoras, arquitectas, economistas, etc, respectivamente, porque “cualquier persona” no puede tener todos los conocimientos en todos los campos, disciplinas, saberes y oficios.

Sin embargo, al igual que un electricista no podría tener autoridad en la alfarería (por ejemplo) porque no posee los conocimientos necesarios para tener autoridad en ese campo, y que por ello si se impusiera erigiéndose como una autoridad infalible sobre el oficio de la alfarería terminaría por arruinarlo; no podemos reconocer como legítimo a quien impone su voluntad al resto de las personas para subordinarlas.

El anarquismo realmente no está en contra de toda autoridad, pues es absurdo estar en contra de la autoridad de la experiencia.

Comparte este artículo