El irresponsable acto de ir a votar

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Por Youqing

Controlar o al menos influir en el propio destino es no solo un anhelo humano sino también un desafío y un temor. A pesar del empeño, los sacrificios, emociones y tiempo que son puestos al servicio de cumplir un objetivo, ya sea individual o colectivo, para avanzar como persona o como sociedad; en numerosas ocasiones todo es en vano, es inútil, y nace el sentimiento de injusticia inherente a la vida misma.

Es bajo esta sensación de descontrol bajo la cual nacen las creencias mágico-religiosas, mecanismo de defensa que no viene a ser más que la rendición de la propia voluntad humana. Como seres racionales y emocionales nos vemos desbordados por la muerte de un niño, por la enfermedad, por la propia finitud de todo lo que amamos, incluída nuestra propia existencia.

Todas las culturas han buscado una explicación en formas alejadas de lo humano: dioses para todos los gustos, vidas tras la vida, reencarnación, mitos y leyendas que cuentan que no somos tan despreciables como parecemos, tarot, cartas, astrología…en fin…”no somos nada”.

Quizás no seamos mucho, pero lo somos todo.

La iniciativa griega de empezar a manejar conceptos filosóficos, científicos y democráticos surgió de la concesión al ser humano del protagonismo que merecía. Quizás ese potencial racional y organizativo, el intentar explicar lo que nos rodea y nos afecta de forma causal y no dependiente de fuerzas externas ante las cuales solo podemos someternos podría llevarnos a algún fin, alguna meta, una mejor vida, una mejor organización.

La ética pone el acento en el ser humano libre, Aristóteles nos dice nada menos que ético es desarrollar nuestro potencial, nos propone una ética teleológica, que se desarrollaría hacia un fin, una meta.

Pero si restamos importancia a factores externos, sobrehumanos, y somos nosotros los responsables de mejorar individual y colectivamente surge algo terrible: la responsabilidad.

El fracaso no vendrá dado por una alineación planetaria, ni por una ofensa a un dios, o por algo que hicimos en una anterior vida. Si creemos en nosotros como seres humanos con voluntad racional, creadora y organizativa, seremos responsables de los fracasos.

Las formas de control sobre las capacidades que definen al ser humano, es decir, la aniquilación de su capacidad de pensar, de actuar de forma afín a una voluntad y una ética , la decisión del propio destino y la organización con sus iguales para definir, decidir y discutir el destino común; la destrucción de todo ello bajo las formas de esclavitud, feudalismo, monarquías absolutas, fascismo o comunismo, dio paso tras la primera experiencia griega y más cercano a nuestros días a lo que se llama democracia.

El concepto de democracia actual se basa en la elección de una serie de representantes que obtienen tras un acto de segundos de duración por nuestra parte, el voto, legitimidad para actuar durante cuatro años en nuestro nombre.

Si bien nos repiten hasta la saciedad que en un sistema democrático es el pueblo el que decide, la realidad parece demostrar cada día que algo se nos escapa. ¿ Será cierto que de pocas décadas a ahora han desaparecido, por arte de magia las clases dominantes?, tras siglos , milenios, de sistemas injustos que condenaban a la mayoría de la población a ser explotada para beneficio de unos pocos, tras siglos de guerras justificadas únicamente por la ambición y el patológico orgullo de un puñado de descerebrados con poder que han causado millones de muertes inocentes, de seres que no han decidido su destino más que el cerdo que va a un matadero, con la diferencia de que el cerdo no se siente orgulloso de la granja donde nació y por cuyo dueño morirá; tras todo lo que cualquier libro de historia nos dice, hemos venido a nacer en una democracia.

Somos dueños de nuestro destino como sociedad, nosotros decidimos.

Pero parece obvio que para decidir realmente hacen falta , al menos, algunos elementos: información, comunicación, capacidad resolutiva y formación como seres racionales.

Son solo algunos elementos, os invito a encontrar más.

La información, ¿quién nos informa?, a quién pertenecen los grandes medios de información, si bien ahora tenemos acceso a múltiples fuentes no hay que olvidar la importancia del mensaje repetido hasta la saciedad desde la infancia, por no entrar en valores culturales y debates postmodernistas. Qué pertenece a la actualidad y qué no…al fin y al cabo: ¿ Cuál es el debate?. No importa el resultado del debate, importa por qué se debate esto, y no otra cosa.

Si tenemos información veraz y rica de algo que nos afecta como colectivo, ¿ tenemos la capacidad organizativa de debatirlo y posibilidad de comunicación?. La enfermiza individualización regada por las dificultades de la vida actual, que muchas veces no solo dificulta la interacción social,sino la propia formación de una familia, la escasez de tiempo, la sustitución de las plazas públicas por centros comerciales como lugar común y la desconfianza hacia “ el otro”, gracias a la supuesta escasez de todo aquello que necesitamos para vivir: techo,comida,trabajo; hacen que el debate colectivo aparezca como algo irrisorio, extravagante. Me llama la atención la enorme dificultad y miedo que expresan muchas personas a la hora de compartir experiencias, emociones en público; produce vergüenza, inseguridad, y de nuevo el miedo a asumir la propia responsabilidad como ser humano a tomar parte de una decisión, de algo colectivo…quizás seamos poca cosa, pero lo somos todo.

Si somos personas bien informadas, que debaten y toman decisiones conjuntas, ¿qué capacidad de ejecutar dichas decisiones tenemos?. Este es el momento en el que los bienpensantes se sobresaltan.

“La capacidad de decidir viene dada en las urnas”: todos los pensamientos, todas las experiencias vividas, todos los engaños aguantados por los supuestos representantes, todo…tenemos que compactarlo, sintetizarlo y expresarlo en una papeleta, que ya viene dada, que representa a un partido, formado por unos individuos que no conocemos y que tienen legitimidad, poder y capacidad de decisión en los próximos años. Que estará por encima de cualquier otro poder, de cualquier decisión colectiva.

A partir de ese momento quedan anuladas y por periodo de cuatro años, todas aquellas cualidades que verdaderamente nos harían responsables y partícipes de nuestro futuro: nuestro ser, nuestra voluntad queda congelada en un ínfimo acto. Podríamos entrar en todo el aparato manipulativo, de control, en las reales posibilidades de elección, en verdaderas opciones de cambios de sistema, de organización al fin y al cabo de la sociedad. Pero no es el tema, esas opciones no son reales.

No somos quizás los afortunados hijos de unas décadas en las que han desaparecido milenios de opresión, quizás es ingenuo pensar que tras siglos de dominación de unos pocos sobre el resto , esto ha cambiado justo ahora.

Al votar no hacemos más que alimentar la permanencia de este sistema, porque, incluso aunque nos gustara el sistema, estamos regalando en el peor de los casos a un farsante y en el mejor a un ingenuo; una parte fundamental de nuestro valor intrínseco como personas: la capacidad de decidir nuestro futuro, de ser parte activa del día a día de nuestra comunidad más allá de relaciones personales o intereses empresariales, nos negamos nuestra capacidad de cambiar de opinión, el pensamiento político queda reducido a la sobremesa.

¿Por qué se acepta de forma masiva?, quizás por la misma razón que nacieron las religiones, por lo tranquilizador que resulta evadir la responsabilidad. Cuando las desgracias vienen dadas por los actos de otros, la culpa no aparece.

Si la clase política fuera verdaderamente representativa los políticos serían objetos de adoración, pero no parece ser así. La clase política adopta la forma de representación divina, en este caso la divinidad no viene dada por mágicas leyendas de sus antecesores, ni por extraños poderes, sino por delegación de un supuesto poder del pueblo, que en un teatrillo dice a una clase intermedia ( entre la verdaderamente dirigente y el pueblo): “aquí tenéis lo que pedís, mi papeleta, yo mando ahora y os maldeciré en estos cuatro años”. Sin responsabilidad no hay culpa, la clase política es el voluntario escupidero de las miserias que cada día todos construimos, al huir de nuestra responsabilidad como seres sociales de informarnos, pensar, expresar, debatir y decidir, qué hacemos con esto…que no es mucho, pero es todo.

Sobre el autor:
Youqing es médico de familia, psicoterapeuta y estudiante de filosofía. Interesado en la psicología de la sociedad.

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