Cuatro recomendaciones para el 8 de marzo

Por MrBrown
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  1. El 8 de marzo es el día de la mujer trabajadora. Así fue convocado por primera vez en 1914 por la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, que disputaban de este modo, como mínimo, el día internacional de la mujer, convocado en diferentes fechas en 1911, 1912 y 1913 y el women’s day estadounidense convocado desde 1908 por las socialistas de aquel lugar. Esa apropiación no es inocente, ni falta hace que lo sea: fue una iniciativa de quien no tenía miedo a tomar la iniciativa, y lo mismo pasa con quien quiera quitarle su carácter de clase: si no le gusta ese concepto, convoque usted un día interclasista de la mujer y diga francamente por qué quiere quitarles a las mujeres de clase trabajadora su día propio.
  2. Las mujeres de toda clase social tienen problemas de género más allá de su clase social. Si cree usted que decir esto es intentar poner a las mujeres trabajadoras bajo la tutela de la gran empresa o del feminismo institucional, hable honestamente con sus amigas, conocidas o familiares que sean mujeres, etc.: descubrirá todo ese mundo de miedo, inseguridad, precariedad, paternalismo, etc. añadidos que se suelen llamar «privilegios masculinos». No se llama «privilegiada» a esta situación nuestra porque sea realmente buena, sino porque, siendo mala, en comparación, no es tan mala como la de ellas. Si cree, al contrario, que lo de la clase social no cambia nada cuando se es mujer, pregunte cómo se lleva esa carga de ser mujer cuando se le añade en lo económico, en lo vital, la carga de precariedad, baja autoestima, etc. que supone ser de clase trabajadora.
  3. Si no tiene usted problemas con los puntos 1 y 2, pero sólo se acuerda de estas cosas cuando llega el 8 de marzo o cuando le preguntan por el tema, pregúntese qué falla del 9 al 7 de marzo. Pregúntese qué hace y qué no hace usted y, si es hombre, qué le parecería honestamente que tantas personas no pretendan cambiar nada en este tema. No piense en este ni en otros textos, no se ponga a la defensiva, mírese a sí mismo a los ojos, háblese y escúchese como si no tuviera que defender más que la verdad. Si ve que tiene actitudes injustas (si es hombre, ¿acapara más tiempo o espacio del que deja a ellas? ¿tiene relaciones sexuales con mujeres sin anticonceptivos, con la tranquilidad de que usted no va a quedarse embarazado? etc.; si es mujer, ¿asume estas actitudes con naturalidad, transmite al resto de la gente que hay que aceptar las cosas como están?), no espere al 8 de marzo y piense en lo que podrían mejorar las cosas de un año a otro si todas las personas nos aplicamos el cuento.
  4. Tenga o no problemas con los anteriores puntos, si la insistencia o el tono de las críticas feministas le resultan excesivas, pregúntese por la insistencia o el tono de otras críticas. ¿Cómo lleva las críticas viscerales a la banca y sus desahucios, a los grandes capitales y su evasión fiscal, a la siniestralidad laboral o a los narcocárteles? Independientemente de su carácter personal, más intenso o sosegado, ¿es consciente de la carga visceral que implica una lucha contra el acoso, las violaciones, el maltrato de todo tipo, la brecha salarial, la culpabilización añadida, la infantilización añadida, … ? Si la misma cultura que denigra cualquier coraje político diciendo que «los extremos se tocan» y aplaude la independencia cobarde de quienes se niegan a ser feministas, anticapitalistas, etc., si esa misma cultura hace vivir así a la mitad de sus miembros, ¿no tiene esa cultura un serio problema a la hora de identificar lo «agresivo», «extremo», «provocador» o «excesivo»? ¿No le están engañando, mezclando fondos y formas de manera interesada, para que mire el dedo y no la Luna, para que en lugar de sentirse cuestionado (que es lo propio) se sienta amenazado (que no lo es)?
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