Diversidad, clase e interseccionalidad

Por Lus
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La cuestión de la diversidad ha dado mucho que hablar en estos últimos meses, sobre todo a raíz del libro “La trampa de la diversidad” del Bernabé. No obstante, no quiero hablar de su libro aquí, sino más bien transmitir unas reflexiones acerca del melón que ha abierto sobre el tema, el cual pienso que es importante comenzar a sacar unas conclusiones, no finales, pero sí necesarios para perfilar un relato que baje de la academia a las calles. Hablar de diversidad implica reconocer que somos diferentes: orígenes familiares y territoriales; género, sexualidad y orientación sexual, pertenencia de clase, edad, confesión religiosa o espiritual… que compartimos espacios en común, y por tanto, vivencias y condiciones materiales comunes. No obstante, lejos de ser reconocidas y respetadas, todo aquello que se salga de la norma es motivo de discriminación que puede derivar en una opresión. Aquí ya tenemos un punto de partida.

Un gran problema a la hora de hablar de diversidad es no tener en cuenta las condiciones materiales en que nos encontramos actualmente, ya que sin ello, no tendremos una base sólida que nos sirva como referencias e ideas base, y al final, quedaría en un discurso estrictamente moral, con tecnicismos propios de la academia y en el peor de los casos, acaba siendo criterios para definir perfiles de consumidores. Antes de continuar aclaro que la neutralidad es simplemente la ideología dominante, y por tanto, no pretendo que estas reflexiones partan de la neutralidad, sino claramente desde una posición materialista y de clase. Esto nos lleva a la pregunta del millón: ¿La clase lo es todo? Sí y no. Sí porque es la base de donde partimos, esto no quiere decir que toda cuestión de clase sea proritaria sobre otras cuestiones como la de género o raza y no porque, además de la clase, existen otras opresiones vinculadas a ella que refuerzan la explotación de clases. No nos creemos, por tanto, que erradicando solo la diferencia de clases mágicamente desaparecerían las otras opresiones. Volveremos sobre ello más adelante.

Ideología liberal

Cuando hablamos de ideología liberal en estos temas nos referimos a la falta de un análisis materialista que nos permita mantener un posicionamiento claro y evitar caer en abstracciones, simbolismos, el individualismo y la competencia. Sin una base materialista, nos perdemos en debates sobre problemas más simbólicos como los baños unisex, las casi infinitas identidades de género no binarias, si tal look es apropiación cultural o no, etc, en los cuales, la mayor parte de la población no se siente interpelada, dejando así de lado los problemas materiales de mayor impacto como el acoso callejero, la discriminación hacia personas LGTBi, la falta de guarderías, la explotación laboral de las temporeras de la fresa, la persecución de manteros, etc. Si bien una cosa no quita la otra, el darle más importancia a temas simbólicos en vez de materiales nos aleja de las luchas sociales y de los problemas reales que tienen las personas de clase trabajadora que puedan ser migrantes, y/o de la comunidad LGTBi. Otra importante consecuencia es la atomización y división en parcelas de las diferentes opresiones, individualizando cada vez más las luchas al centrarlas en lo particular y en los casos personales, en vez de buscar puntos comunes y trabajar a nivel colectivo, dando como consecuencia la creación de una especie de competencia tipo a ver quién tiene más opresiones.

Podríamos mencionar un caso paradigmático de cómo la “nueva política” en materia de diversidad no va más allá de izar banderas LGTBi en los ayuntamientos y colgar una pancarta de “Refugees Welcome” pero no se destina recursos en favor de la comunidad LGTBi (educación sexual, sanciones a escuelas concertadas, etc) ni para las personas refugiadas; o que en una universidad pongan baños unisex pero no muevan un dedo para fomentar espacios seguros. Así, mientras las izquierdas se pierden en simbolismos y no salen de las universidades, la derecha va ganando barrios obreros a base de apelar a los valores tradicionales y utilizando un discurso populista aparentemente de clase propio de la izquierda.

La falta de una perspectiva de clase hace que dichas luchas acaben siendo absorbidas por el sistema, como ya hemos visto en casos como el capitalismo gay, donde las empresas han creado un mercado enfocado a la comunidad gay con ofertas de viajes, moda, locales de ocio, etc… y que el día del Orgullo “oficial” sea patrocinado por empresas; el pinkwashing del cual hace gala Israel al apoyar al movimiento LGTBi o la campaña de la marca de tabaco Lucky Strike en los años ’20 en EEUU presentando a la mujer fumadora como ejemplo de empoderamiento. No se libra tampoco el veganismo cuando McDonald’s comienza a ofrecer menús veganos o en el Mercadona comienzan a vender productos veganos, sin mencionar tampoco aquellos restaurantes vegetarianos que no respetan los derechos de los y las trabajadoras.

Una sola clase

En la huelga minera en UK en los años 84-85, unos activistas por los derechos de las personas LGTB crearon el colectivo Lesbians and Gays Support the Miners con el fin de recaudar fondos para apoyar la huelga minera. Tuvieron dificultades y al principio sufrieron cierto rechazo, pero su perseverancia acabó por ganarse la simpatía de los huelguistas. Este acontecimiento histórico se puede ver en la película Pride y es un ejemplo de cómo han conseguido forjar una importante alianza entre estas dos comunidades en lucha en las cuales ambas partes salieron ganando fuerza. Sin ir demasiado lejos, el movimiento de liberación de la mujer dentro del movimiento de liberación kurdo o la reciente huelga del 8M en donde los colectivos feministas trabajaron conjuntamente con sindicatos CNT y CGT que ayudaron a legalizarla, difundirla y defenderla. Estos ejemplos ilustran la necesidad y el acierto que supone buscar puntos en común en vez de dividir. De hecho, todo movimiento revolucionario debe aspirar a integrar la diversidad dentro de la lucha de clases, así como darle un enfoque de clase a la diversidad.

Es imprescindible que al hablar de transversalidad e interseccionalidad, hablemos de tender puentes y entendernos entre las diferentes luchas, que tienen más en común de lo que se ve a priori. Por lo tanto, debe de haber una relación de reciprocidad, solidaridad e intercambio de experiencias para crecer juntos y juntas en las luchas sociales. Esto significa reconocernos como una clase social diversa, que además de padecer la misma opresión de clase, sufrimos también la del heteropatriarcado y del racismo. Por lo tanto, la lucha de clases está incompleta si no tiene una perspectiva feminista ni antirracista. Asimismo, hemos de introducir una perspectiva de clase tanto al feminismo como al antirracismo. Es cierto que existen varios feminismos, pero lo que nos debería interesar son los feminismos de clase, ya que el liberal solo favorece a aquellas que quieren ascender en la escalera social y a ocupar cargos en la política institucional. Similarmente ocurriría con el antirracismo de corte liberal. La necesidad de tener una perspectiva de clase en el antirracismo radica en que el racismo generalmente está más vinculado a las clases sociales y los status de las personas, ya que se da mayoritariamente hacia las personas pobres. Por esa razón, mientras se persigue a la inmigración y lo señalan como culpables de la delincuencia, la falta de trabajo, el derroche de ayudas sociales hacia ellos; se exportan armas a Arabia Saudí, se dan concesiones a los jeques que nos ponen mezquitas wahabbitas en suelo europeo y se les compra petróleo.

La interseccionalidad debe servir para superar la imagen de una lucha de clases hecha por el hombre blanco heteronormativo y evitar que se reproduzcan el patriarcado, el racismo y otras opresiones del actual sistema dentro de nuestras filas. Porque lo que realmente divide la lucha de clases es el obviar que la clase trabajadora es diversa, debilitando así tanto a los movimientos sociales como nuestros colectivos y organizaciones. Busquemos en la interseccionalidad reforzar nuestras luchas abriendo las puertas a todos aquellos colectivos sociales que, a parte de padecer la opresión de clases, sufren otras opresiones como la de género, orientación sexual, etnia, etc., pues juntas seremos más fuertes.

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