Can Vies. Poder popular o insurreccionalismo

Por Lus
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Recientemente, con la victoria del barrio de Sants en defensa del CSA Can Vies tras haber sufrido un desalojo y posterior derribo parcial del edificio un día después de las elecciones europeas, ciertos insurreccionalistas han salido justificando que es con la violencia insurreccional la que ha conseguido estos resultados. Sin embargo, esa justificación se queda muy corta y omite toda esa acumulación de fuerzas que dio como resultado esta respuesta. Además, la violencia revolucionaria no es exclusiva del insurreccionalismo aunque sea una táctica de acción directa principal en esta corriente. La violencia no es el único factor determinante ni decisivo en el éxito de una batalla, pese a que sin esta violencia revolucionaria, probablemente el desalojo de Can Vies hubiese quedado en derrota, ni hubiese saltado a las primeras planas en los medios tanto burgueses como independientes. Esto requiere un análisis más profundo que ver solo la intensidad de los disturbios.

Repasemos brevemente la historia de Can Vies. El edificio, construido en 1879, antiguo almacén de las obras del metro y posterior lugar para la reunión de los trabajadores del metro, fue ocupado en 1997 por un grupo de jóvenes del barrio de Sants en Barcelona por la falta de espacios donde realizar actividades culturales y políticas. Desde entonces, el CSA Can Vies ha sido -y lo sigue siendo hoy en día- un punto de encuentro entre distintos colectivos y movimientos sociales y personas del barrio, en el cual se realizan talleres, sesiones de teatro, debates, presentaciones de libros, cinefórums, comidas populares, etc. Todas estas actividades se realizan en colectivo y al ser el Can Vies un referente cultural, político y social para el barrio, se crea en Sants un tejido social vivo, politizado y solidario, algo muy diferente a los barrios muertos donde casi nadie se conoce y no hay ese tejido social. Este punto es clave para entender la contundente respuesta ante el desalojo, desatando una ola de solidaridad y protestas cuando se ejecutó la orden de desalojo.

¿Por qué la respuesta violenta tuvo más aceptación social? Precisamente por ese tejido social en el barrio. Diecisiete años creándolo da como consecuencia esa respuesta organizada, que a la vez desata la solidaridad de otras personas de otros barrios obreros que seguramente habrán pasado por Can Vies. No solo nos tendríamos que fijar en los disturbios al caer la noche, ya que bajo la luz del sol, numerosas calles de Barcelona fueron colapsadas por gente solidaria que acudieron a las convocatorias de manifestaciones. Incluso en otras ciudades del territorio español convocaron manifestaciones en solidaridad con Can vies. La idea de que unos cuantos gatos decidieron salir a liarla y le siguieron detrás otras personas llamadas por el fuego y la destrucción queda desmentida cuando vemos que detrás existe una rabia organizada, de gente que se ha hartado de sufrir la violencia estructural de este sistema. Podemos comparar la batalla ganada de Can Vies contra el alcalde Xavier Trías con la batalla ganada en Gamonal contra el alcalde de Burgos: el común denominador desde el cual se han articulado las protestas ha sido el tejido social y la organización popular. Incluso podríamos llegar más lejos al comparar la resistencia turca en defensa del parque Gezi.

El mural del poder popular en Can Vies ilustra perfectamente el tejido social que se ha creado ahí, el de un barrio empoderado que ha sido y es capaz de hacer frente al poder-dominio burgués y echar atrás sus ataques.

La violencia revolucionaria será una táctica efectiva en cuanto exista un tejido social y una organización popular que la articule. Esta violencia tiene que verse legitimada entre la clase trabajadora y no verse como algo ajeno a ella, reivindicada desde personas anónimas y colectivos desconocidos con poca o nula vinculación con los barrios. Por sí sola, practicada de manera aislada y fruto del espontaneísmo no daría ningún resultado positivo ya que, después de la calma, las experiencias en la lucha se van perdiendo y han de empezarse de cero cuando aparezcan situaciones similares que han causado esa respuesta violenta. Por eso, por muy adversas que sean las situaciones, por muy agudas que se vuelva la crisis, sin sentimiento colectivo, ni conciencia de clase, ni tejido social ni organización popular, no hay revolución posible por mucha violencia que se desate en las calles. Esta es la clave: el poder popular y no la vía insurreccional.

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