Chávez por cuarta vez

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Hugo Chávez sale victorioso de nuevo con más o menos el 55% de votos. En un escenario de masiva participación (algo más del 80%), Chávez se asienta en la presidencia por cuarta vez: y ya van 14 años…

La prensa internacional se ha llenado, como era de esperar, de artículos a favor o en contra de Hugo Chávez. Yo aquí quiero tocar un tema mucho más sensible para aquellas personas que nos consideramos socialistas: ¿es la Venezuela de hoy en día una vía deseable para la sociedad futura? ¿Es deseable el socialismo de Chávez?

Los portales web de izquierda en castellano se han inundado de artículos eufóricos alabando la así llamada revolución bolivariana. Que Hugo Chávez no es un dictador está claro, por mucho que se empeñen los medios de derecha y del capital. Y esto es algo que les anarquistas debemos admitir: Hugo Chávez no es un dictador. Ha quedado claro que en Venezuela el sistema electoral funciona tan bien, o mejor, que en Europa. Además, tampoco se puede negar que tras 14 años de Chávez el país ha avanzado en ciertas materias como educación, sanidad, y atención social. No obstante, existen otras áreas que no se han desarrollado tanto (como la vivienda o el medioambiente), y otras que parecen ir a peor.

Una de estas “áreas negras” en Venezuela es el sindicalismo revolucionario independiente, el cual está amenazado y oprimido bajo el yugo del partido oficial y su representación sindical. Como cuenta el compañero anarquista venezolano Rafael Uzcátegui, incluso personas afines al partido de Chávez han sido encarceladas por perseguir mejoras laborales. Pareciera que la revolución bolivariana es justa menos cuando se realiza en empresas estatales: hagan ustedes la revolución pero no me toquen las empresas del Estado.

Admitiendo que los gobiernos de Chávez han tenido éxito en ciertas áreas, pero no tanto en otras, les anarquistas nos debemos preguntar si esta vía hacia el socialismo es realmente deseable. Volvemos al viejo dilema que hace malabarismos sobre la complicada línea que separa reformismo y revolución. Pero en el caso de Venezuela la cosa se complica mucho más, puesto que se puede argumentar fácilmente que la revolución bolivariana es una simple continuación del capitalismo anterior, eso sí, bajo una elaborada máscara socialista (socialismo petrolero, como dirían algunas personas). Bajo estos términos, la evolución bolivariana de revolución tiene bien poco, y se puede defender con relativa sencillez que ha asentado las bases capitalistas internacionales en un contexto fuertemente estatal (recordemos que el Estado venezolano mantiene relaciones comerciales con empresas capitalistas de Occidente, incluyendo Repsol).

Lo cierto y verdad es que las evidencias empíricas son poco favorables para el proyecto chavista, al menos desde una óptica verdaderamente socialista. Como anarquistas entendemos que la libertad sin socialismo es privilegio, y el socialismo sin libertad es esclavitud. Y en Venezuela tenemos de lo segundo (en buenas cantidades, además). El Estado no solamente es poderoso, y por lo tanto más opresor, sino que todo el movimiento bolivariano se basa en el show y carisma de un único hombre que, a veces socialista a veces petro-socialista, se encomienda a Dios para realizar la emancipación de la especie humana. Que las personas sean religiosas o no es lo de menos, lo verdaderamente peligroso es cuando la revolución social se estanca en las estructuras del Estado y muestran al mundo una suerte de pop-revolución-social que es televisada durante los grandiosos mítines y sermones del Presidente.

Pero todavía hay algo mucho peor: el atasco ideológico que deriva de este tipo de situaciones. Cuando dos bloques fuertes y bien diferenciados se enfrentan por el poder político, la sociedad tiende a separarse según estos dos bloques ideológicos. De esta forma, en Venezuela eres chavista o anti-Chávez, dejando de lado y marginando otras alternativas como la libertaria. El mundo queda definido en blanco y negro, en capitalismo o comunismo soviético durante la Guerra Fría; en Chávez o Capriles hoy en día, lo que hace todavía más difícil nuestra lucha por el verdadero socialismo; aquel sin Estado.

Por lo tanto: ¿es deseable tener un Chávez en Venezuela? Seguramente sea mejor tener a Chávez que a Capriles, pero está claro que estamos hablando de escoger el mal menor, y hablar de males menores es admitir que el mal existe. Considero que el anarquismo debe reconocer ciertos avances sociales del proceso bolivariano, pero precisamente porque se trata de “hermanos y hermanas socialistas,” debemos ser doblemente crítiques con elles.

No esperemos que el Estado solucione nuestros problemas; el Estado es el problema.

 

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