A vueltas con la violencia machista

Por Shevek
9 min. de lectura

Este texto se publica también en El Desperttador y se muestra aquí por decisión del propio autor.

Esta semana, después de que un hombre muriese a manos de su esposa, las redes se inundaban de carteles, imágenes y publicaciones negando la existencia de la violencia de género o que esta sea solo del hombre hacia la mujer con frases extraídas de páginas web dedicadas a alimentar este tipo de mitos. Pese a que estamos hablando de algo ya aceptado más allá de los círculos del feminismo, parece que sigue siendo necesario aclarar que no, cuando una mujer mata a un hombre, por la razón que sea, no es violencia de género, ni violencia hembrista ni se trata de un fenómeno del mismo calado que los asesinatos por violencia machista.

¿Por qué sencillamente esto es así? A menudo hemos visto u oído opiniones respecto a este tema en el que alguien, generalmente un hombre, sostiene que, en su opinión, o según cree, el uso de la violencia es siempre reprochable, todos los asesinatos son iguales y debe darse una misma respuesta. En definitiva, que no existe la violencia machista o de género como tal, sino que existen episodios de violencia entre personas aparentemente en igualdad de condiciones, pudiendo acoger bajo el mismo paraguas una riña entre grupos de chavales en la calle y una paliza de un hombre hacia una mujer.

Otro de estos típicos argumentos falaces es aquel que afirma conocer casos individuales, generalmente de algún amigo o conocido, en el que su novia o esposa le maltrata psicológicamente, le pega, le prohíbe ver a los niños, etc, y de alguna manera esto imposibilitaría hablar de violencia machista. A menudo estos comentarios se acompañan también de aquel que alega que existe una peligrosa cantidad de denuncias falsas en temas de violencia de género, ya que la ley resulta excesivamente ventajosa para las mujeres, y estas, retorcidas por naturaleza, utilizan esta ventaja para denunciar gratuitamente a diestro y siniestro con el fin de quedarse el coche, la casa, el perro y los niños. Este último ejemplo, lamentablemente no poco común, ya fue rebatido nada menos que por la Fiscalía General del Estado, que aseguró que el porcentaje de denuncias falsas en violencia machista solo representaba un 0,005% del total.

En primer lugar, debemos tener en cuenta que aquí las opiniones, creencias y pareceres tienen una importancia muy limitada. Que opines que la violencia machista no es tal porque existen episodios de violencia de una mujer hacia un hombre no tiene relevancia alguna. Lo primero debería ser acercarse a estas cuestiones desde la humildad y el respeto, y partiendo de ello, reconocer que no somos los primeros que pensamos en este tema, por lo que convendría ver qué tienen que decir más de 100 años de lucha feminista sobre la violencia machista. De esta manera, escuchando otras voces con experiencia, podremos apreciar que la violencia machista es tal no por el hecho violento en sí, sino porque se asienta sobre un sistema de dominación de los hombres sobre las mujeres, el patriarcado, que abarca todos los aspectos de la vida, y porque estos hechos violentos se producen de manera sistemática y en virtud de los preceptos establecidos por el patriarcado; se las mata por ser mujeres.

Tenemos, por tanto, que si la violencia machista se inscribe en la misma esencia del sistema patriarcal, entonces, ¿qué pasa con estos hombres que mueren a manos de mujeres? Podrían pasar dos cosas. Por un lado, es altamente probable que la mujer en cuestión lleve años sufriendo las vejaciones y las agresiones del hombre y que viese en la muerte de este individuo la única manera de terminar con su agonía y librarse de la opresión. En otros casos, pueden ser múltiples los motivos que lleven a una mujer a agredir o matar a un hombre pero, en cualquier caso, no determina un fenómeno social sistemático y producto de relaciones de poder. Se trata de un hecho aislado y anecdótico. Muchos dirán “¿Pero cómo va a ser aislado y anecdótico si han muerto ya 24 hombres a manos de su pareja?”. Lo es. ¿O pensamos que existe alguna relación entre todas las muertes violentas y peleas que se dan en multitud de situaciones y por miles de motivos? Es determinante la existencia de un sistema de dominación sostenido por relaciones de poder favorables para los hombres al hablar de violencia machista.

Mientras no estemos dispuestos a reconocer esto, lo que estamos demostrando es un nulo entendimiento de una relación de desigualdad que nos beneficia y nos otorga unos privilegios que, a la vista de los argumentos, no estamos por la labor de abandonar.

Arriba me he referido a la muerte de este hombre de forma impersonal. Es decir, aunque sabemos por el contenido que no ha muerto, sino que alguien lo ha matado, la forma de enunciarlo ha evitado señalar ningún sujeto de la acción. Lo he querido mostrar así, de forma provocadora, para fijar la atención sobre el punto de que es esta la manera habitual con la que los medios se refieren a los asesinatos machistas. Las mujeres mueren, mueren acuchilladas, mueren de una paliza, mueren tiroteadas, mueren atropelladas… Sin embargo, las noticias se refieren a todo tipo de hechos violentos señalando de forma mucho más clara al agresor exceptuando este caso. Esto llegó al punto álgido cuando, al recoger la noticia del asesinato con el que abría este artículo, se indicaba sin sonrojos que una mujer había asesinado a su marido.

Esta forma de referirse los medios a los asesinatos machistas forma parte de todo aquello que no se ve tanto pero que es la base necesaria para llegar a la situación extrema de la violencia machista. Es decir, al igual que si de un iceberg se tratase, es muy fácil ver la punta, lo visible, lo que sobresale. En este caso los asesinatos. A estas alturas, prácticamente nadie justificará hechos como estos. Sin embargo, si vamos bajando en esta pirámide nos podemos encontrar con el control en la pareja, la minusvaloración, el desprecio, la humillación y otras situaciones de violencia que, pese a no ejecutarse de forma física, constituyen sin duda agresiones contra las mujeres de un carácter mucho más cotidiano. Si seguimos bajando encontraremos aquellos ladrillos de este bloque que, a pesar de formar parte de él, generan un rechazo mucho menor. Podemos hablar aquí de los piropos de hombres desconocidos, del cuestionamiento de las decisiones personales, ninguneo, infantilización, etc.

En definitiva, que antes del asesinato existen toda una serie de situaciones y comportamientos propios del sistema patriarcal que construyen esta pirámide de la opresión y sustentan estas muertes, algo que no se da en el caso de las muertes de hombres. Es tarea nuestra hacer lo posible por derribar esa pirámide. Pero no se termina con la violencia machista a base de victimismo y falta de visión, sino siendo conscientes de nuestro papel, de nuestros privilegios y todo lo que ello implica. Trabajar por eliminar estos privilegios es solo el primer paso.

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