La policía.

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En apoyo a nuestros compañeros detenidos de forma premeditada el 25 de Abril a manos de la policía y del Estado totalitario al que sirven y obedecen.

Nuestra propia policía nos pega, nuestra propia policía nos desahucia. Desde que somos jóvenes. Nuestra propia policía nos reprime cuando señalamos la corrupción de aquellos a quienes ciegamente obedecen, de aquellos que les pagan el salario con nuestro dinero. Nuestra propia policía.

Nuestra propia policía es ciega, nuestra propia policía no distingue entre quienes solo tienen la legalidad artificial de ricos sobre pobres y quienes toda la legitimidad de igualdad entre iguales.

¿Por qué agredir a un ciudadanos es legal y contestar esa agresión es violencia?

Nuestra propia policía debe saber que, agredir a un ciudadano indignado, solo es legal porque alguien con más poder que ese ciudadano indignado lo escribió en un papel, pero es un acto carente de legitimidad y de racionalidad.

¿Se puede concebir algo más ilegítimo y retorcido que agredir a un ciudadano cuando está denunciando un robo que se ha cometido contra él? Bien, todo depende de quién sea el autor del robo. Si el autor del robo es el mismo que paga al policía agresor con el dinero del ciudadano agredido, entonces se dice que es legal.

Despierte nuestra propia policía.

Despierte nuestra propia policía y comprenda de una vez que su “trabajo” no puede consistir en agredir a sus conciudadanos. Pues esa actitud es una enfermedad y como tal deberá ser tratada.

Despierte nuestra propia policía y vea en el rostro del ciudadano a quien dispone a agredir: a su madre, a su padre, a su hermano, a su hija, al pueblo.

Despierte nuestra propia policía y sea consciente de qué principios deben preservar, de qué orden deben mantener, de a quién debe proteger y de quién debe protegerle.

Despierte de una vez la razón en ellos y repriman, en todo caso, al neonazi que bulle dentro de muchos de ellos.

Si nuestra propia policía no despierta, tarde o temprano será despertada por el ciudadano a quien pretende agredir para mantenerle atemorizado. Quizás despierte cuando el ciudadano les acorrale con su aplastante mayoría y con su aplastante argumento de querer vivir en paz. Quizás eso sirva para sacar al cobarde que lleva dentro nuestra propia policía.

Si nuestra propia policía no despierta a tiempo será una cuestión sencilla la que habrá que dilucidar: su sangre o la nuestra, será el final del camino, y no será la mayoría quien sucumba, pues no habrá suficientes balas ni porras para todos. No habrá legalidad en el mundo que ampare a la minoría opresora para quien trabaja nuestra propia policía, pues habrá llegado el tiempo de la legitimidad del ciudadano, el fin del reinado de su “legalidad” irracional.

Dótese el pueblo de su propia policía, en defensa de la legitimidad más absoluta de ayudar al débil y acabe ya el “orden establecido” de ayudar al poderoso dándole de beber la sangre de los débiles.

No de ni una vuelta de tuerca más nuestra propia policía, pues el hambre no tiene miedo, y el miedo no tiene freno. Y una vez que el final se desencadene, ya todo dará igual.

Retroceda nuestra propia policía por las buenas, ahora que todavía está a tiempo.

“De entre los esclavos, no hay más cobarde que aquel que protege al amo”

Radix

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