El “otro” racismo

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Como muchas ya sabemos, el pasado 28 de junio se produjo una agresión racista en el metro de Barcelona, que fue grabado por dos amigos del agresor y posteriormente difundido por Internet. La noticia fue muy comentada en las redes sociales, y se consiguió identificar al agresor y a sus acompañantes, los tres de ideología neonazi. Tras su difusión, todas coincidieron en condenar la agresión, pero sin embargo, al igual que la izquierda no está exenta de reproducir actitudes machistas, muchas de ellas mostraron conductas racistas mientras manifestaban su rechazo (y también hubo algunos insultos homófobos hacia el agresor, pero no hablaré de ello debido a que solamente trataré del racismo). Éstas serán comentadas a lo largo del texto.

Para mencionar dicha agresión, muchas personas se refirieron al agredido como “el chino”, aunque sea procedente de Mongolia; y al agresor como “el nazi”, siendo este de origen ruso. En primer lugar, aunque ambos sean inmigrantes, se especifica la procedencia de la víctima (aunque mal), que no pertenece a la etnia caucásica dominante, a diferencia del agresor, a quien se le denomina por su ideología y no por su procedencia. Al igual que los medios de comunicación especificando la nacionalidad de una persona en casos de detenciones por los motivos que sean, parece que el origen de alguien es muy relevante si no es blanca ni occidental, por no decir que la expresión “el chino” ha adquirido un tono peyorativo, usado para insultar, como el caso de “el negro”. Dicha expresión también es usada, de modo racista también, para nombrar establecimientos dirigidos en su mayoría por personas procedentes de China, como alimentaciones o bazares, mientras que nunca se dice “el europeo”, por ejemplo. En segundo lugar, el agredido es de origen mongol, pero aun así se usa “el chino” para nombrarle. Al parecer, si alguien posee ojos rasgados es automáticamente calificado como “chino”, aunque sea de Vietnam, Japón o Mongolia. Por estas razones, la expresión ha sido normalizada por la sociedad, y nadie ve reparos en utilizarlos en los casos mencionados, ya sea para nombrar a una persona de ojos rasgados o una alimentación, llegando incluso a ser molesto para las propias chinas solamente con oír el gentilicio. Por otra parte, si lo comparamos con otras agresiones y/o asesinatos cometidos por fascistas en donde la víctima era blanca y occidental, vemos que en ningún momento se alude a su procedencia. No se llama a Carlos Palomino “el español”, ni tampoco a Pavlos Fyssas “el griego”.

Sin embargo, tras señalar lo anterior se presentaron justificaciones por parte de blancas y occidentales (vaya, qué sorpresa). Veamos algunos:

– “Es relevante señalar la procedencia de la víctima, ya que sus rasgos fueron motivo de la agresión.” El más repetido. Al decir que golpearon a la víctima por sus rasgos, implícitamente se le está culpabilizando. Claro, él, que tiene unas características físicas que no ha elegido, provocó que el agresor le golpeara. Esta justificación, y no exagero, equivale a culpabilizar a una mujer violada por “haber ido provocativa”. ¿Cuál fue la causa de la agresión entonces? La mentalidad racista dominante del agresor respaldada y alimentada por un sistema estructural de opresión racial. Tampoco es tan difícil, ¿no?

– Cito textualmente: “Una vez me llamaron sevillano y soy de Málaga, tampoco es para tanto.” Claro, no es para tanto para ti porque tú perteneces a la etnia dominante, que no has sufrido nunca la opresión racial. ¿Alguna vez alguien te ha insultado diciendo “sevillano”? Aquí se obvia el sistema de opresión racial existente, ya que pone a la misma altura la etnia dominante con una de las etnias oprimidas.

Otras personas simplemente ridiculizaban el hecho de que ciertas personas, a quienes posteriormente les tachaba de locas, les haga ver las actitudes racistas que han tenido. Cito textualmente algunos comentarios: “Es que si digo chino soy racista.” “He llamado chino a un oriundo de Mongolia. Soy la peor persona del mundo. En serio, déjalo…” “Déjala, no está bien, en serio… En su cabeza lo llamé así porque soy xenófobo, y lo hice porque al principio se dijo que era chino. De ahí a usar cualquier cosa que pasa en la vida para crear bulla nos demuestra que no está bien [de la cabeza]…”

Cabe destacar que en los medios se difundió la noticia denominando al agredido “un joven de rasgos asiáticos”. En mi opinión, esto tampoco sería correcto, ya que no todas las habitantes de Asia tienen los rasgos parecidos. Por ejemplo, las características físicas de las personas de la India son muy distintas a las de las coreanas, y las primeras son tan asiáticas como las segundas. Asimismo, tampoco todas las personas con rasgos asignados a “lo asiático” proceden de este continente: los inuit, por ejemplo, viven en las zonas heladas de Alaska, Canadá y Groenlandia.

Todas hemos sido educadas en una sociedad racista, en donde se nos inculcan estereotipos desde la infancia que contribuye a perpetuar el racismo. No solamente por declararte anarquista, comunista o marxista vas a acabar con todo lo que has ido interiorizando desde pequeña, ya sean actitudes racistas, machistas, homófobas, tránsfobas o especistas: se exige un trabajo de revisión y deconstrucción de privilegios por parte de los colectivos socialmente opresores para acabar con el fin de toda opresión. Y para ello es necesario escuchar a quienes sufren directamente las opresiones: una blanca caucásica occidental no puede decir qué es correcto y qué no en lo que se refiere a racismo, pues la etnia a la que pertenece es socialmente opresora de las demás. Menos aleccionar y más escuchar.

Yelin

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