La voz de un militante del Especifismo

Una respuesta a “Poder de clase o poder popular” por Carl Eugene Stroud

31 min. de lectura

Este artículo nace como respuesta al artículo Poder popular o poder de clase, escrito por Daniel Rashid y publicado en Red&BlackNotes en el contexto de un debate público que se está dando en EEUU entre Black Rose Anarchist Federation y el Libertarian Socialist Caucus (LSC) of the Democratic Socialists of America (DSA). Si quieres leer el original en inglés, puedes descargar este PDF.

Las ideas se mueven, especialmente las influyentes. La traducción forma parte de este movimiento, al igual que la educación. Claro que algunas ideas se pierden en la traducción. Pero también se gana con este movimiento. La militancia consiste en insertar, defender y refinar ciertas ideas para asegurar su coherencia a lo largo del tiempo. Como militante del especifismo, a menudo me encargan trasladar un conjunto específico de ideas a espacios anarquistas, socialistas y activistas. Esto ha implicado traducir al inglés, francés, español, portugués y catalán. Pero no es simplemente trabajo de traducción; es militancia.

La militancia consiste en asumir la responsabilidad de llevar un proyecto a nuevos terrenos, pero en el reciente artículo “¿Poder popular o poder de clase?”1, el autor, Daniel Rashid, nunca menciona la militancia, revelando un gran problema en la concepción angloparlante de la política revolucionaria. Sin una comprensión de la militancia como fuerza fundamental que impulsa las ideas revolucionarias en todo el mundo, la política parece limitarse a seleccionar los mejores ingredientes para la mezcla perfecta. Esto reduce la educación política a una conglomeración ecléctica, y a menudo personal, de referencias que se rechazan o se añaden a la sopa. Pero ¿quién articula una línea consistente, la línea que atraviesa grupos de estudio, debates y escritos y que, aún así, sale adelante? Sin militantes que mantengan estas líneas a lo largo del tiempo, no habría un corpus revolucionario del que elegir.

Cuando se trata de insertar las ideas del especifismo en la anglosfera, se trata de algo más que simplemente incorporar palabras de otro tiempo o lugar al discurso del siglo XXI. Por ejemplo, en el «Anarchist Digest»2, el Centro de Estudios del Especifismo (CES) recopiló notas de seminarios con cientos de participantes a lo largo de varios años en un evento anual llamado Militant Kindergarten. Estos documentos hablan con una voz colectiva compuesta por tres elementos: los participantes de Militant Kindergarten, los militantes de CES y la corriente internacional del especifismo. Esto significa que estos textos, como todo lo producido por la organización de la que formo parte, son producto de nuestro esfuerzo por trasladar ideas desde un nivel internacional, a un grupo real de personas en diálogo, y de vuelta a un nivel internacional en expansión. Estas ideas provienen de diversas fuentes, tanto actuales como históricas, y los participantes también provienen de diferentes lugares, geográfica e ideológicamente.

Digo todo esto para señalar la producción orgánica de teoría involucrada en la corriente internacional del especifismo, pero también para dejar claro que, al igual que Rashid, escribo esto con mi propia voz. Como herramienta, mi voz es diferente de la voz de mi organización, pero ambas tienen en común la innegable influencia del especifismo. Para mí, no se trata de identificación; se trata de formación militante y educación política. Trasladar las ideas del especifismo de un idioma a otro, de un continente a otro, me ha moldeado de tal manera que no estoy eligiendo el especifismo y dejando atrás el plataformismo, el comunismo anarquista o incluso el marxismo. Más bien, es del propio especifismo del que recibo una formación política que me permite comprender y aprender de otras corrientes, ya sean anarquistas, marxistas o de cualquier otra índole.

Las críticas al especifismo a veces asumen una especie de exotismo relacionado con Latinoamérica, pero las fronteras entre las diferentes “Américas” no están tan claramente delineadas en la práctica como en los mapas. En Estados Unidos, la vida social se desarrolla en español o inglés, dependiendo de la ubicación, el trabajo, la escuela, la familia, etc., algo que se evidencia en el nombre bilingüe de Black Rose/Rosa Negra (BRRN). En este contexto, el especifismo se ha convertido en un conducto natural para la llegada de cierto estilo de militancia revolucionaria a Norteamérica, ya que Latinoamérica y el español no son exactamente del extranjero. Para personas como yo, es a través de los estudios sobre el especifismo que llegamos al comunismo como militantes comprometidos, no al revés.

Pasamos ahora al contenido del artículo de Rashid. Pienso que decir que “las organizaciones de masas no deben tener una base de clase específica” para señalar un problema fundamental, crea la posibilidad que las críticas se conviertan en excusas para no involucrarse con los movimientos obreros en formación. La estrategia del especifismo es defender explícitamente un sesgo de clase en las organizaciones de masas, pero hacerlo como participantes de base, no desde posiciones de liderazgo. Algunas organizaciones se han referido a esto como militancia dual3. Una inserción social como esta es obviamente necesaria, ya que, hoy en día, ni siquiera todos los sindicatos tienen un sesgo obrero, y mucho menos un carácter combativo o un programa revolucionario. No es el “tipo” de organización lo que determina su posición en la lucha de clases o el contenido de su política. Lo mismo ocurre con la frase “actor en lucha”, que se refiere a las personas involucradas en un conflicto en desarrollo. Estos actores tienen el potencial de organizarse y estructurarse en diversas configuraciones. Así pues, al igual que los movimientos sociales y las organizaciones de masas, por sí solos, no hay nada en los “actores” que los convierta en revolucionarios o de clase trabajadora.

En general, discrepo con el uso del término “reduccionismo de clase”. Aunque sin duda lo he usado antes, he llegado a considerarlo un insulto lanzado a personas de diversas fuentes sin mucha significación. No obstante, coincido con BRRN en que la clase no es el único “lugar de dominación”. Específicamente, es el lugar de la explotación, lo que se conoce como la esfera económica o lo que algunos marxistas llaman la base o la infraestructura. Al rechazar la separación teórica de las esferas económica, política e ideológica de la sociedad, Rashid reduce el estado a un simple brazo del capitalismo y limita el poder de clase al ámbito económico. BRRN tiene razón al señalar el doble juego del estado, aunque no siempre sea un reflejo de la lucha de clases.

La dominación claramente se extiende más allá de la clase. Rashid parece estar de acuerdo en este punto, pero malinterpreta la práctica política de BRRN, ya que se centra en diferentes formas de dominación. El argumento contra la dominación y la opresión es que estos factores no pueden ser ignorados por un proyecto revolucionario, al igual que los factores de explotación. Todos deben ser considerados porque son condiciones coyunturales de la práctica política. Por lo tanto, si todos estamos de acuerdo en participar en luchas más allá del ámbito laboral, la diferencia radica realmente en “cómo debemos hacerlo”. Considerando esto, no solo es dogmático hablar de un “secreto para abolir la supremacía blanca”, sino también anti-estratégico afirmar que este tesoro oculto solo puede descubrirse buscando en el “origen o base de la clase”. No creo que este sea el camino que debamos seguir.

Estoy completamente de acuerdo en que el anarquismo no debería ser una simple ideología moral. De hecho, gran parte de mi interacción con anarquistas se basa precisamente en este argumento contra la moralización de la práctica política. Pero es un argumento estratégico, no ideológico. No creo que los anarquistas deban cuestionar sus valores morales y prácticas éticas más fundamentales. Esto me lleva a otro aspecto importante del especifismo: La diferenciación entre ideología, teoría y práctica política. Esto significa que el especifismo une la doctrina del anarquismo (ideología) con una comprensión científica del mundo en constante expansión (teoría) y actividades colectivas basadas en la estrategia (práctica política). Las prácticas de una organización no son lo mismo que sus objetivos ideales ni las herramientas y técnicas que utilizan sus miembros. Por lo tanto, en el especifismo, la organización política combina estos elementos para producir una estrategia, es decir, un análisis, una proyección y un plan.

El programa de la BRRN «Turning the Tide» exagera el “equilibrio” en su definición de poder4. Por ejemplo, con el concepto de “lugares de poder en disputa” se presenta el poder como un juego de suma cero, en lugar de un proyecto para aumentar la capacidad de los movimientos sociales fuera del estado. Esto termina por confundir el Poder Popular con el de poder dual, basándose en gran medida en el aspecto “asimétrico” de las relaciones de poder entre todos los grupos posibles. No creo que sea erróneo decir que esto afecta su comprensión de la estrategia y de la clase. Pero mucho de esto ya ha sido escrito por los propios militantes de BRRN5, lo que implica que estas posiciones se defienden desde dentro de la organización, aunque actualmente no representen la línea teórica unificada de toda la organización. Lo mismo ocurre con el CES, donde seguimos debatiendo sobre muchas de las mismas críticas planteadas en el artículo de Rashid. La unidad teórica externamente reconocible de una organización no representa el alcance completo de la formación militante y el desarrollo teórico que ocurre entre bastidores, en seminarios militantes, debates y encuentros individuales. En el especifismo, la organización política es una instancia en la lucha por aprender nuevas ideas y formarse una opinión sobre ellas. Es el escenario de la lucha de clases, un apoyo de retaguardia para las confrontaciones en primera línea.

La unidad teórica, al igual que el análisis político, debe producirse siempre en contexto, desde una perspectiva específica. Este es un imperativo tanto metodológico como ético que se evita con afirmaciones demasiado generales sobre la “sociedad actual”, como si la especificidad contextual y la política no tuvieran nada que ver con la lucha de clases. Cuando BRRN se refiere a las organizaciones de masas como “grandes y amplias”, “opositoras” e “identificables con uno u otro grupo dominado”, presenta una definición práctica, articulada colectivamente con la voz de su organización.

Es posible que las líneas ideológicas y teóricas de una organización no reflejen necesariamente las opiniones personales de nadie en particular, ya que se conciben y se realizan como grupo. Esto garantiza un alto grado de unidad, que en el especifismo es la base no solo de un programa político, sino también de la propia plataforma organizativa. Sin embargo, con el tiempo, esa unidad también debe refinarse y fortalecerse. Por lo tanto, si bien puede haber críticas ideológicas, teóricas y estratégicas sobre su comprensión de las organizaciones de masas, el programa político de BRRN no debe interpretarse como la última palabra sobre el especifismo. Estoy seguro de que estarían de acuerdo. Lo mismo debería decirse de otros programas que se pueden leer de otras organizaciones. El especifismo es una corriente internacional, no una organización política ni una instancia de práctica política. Al articular una comprensión organizativa de su propia práctica política, BRRN se suma a la corriente internacional. Para mí, es por su militancia ejemplar que quieran compartir documentos como este públicamente y no solo internamente. Se relaciona con lo que se denomina un “modelo de desempeño”, un término de la FARJ y de Militant Kindergarten que se refiere a la demonstración activa del compromiso y de la responsabilidad, es decir convencer con la acción.

El artículo afirma que:

lo más importante no es que las cosas interactúen en general —eso carece de sentido—, sino que interactúen como características de una rebelión de la clase trabajadora, y que sus luchas solo tienen sentido desde esta perspectiva.

Para Rashid, esta perspectiva es un análisis de clase con fundamento estructural. Coincido completamente y me atrevería a afirmar que la primacía estructural de la clase no es algo que deba cuestionarse en ningún proyecto socialista. Sin embargo, también entiendo que «desde esta perspectiva» se refiere a los aspectos coyunturales de una rebelión de la clase trabajadora. Así pues, siguiendo a McCarthy y Desan6, diría que el especifismo es una forma de análisis de clase que mantiene la primacía estructural de la clase sin asumir su primacía política. Esto se relaciona con el análisis coyuntural y el énfasis del especifismo en la política prefigurativa por encima de las formas prefigurativas y los actores predeterminados.

El contexto de una rebelión va más allá del contexto de la lucha de clases en general, ya que, de nuevo, eso carecería de sentido. Consideramos a los antagonistas de una acción laboral. No son “capitalistas” en un sentido abstracto; son personas reales que toman decisiones en el mundo concreto. Pasar por alto la necesidad de los factores coyunturales significa concebir la estrategia como algo con sentido universal, en lugar de algo que encaja en un paradigma o estratagema determinado. Esto confunde la estrategia con la ideología, que no se caracteriza ni se moldea por las condiciones inmediatas. Pretende que la estrategia se centre únicamente en nuestro propio plan, no en los planes de nuestros enemigos.

Los actores del nivel social suelen estar impulsados por la necesidad, pero al estar limitados por la voluntad y la capacidad organizativa, los objetivos deberían ser ganancias a corto plazo obtenidas mediante demostraciones combativas de fuerza. Pero los actores del nivel político son militantes. Sus formas organizativas se basan en la unidad y, como ya he dicho, el contenido de esa unidad depende de la organización específica. Para construir Poder Popular, militantes de diferentes tendencias deben combinar y coordinar sus esfuerzos con protagonistas sociales que tienen prioridades más inmediatas, así como con activistas que podrían no estar comprometidos en absoluto con la lucha a largo plazo.

El especifismo enfatiza tanto el aspecto político como lo coyuntural de la lucha de clases porque el movimiento obrero, al igual que el movimiento de inquilinos o el movimiento estudiantil, no es un rasgo omnipresente y uniformemente constituido en la vida. Además, las personas de clase trabajadora no son estereotipos carentes de contexto o antecedentes. Traen consigo su propio bagaje… Por eso no tiene sentido decir que un sindicato de inquilinos definitivamente no está organizado con los inquilinos como actores, cuando a veces, en algunos lugares, es precisamente en el movimiento de inquilinos donde la gente puede ver un lugar para todas sus necesidades.

Tomemos como ejemplo el Sindicato de Inquilinos de Los Ángeles (LATU) en California. Combina el federalismo y la autogestión en una organización genuinamente combativa. Y estas son, sin duda, personas “movilizadas como inquilinos”. De hecho, es al organizarse como inquilinos para abordar específicamente los problemas que enfrentan los inquilinos que pueden movilizarse eficazmente en torno a temas como el aumento de los alquileres, la política migratoria, el cambio climático, la solidaridad internacional y la respuesta a desastres, por nombrar solo algunos.

Esto significa que trabajadores de múltiples sectores, con múltiples identidades y que hablan varios idiomas, pueden verse involucrados en la lucha contra los propietarios. Por eso sugiero que, en lugar de decir “de forma aislada” para describir estos diversos factores culturales y situacionales, es mejor referirse a “múltiples puntos de vista”. En una organización de masas, esto es una característica, no un defecto. El LATU es una organización donde los trabajadores se unen a otras clases dominadas que participan en un frente de inquilinos. El mismo enfoque podría aplicarse a la huelga de alquileres de Barcelona y a la organización estudiantil mencionada en el artículo de Rashid. Los estudiantes e inquilinos de clase trabajadora necesitan poder ver sus acciones como parte de un movimiento social más amplio. Es desde ese contexto donde la política puede desarrollarse en torno a cuestiones como el carácter clasista explotador de la vida estudiantil y la lucha por la vivienda.

Una organización de masas como LATU es capaz de aunar la fuerza social de diversos tipos de trabajadores, incluyendo inmigrantes indocumentados y, no solo a los trabajadores remunerados, sino también a los no remunerados, los cuidadores. Alcanza a sectores de la clase trabajadora que no tienen contacto directo con jefes, compañeros o lugares de trabajo tradicionales. Hay miembros sin hogar y desempleados, e incluso el potencial de incorporar a personas encarceladas a la organización. Es mucho más que un simple “sindicato de inquilinos en un bloque de pisos”. En la lucha por la vivienda, la clase trabajadora de Los Ángeles ha articulado su propia tradición colectiva de lucha. Esta historia no debe ser criticada ni menospreciada. Una constancia como esta merece respeto y apoyo. LATU es un activo de la clase trabajadora, al margen de las instituciones burguesas. Me atrevería a decir que, si sus políticas revolucionarias no tienen cabida en una organización como LATU, es porque no son políticas de masas.

Sin embargo, aún existe un debate sobre si el LATU es realmente representativo de un movimiento de inquilinos más amplio o simplemente un ejemplo de una organización eficaz de la clase trabajadora en una ciudad estadounidense contemporánea. En el estado de Washington, por ejemplo, los inquilinos tienen derechos legales que van más allá del nivel municipal y son únicos en Estados Unidos. Sin embargo, al no ser el resultado de la organización masiva ni de la lucha por reformas, no existe un movimiento de inquilinos interesado en seguir ganando fuerza e incorporar a más personas. Además, dado que los inquilinos tienen ciertos derechos garantizados, independientemente de lo individualistas que sean sus políticas, ni siquiera existe un papel evidente para los sindicatos de inquilinos. Esto significa que no hay organizaciones preparadas para defender estos derechos si (o cuando) se vean cuestionados. Todo esto nos lleva a la necesidad de que la política revolucionaria sea contextual y situacional, ya que no existen verdades estructurales que resuelvan los problemas coyunturales de una vez por todas.

El Poder Popular es un objetivo de la estrategia general del especifismo, no una forma de entender la política en general. Como parte de un proceso de formación de la Organización Popular de la sociedad, creo que es similar a lo que Rashid entiende por “la clase trabajadora organizada”. Si “poder de la clase trabajadora” fuera el nombre de un tipo de política, en el discurso especifista, creo que simplemente diríamos política obrera. Sin embargo, en el especifismo, la estrategia específica se basa en el análisis coyuntural, ya que la sociedad de clases ha obligado a la lucha de clases a adoptar múltiples formas en función de diversos factores, desde la raza y la situación laboral legal hasta el coste de la vida y los efectos del cambio climático. La estrategia específica de las organizaciones especifistas no consiste en dividirse en frentes ni en desarrollar diferentes frentes de forma independiente. Se trata de superar el hecho de que la clase trabajadora actual está fracturada y dispersa por toda la sociedad, lo que dificulta reconocer la lucha de clases en todas partes y obliga a la gente a lidiar con prioridades a veces contradictorias.

Si el análisis coyuntural de una organización la ha llevado a la conclusión de que la lucha de clases no se divide en frentes, tipos, modos o como quieran llamarlo, entonces no tendría sentido insertar su militancia en múltiples luchas. Pero si esta es una realidad coyuntural reconocida por el análisis colectivo, sería dogmático seguir únicamente basado en un análisis estructural de clase. Sería lo mismo que tener solo una estrategia general y ninguna limitada. Para mí, esto es exactamente lo que convierte la práctica política en un proyecto para evangelizar a la gente, tratando de convencerla de ignorar la realidad que tiene delante, en favor de grandes ideas que supuestamente son más importantes. ¿Más importantes que conservar el trabajo? ¿Más importantes que conservar la vivienda? ¿Más importantes que no ser deportado?

Como ya he dicho, existen múltiples puntos de vista desde los cuales la clase trabajadora puede ver lo que sucede a su alrededor, y las cosas se ven bastante diferentes desde estas perspectivas. Esto no es epistemología de punto de vista ni ninguna otra teoría posclasista derivada académicamente; es política. Para ser relevante e influyente, la política debe formarse, propagarse y defenderse. Esto sucede con la política burguesa, la política fascista y la política obrera. Simplemente “saber que hay algo detrás” es una forma de ignorar el trabajo político necesario para desarrollar un programa que realmente pueda apoyar un movimiento revolucionario y no solo uno teórico.

Es cierto que el Frente de Clases Oprimidas no es un concepto que se haya discutido mucho en el CES. Si bien estoy de acuerdo en que teóricamente “representa la unión de diversas causas sociales”, no creo que sea correcto decir que esto encaja dentro de “un solo movimiento amplio” y ambiguo. La unificación de luchas dispares en un movimiento singular será el resultado del federalismo, no de diluir la política obrera. El camino hacia el Poder Popular no debe ser demasiado amplio o no pondrá fin a la dominación de clase. Solo una comprensión obrera de este poder puede ser la base de una sociedad comunista. Por lo tanto, si algunos anarcocomunistas prefieren militar en torno a un término diferente, es una decisión que deben tomar colectivamente sus organizaciones. Sólo les advertiré que no olviden que cualquier adjetivo que preceda al poder, para ser revolucionario, tendrá que ser popular, no solo en un sentido técnico, sino también en un sentido vulgar.

¿Qué significaría siquiera considerar a las clases dominadas sin la clase obrera?
Obviamente, eso no dejaría suficiente fuerza de trabajo para ninguna política socialista y mucho menos para un proyecto revolucionario de Poder Popular. Por lo tanto, ya debe quedar claro para los camaradas que cuando las organizaciones especifistas se refieren a las clases dominadas, nunca excluyen a la clase obrera. En la medida en que este término significa más que solo la fuerza laboral asalariada, sin discapacidad y legalmente elegible, es erróneo asumir que esto es una consecuencia de la definición de clase del especifismo o de las líneas éticas del anarquismo. Incluir a los oprimidos y dominados también es una prioridad para una clase trabajadora que se defiende a sí misma y lucha en serio por la victoria. Los trabajadores también tienen valores éticos y definiciones dinámicas de clase. ¿Fueron los actores de la España revolucionaria “trabajadores liderados por la CNT” o trabajadores que se rebelaron en sus propios términos? ¿Cómo se podría afirmar con certeza que una determinada reforma favorecía a los trabajadores y no a los inquilinos o a “la clase baja”? Condiciones sociales como el alquiler no se reducen simplemente a los salarios. Creo que estaremos de acuerdo en que no bastaría con alquileres bajados a niveles que los trabajadores pudieran pagar. Seguramente no porque todo el sistema debe ser abolido, menos aún porque la vivienda es un derecho humano.

Finalmente, es verdad que BRRN no aborda la violencia per se, y definitivamente no a nivel táctico. Pero sería erróneo asumir que el especifismo está desconectado de la estrategia militar, especialmente al compararlo con otras corrientes anarquistas. De hecho, la lucha armada es un factor que se solapa en el desarrollo histórico tanto del plataformismo como del especifismo. Si bien pueden diferir en los detalles, coinciden en la necesidad de una ruptura violenta con las fuerzas del capital, propiciada por la lucha armada.

Pero la violencia no se “organiza” simplemente como siempre se propone “organizar a la clase obrera”. No hay razón para asumir que un movimiento sindicalista armado o un ejército de trabajadores esté estratégicamente preparado o personalmente comprometido para una lucha prolongada contra las fuerzas nacionales de un ejército moderno. Lo que podría considerarse “violencia popularmente aceptable” es el resultado de la práctica política. Es el resultado de la expresión política revolucionaria de un movimiento popular, en todos los sectores de la sociedad, todos los días. Es el resultado de la militancia política.

La política es un elemento fundamental del poder, ya sea dominante y explotador o autogestionado y federalista. El poder dual, el poder de clase, el Poder Popular, con o sin mayúsculas, con o sin guion, se construye mediante la práctica política de participantes comprometidos, es decir, militantes. Partiendo de la idea de Carl von Clausewitz de que la guerra es política por otros medios, Abraham Guillén deja claro que la guerra revolucionaria requiere apoyo popular7. Esta es la preocupación de los militantes del especifismo y sus organizaciones políticas y educativas.

Carl Eugene Stroud

REFERENCIAS

  1. Ver el texto aquí ↩︎
  2. Ver en el enlace ↩︎
  3. “Apostamos por una estrategia de militancia dual , lo que implica la participación política y activa en dos niveles, desde una plataforma específicamente anarquista nos organizarnos para intervenir en los movimientos de masas.” (Ver: “Texto Fundacional” de Liza, autodenominada “una organización revolucionaria de socialistas anarquistas”) ↩︎
  4. “Muches anarquistas, pasados y presentes, ven el poder como sinónimo de Estado, como equivalente a explotación y dominación, como algo que debe ser destruido. En cambio, nosotros entendemos el poder como una relación, conformada por la lucha constante entre las fuerzas sociales de la sociedad, en particular entre las clases dominantes y dominadas. El equilibrio de poder entre estas clases en conflicto varía según la época y el lugar, según el bando que tenga la capacidad de lograr sus objetivos a pesar de la resistencia de las fuerzas opositoras.” (Ver: pág. 5 de “Turning the Tide” de BRRN) ↩︎
  5. “Inclinando la balanza: Poder popular en una era de protesta y pandemia”, de Enrique Guerrero-López y Cameron Pádraig; y “Aclarando el especifismo: Una respuesta a la ‘Carta a la izquierda libertaria’ de DSA-LSC”, de BRRN ↩︎
  6. “El problema del abstraccionismo de clase”, de Michael A. McCarthy y Mathieu Hikaru Desan ↩︎
  7. “[…] porque una población favorable esconde, protege y encubre a los combatientes del ejército libertador” (Ver: págs. 205-206 de “Teoría de la violencia” de Abraham Guillén) ↩︎

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