Apuntes existencialistas II: la ansiedad de Kierkegaard

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Llega la segunda entrega de “Apuntes existencialistas”, y como la primera, ésta tampoco te servirá de ensayo extenso y profundo sobre el pensamiento existencialista. Por las mismas, ni tan siquiera te serviría de chuleta pobre y cutre para pasar un examen simplón. Aun así aquí traigo la segunda parte que hablará un poco sobre Søren Kierkegaard (1813–1855), “padre” del existencialismo y filósofo que no se suele estudiar en el instituto (ni en muchas universidades, según tengo entendido).

Pariendo al existencialismo

Si pensabas que Sartre era el “padre” del existencialismo estabas muy equivocade. Si pensabas que Nietzsche era el “padre” del existencialismo, estabas parcialmente equivocade. De Søren Kierkegaard, filósofo natural de Copenhagen, se podría decir que es el “padre espiritual” del existencialismo al ser una de las primeras personas (si no la primera en hacerlo de manera más tenaz) que habló en Europa de la libertad humana a la hora de decidir. Kierkegaard se formó primero en teología, lo que no le impidió desarrollar una filosofía personal que adjudicaba al ser humane plena y absoluta libertad personal. Para él, toda persona era libre de decidir en todos los aspectos de la vida, todos menos uno: el propio nacimiento. Esta idea, y otras, incomodaron mucho a les otres pensadores de la época, quienes o no prestaron atención a Kierkegaard o se rieron directamente de sus ideas. No obstante, el tiempo ha probado que la humanidad necesitaba una dosis filosófica en contra del idealismo de Hegel, y así las ideas de Søren Kierkegaard influyeron en enorme medida a posteriores pensadores como Nietzsche o Heidegger. A pesar de existir algo de polémica al respecto de las influencias, lo cierto y verdad es que cronológicamente Kierkegaard habló con anterioridad de las ideas que caracterizarían al paradigma del existencialismo.

La ansiedad y el vértigo de la libertad

Kierkegaard y su filosofía se oponen de forma evidente a la de Georg Hegel, quien dominaba con comodidad la filosofía continental de la Europa de mediados de siglo XVIII. De una forma que a mí me parece bastante acorde con las ideas ácratas, Kierkegaard (ojo, no digo que fuera anarquista) comenzó a trabajar en la formulación de una contra-teoría a la autoritaria idea hegeliana de “historia.” Recordemos que el idealismo de Hegel establecía que la humanidad no era más que un barco de papel en un río incontrolable llamado “desarrollo histórico.” Kierkegaard, con la mosca detrás de la oreja (o tal vez solamente por llevar la contraria, ¡cuántas cosas se han conseguido en este mundo por querer llevar la contraria!) se empecinó en estudiar qué significa ser “ser humane” fuera de ese sistema totalitario y absoluto de la filosofía hegeliana. De esta forma, Kierkegaard se concentró en la formulación de une ser humane auto-determinade y libre. Este ser auto-determinade tendría la libertad absoluta de decidir sobre sus acciones, es decir, que les seres humanes nos definimos por poder tomar decisiones sobre nuestras vidas. Podemos decidir sobre esto o aquello, determinando así el devenir de nuestras vidas.

Aquelles que hayan leído un poco de Hegel se habrán percatado de que aquí hay un poco de trampa, pues Hegel también habló de tomar decisiones y esas cosas. Recordemos que en la época se maneja un concepto dicotómico de decisión moral: une podía tomar una decisión moral según su propio interés hedonista, o bien podría tomar una decisión ética. Hegel y Kierkegaard están de acuerdo hasta aquí, pero no más. Para el primero estas decisiones tomaban lugar en un contexto histórico, determinado, fijado por el “espíritu del tiempo” y esas cosas que algune se puede creer. Para Kierkegaard estás decisiones morales son resultado simple y llanamente de la decisión personal, es decir: de la libertad individual. Lo gracioso de esto, y lo dramático al mismo tiempo (que se lo digan al propio Kierkegaard), es que esta plena libertad crea vértigo y ansiedad, ¡anda, qué cosas! Para ilustrar todo esto, Kierkegaard pone un ejemplo muy ilustrativo (que yo voy a adaptar a los tiempos modernos, para que no digan que no nos actualizamos). Imaginemos pues una persona de pie en lo alto de un rascacielos, un rascacielos altísimo. Esta persona está en la azote, al borde, con ambos pies medio fuera, asomando al vacío. Kierkegaard postula lo siguiente: esta persona siente dos tipos de miedos, a saber:

  1. Miedo a caer desde la azotea del rascacielos y morir irremediablemente aplastade contra el asfalto de la ciudad. ¡Qué susto les abueles que contemplaban plácidamente la obra de la esquina!
  2. Miedo a saltar, al conocimiento de que si quiere esta persona puede saltar por voluntad propia y caer al vacío.

Con el segundo tipo de miedo Kierkegaard ilustra la ansiedad y el vértigo que provoca el saberse libre. ¡Somos libres! ¡Podemos saltar desde el rascacielos si nos da la real gana! Ni “espíritu de los tiempos”, ni “desarrollo histórico”, ni Dios (añadirían después otres). La persona salta si quiere como resultado de su individual y subjetiva decisión. Pero lejos de ser esto algo totalmente dramático, el propio Kierkegaard nos señala que no es todo tan mala como pinta. El sentir esta ansiedad nos hace conscientes de las decisiones que tenemos: podemos hacer el bien o podemos hacer el mal. Podemos ayudar o podemos perjudicar. Podemos decidir y la ansiedad que sentimos al sentirnos libres, al experimentar el vértigo de la libertad, nos pone “en alerta.” De esta forma conocemos que los resultados de nuestras acciones son completamente responsabilidad nuestra. Como ya decía cuando hablaba de Sartre, la libertad de decidir conlleva la responsabilidad de saberse libre y actuar individualmente. Y esto asusta, claro.

¿Y qué me quieres contar con esto?

Poco más de lo que ya sabías, supongo. Es sencillo escudarse en lo agregado, en lo social, o en la historia con tal de no hacernos responsables de nuestras propias acciones (sobre todo cuando éstas llevan a resultados terribles). Que si “solamente seguía órdenes”, o que “si es que la gente hacía esto o aquello.” ¿Cuántas veces habremos escuchado la misma cantinela? Pero este mismo discurso se escucha de forma más sutiles, algunos ejemplos: “las masas no están listas para la revolución”, o “el contexto histórico no es lo suficientemente maduro.” Cuando no más directamente: “¿pero qué vamos a hacer?” Bueno, no sé lo que querrás hacer, pero desde luego que si no haces lo que piensas en tu cabeza no es porque no puedas, o porque una fuerza inmaterial desde el exterior te lo impide. Es simplemente porque no te lo has propuesto de verdad, puesto que libre eres un buen rato de hacer lo que quieras (y apechugar con las consecuencias de tus actos). Puedes hablarme de educación, control social, o lavados de cerebros. Esas cosas funcionan, y muy bien. Pero también funcionan el pensar, el leer literatura crítica, y el experimentar.

Supongo que de Kierkegaard una cosa queda clara, y es que dio en el clavo cuando dijo que la libertad da vértigo. De repente nos vemos desnudes en la vida, sin el abrigo de la historia, de las instituciones, o de la comunidad. Lo que hacemos es por cuenta propia, es decir, porque queremos hacerlo (porque activamente queremos o porque activamente aceptamos las órdenes de otras personas o de una sociedad dominante). Y al frío de la intemperie desnuda de abrigos colectivos, vemos que tenemos todo un mundo al alcance de nuestra mano. Solamente hay que empezar a caminar por la cuerda floja haciéndonos amigues del vértigo. Tal vez por ello las personas que dieron su vida por la idea de libertad puedan definirse un poco como “locas.” ¿Quién sino se engancharía a la droga del vértigo? Una droga que te enloquece a los ojos de les que no se asoman al borde del rascacielos. Pero si no te asomas y experimentas esa sensación… ¿qué vas a ver en la vida?

Nota final

Aunque he venido hablando de “ansiedad”, los textos en castellano creo que hablan, todos ellos, de “angustia.” Es cosa del idioma en el que yo leí a Kierkegaard, en el cual hablaban de ansiedad y preocupación (aunque supongo que por angustia se puede entender lo mismo). Ahí queda dicho.

Lecturas recomendadas

Kierkegaard, S. (1843), Temor y Temblor [Online] http://www.ataun.net/BIBLIOTECAGRATUITA/Cl%C3%A1sicos%20en%20Espa%C3%B1ol/Soren%20Kierkegaard/Temor%20y%20Temblor.pdf

Kierkegaard, S. (1982/1844), El Concepto de la Angustia, Madrid: Espasa-Calpe [Disponible online] http://www.scribd.com/doc/55924002/El-concepto-de-la-angustia-kierkegaard

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