La abstención es un gesto activo: La política de la dignidad

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Nota: ésta es una crítica simpatizante con el texto “La abstención es un gesto pasivo: La política del día a día”, al cual me gustaría resaltar los argumentos que yo personalmente considero acertados, así como complementarlo con otras ideas que se alejan de lo escrito por el compañero Liberty Cravan. Por lo tanto, se recomienda la lectura del primer texto antes de proceder con éste.

La abstención, lejos de ser un gesto pasivo, es tal vez uno de los gestos más activos en política parlamentaria. Entiendo como abstención el mero hecho de no ir a votar por el motivo que cada persona quiera adoptar. Esto abre un gran abanico de motivos: algunas personas no votan porque no tienen tiempo. Otras personas no votan por que les da pereza levantarse un domingo de la cama. Otras no votan porque no quieren legitimar el sistema electoral. Y otras personas pueden no votar simplemente porque no les da la gana ese día. Algunos motivos tienen un trasfondo político, mientras que otros no. Algunos motivos nos gustan más, mientras que otros tal vez los rechacemos tanto como el ir a votar. Pero lo mire como lo mire, veo que todos los motivos para abstenerse son activos.

Cuando vives en una sociedad como la del Estado español donde la televisión, la radio, y la prensa te bombardean inhumanamente cada vez que hay elecciones para lo que sea, el decidir no ir a votar se me antoja como algo activo. Cuando todo discurso socio-político de responsabilidad ciudadana, dignidad humana, y buen comportamiento gira alrededor de concurrir a elecciones y ejercer nuestro “derecho” constitucional, entonces, el no ir a votar y abstenerse me parece algo muy activo. Más cuando ese discurso hegemónico, institucional, y profundamente socializado se impone de una manera tan brutal (desde el colegio hasta la universidad nos enseñan el valor de “ir a votar”).  Abstenerse de votar no solamente es romper con las reglas del juego que nos quieren imponer, sino también una manera activa de decir que nos importa bien poco lo que nos quieran imponer. ¿Hay algo más activo que la rebeldía contra lo impuesto?

Si votar es lo “normal” en un proceso electoral, entonces abstenerse es lo “anormal.” Y para ser une anormal hay que romper primero con la comodidad de la cultura dominante. Se abstenga una persona por el motivo que sea, aunque sea por pura pereza, ahí encontramos una valiosa fuente de actividad. Cuando la cultura política dominante estigmatiza a la persona que se abstiene, cuando nos llaman “irresponsables”, o cuando nos culpan de todos los males electorales, entonces el no ir a votar se convierte en algo más que activo, pues implica una ruptura con toda normalidad establecida (y esto no se hace por pasividad). Que se lo pregunten a les católiques que les da pereza ir a misa un domingo: me da lata ir pero voy por lo que pueda decir el vecino, la madre del vecino, o el párroco. El ir a misa (en este ejemplo tonto) sería cumplir con la normalidad de la (sub)cultura dominante en tu contexto. El no ir a misa, lejos de ser un gesto pasivo, es un hecho activo en tanto que se decide romper con la presión social y cultural.

Ahora, el tema que propone Liberty Cravan no solamente es si la abstención es un gesto pasivo o activo. El compañero escribe que la abstención activa no conlleva, necesariamente, a un aumento de la lucha diaria contra el capitalismo, la autoridad, y todo lo demás. Y bien cierto es: la lucha en la calle, en los puestos de trabajo, en las escuelas, y en todo lugar no depende directamente de la abstención activa, pues ésta ni crea consciencia de por sí ni lleva a ningún tipo de milagro. Estas otras cosas caen en otro terreno que poco o nada tiene que ver con la política institucionalizada. Aunque los nexos existentes entre prácticas políticas no institucionalizadas e institucionalizadas puedan ser de gran interés, no explican (o no pueden explicar) el valor ético que es intrínseco a la abstención. Sí, lo que cuenta para el cambio social en importante medida es eso que Cravan llama “la política del día a día.” Pero abstenerse de votar no conlleva mal alguno. [1] Puede que no conlleve mejora alguna tampoco, pero al menos garantizamos que no haya mal (cosa que no pasa votando).

La lucha en el día a día es fundamental, necesaria, e imperativa siempre que existan elementos de autoridad. Pero no considero que el concepto de “abstención activa” merme u obstaculice nuestra lucha libertaria. De hecho, no tengo muy claro si el uso de otro concepto aumentaría la militancia en sindicatos, grupos de afinidad, o redes horizontales. Como tampoco tengo muy claro de qué manera exactamente la abstención activa dificulta “la política del día a día.” Yo diría lo contrario: animemos a la gente a luchar, organizarse, y vivir con dignidad. Pero también animemos el boicot de uno de los mayores circos de la humanidad. Te abstengas por el motivo que te abstengas, bien por ti.

Notas

[1] Escribo que “no conlleva mal alguno” puesto que abstenerse no legitima un sistema político injusto y opresor. Es más, abstenerse no legitima la autoridad de las instituciones burocráticas ni a los estados-nación. Abstenerse en masa puede llevar a que un grupo nazi consiga 10 escaños. Pero votar en esas mismas elecciones a Podemos (por ejemplo) implica la reproducción de la autoridad fáctica y simbólica de todo aquello que el anarquismo critica. Sopesad vosotres mismes qué es más ético y práctico teniendo perspectiva histórica.

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