El Narco-Estado del horror: Una jornada sangrienta para México

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Los cuerpos sin vida de 7 trabajadores agrícolas a las afueras de una huerta de trabajo -en la que cortaban aguacate- ubicada sobre la carretera Santa Clara-Españita en el municipio de Salvador Escalante. Fotografía: Michoacán 3.0

Demián Revart

México. Segundo país más violento del mundo.

Michoacán vuelve a ser encabezado nacional. No por algún logro o mérito de su población, sino por la morbosa y trágica nota roja. El pueblo mexicano tiene más segura la muerte que el “progreso”.

Nadie se salva.

Tan sólo un mes ha transcurrido de la masacre en la comunidad p’ur’hépecha de Arantepakua en la que 3 comuneros y un estudiante de 16 años del COBAEM de la localidad fueron asesinados por la policía federal en un operativo tanto cobarde como descomunal para “resolver” un conflicto en la tenencia de las tierras comunales.

De nuevo, el infierno alerta al país.

México. Tercer país con el mayor número de periodistas asesinados. Tan sólo después de Siria y Afganistán. Esto es una guerra maquillada.

El 15 de mayo fueron asesinados cobardemente los periodistas Javier Valdez y Jonathan Córdova. Del primero, su cuerpo yació en una sosegada calle de Culiacán, su sombrero ensangrentado; del segundo, en un crucero en el centro de Autlán en Jalisco. Los casquillos de bala de grueso calibre a unos cuantos centímetros de los cadáveres. ¿Quiénes eran ellos? El primero, impasible y galardonado con el CPJ International Press Freedom Awards, así como escritor de diversos libros de historia oral y local sobre las masacres geográficas y desplazamientos de los cárteles en Sonora y otros estados del norte; el segundo, joven entusiasta colaborador en el semanario El Costeño junto con su madre, ella ahora internada de gravedad tras las heridas de bala en el altercado (Jonathan aa había sido secuestrado dos veces…pero no dijo nada porque a nadie le iba a importar, ¡ni que fuera jugador de fútbol o estrella de TV!)

123 periodistas asesinados en 16 años. Tal vez más. No lo sé. La humanidad es estadística pura.


Algo les incomoda. Algo les duele. Informar se ha convertido en un acto revolucionario. La tinta y la cámara no serán armas suficientes.

Esta jornada es claramente un examen desde el panóptico del narcotráfico en el que todos vemos a los demás como culpables, pero ellos controlan nuestras celdas territoriales y políticas.

Por la mañana de este jueves 18 de mayo, fueron encontrados los cuerpos sin vida de 7 trabajadores agrícolas a las afueras de una huerta de trabajo -en la que cortaban aguacate- ubicada sobre la carretera Santa Clara-Españita en el municipio de Salvador Escalante. Según testimonios y ciertas pruebas fotográficas viralizadas en redes sociales, se aprecia en la escena del crimen que los trabajadores fueron asesinados junto a una fogata en la que estarían calentando su lonche. Cerca de ellos había bolsitas con comida y bules con agua propios de este oficio.

¿Dónde está la causa de su asesinato?

Por la tarde del sábado 20 de mayo, un comando armado disparó cobardemente contra el compañero wixárika Miguel Vázquez Torres -excomisariado de Bienes Comunales- y su hermano Agustín, originarios de la comunidad de Teponahuaxtlán en el municipio de Tuxpan de Bolaños, hiriéndolos de muerte. El crimen sucedió en el poblado de Kuruxi Manuwe ubicado en lo alto de la Sierra Norte de Jalisco.

Este doble asesinato es producto de la omisión institucional y de “justicia” en las comunidades indígenas, debido a que después de que el grupo armado abatiera a tiros a Agustín con armas de grueso calibre, este fue trasladado con heridas graves al centro de salud de la localidad, donde moriría unos instantes después. La narración no termina allí. Al ser notificado del ataque mortal a su hermano, Miguel se trasladó al hospital y al salir del edificio, fue asesinado a balazos por los mismos agresores que escaparon en una camioneta Toyota Tacomma.

Miguel Vázquez Torres era un gran defensor del territorio, docente en la comunidad de Barranquillas, y -la que fuera su praxis más importante- fungió como Comisariado de Bienes Comunales de Sebastián Teponahuaxtlán hasta el pasado marzo de 2017, defendiendo un proceso de resistencia de los agricultores wixárika por la recuperación de 184 de las 2000 hectáreas de tierras comunales en los predios de Piedra Bola y Bola Negra que se encuentran en conflicto desde hace 50 años con los grandes propietarios de Huajimic en el municipio de La Yesca, entre los límites de Jalisco y Nayarit. En 2010 fue parte primordial en la formación del Consejo Regional Wixárika por la Defensa de Wirikuta, siendo encargado de la Mesa Jurídica.

Grabémonos esta tesis: “el narcotráfico es una extensión histórica del capitalismo y su Estado”.

¿Alguien con ética podría estrechar la mano de quienes dan por alto a un México ensangrentado?

Para asumir la responsabilidad humanística y vitalista de lo que diría el reciente periodista asesinado, Javier Valdez, en una de las presentaciones de su libro: “Estamos contando muertos únicamente”, es necesario asumirnos en una guerra contra el Narco-Estado y quienes lo sostienen.

¿Quiénes están dispuestos?


Publicado el 1 de Junio de 2017 en:

http://rupturacolectiva.com/el-narco-estado-del-horror-una-semana-sangrienta-para-mexico/

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