La psiquiatría no es una opción médica, es una herramienta de opresión (I)

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En el estado español de los años 70, se cuestionó radicalmente la función de la psiquiatría tradicional, se criticó su academicismo inmovilista y se planteó el desmantelamiento de los manicomios; principal sostén institucional. Se forjaron alternativas teóricas y prácticas, que se pretendían acordes con las necesidades de una sociedad que evoluciona. La práctica de la salud mental se implementó en el estado mucho más tarde que en otros países occidentales, donde los movimientos de reforma psiquiátrica se habían iniciado tras la Segunda Guerra Mundial.

Desde los años 60, la reforma psiquiátrica emprendida en casi el 80% de los países a nivel mundial, fue desplazando el eje de asistencia desde el hospital psiquiátrico al trabajo con la población afectada. Lo que supuso una cierta descomposición de la psiquiatría y la recomposición de una nueva disciplina de lo mental, esto comprendía nuevas políticas. La psiquiatría teorizaba e institucionalizaba la locura, ahora los dispositivos de salud mental debían cubrir prioritariamente tres conjuntos de demandas;

-Desviamiento del comportamiento social y normativo (psicóticos, alcohólicos, toxicómanos, psicópatas, etc…).
-Distintas razones por las que fracasaban en su adaptación social (neuróticos, depresivos, deficientes mentales ligeros, etc…).
-Las personas que presentaban mayor riesgo de enfermar (personas en situaciones críticas, grupos de avanzada edad, etc…).

La hegemonía ideológica de la salud mental no significó de hecho una novedad, fue la simple aceptación de superponer, adicionar enfoques y prácticas diferentes, manteniendo su heterogeneidad y evitando toda visión unitaria. Tras la reforma psiquiátrica de 1985 ha contribuido a la remodelación de algunos aspectos, pero aún a día de hoy hay comunidades autónomas que no poseen un plan de salud mental o que teniéndolo no lo han desarrollado. Y persiste el manicomio, aunque haya perdido su hegemonía, incluso hay indicios de que crece (hay hospitales psiquiátricos que vuelven a tener más de 1000 camas).

Las políticas de salud mental se han orientado hacia un asistencialismo pragmático, dejando a un lado la prevención comunitaria de los enfermos denominados crónicos. Son patentes las carencias e insuficiencias del llamado ¨tercer nivel¨ de atención. Muchas unidades de hospitalización psiquiátrica se han convertido en meros espacios de contención física donde es imposible que el enfermo pueda elaborar y trabajar un método real para salir de la crisis. En dicho sistema institucional se suele aplicar por la fuerza la ingesta de ¨Risperdal¨, un medicamente que induce unas 16-17 horas de sueño. Adaptación y felicidad psicofarmacológica serían sinónimas, la servidumbre aceptada de la población que adora sus cadenas y ama a sus amos sería inapelable. La ataraxia farmacológica es mentira y las promesas del Estado y del mercado de píldoras o técnicas que produzcan el bienestar propagado, no son sino falsedades para mantener la pasividad del pueblo a raya. El Estado sigue el modelo médico para la subvención y existencia económica de la psiquiatría y psicología clínicas. Por eso es imposible que “Salud Mental” suelte a esos pacientes porque si no debería salir del organigrama médico público.

Por otra parte, la existencia de pruebas objetivas en psiquiatría, llevaría a la psiquiatría a su propia muerte como especialidad separada de la neurología, perdiendo el 80% de su corpus teórico y no siendo válida como tapadera del sistema, dejaría de tener razón de ser. La psiquiatría debe aparentar ser lo que no es, una especialidad médica, pero con la condición sine qua non, de jugar en dos campos el médico y el de justificador médico de cualquier hecho sociológico/psicológico o actividad humana, con el aparente respaldo de la medicina. Al no existir ninguna prueba objetiva en psiquiatría, todo el mundo puede entrar en la categoría “enfermo mental”, todo el mundo está bajo la sospecha de ser un potencial enfermo mental.

Entre algunas de las prácticas en torno a los neurolépticos se encuentran las consecuencias más comunes;

-Parkinson, temblor, rigidez, incapacidad para sentarse, incapacidad para caminar y síndrome irreversible en las llamadas disquinesias tardías (anomalía que produce movimientos involuntarios de cabeza, lengua y tronco).

Se utilizan drogas de manera forzada, que ocultan los síntomas para que no se escandalice la sociedad bien pensante y moralizada. El manicomio persiste a pesar de haber perdido su hegemonía, es otra forma de violencia institucional. Dada la insuficiencia de la oferta sanitaria, se restringen los criterios de admisión y se acortan las estancias. A menudo, las altas son apresuradas, efectuándose antes de que el paciente se encuentre en las mejores condiciones, con lo que la mayoría tiende a reingresar una y otra vez, en una espiral casi irreversible de manera continuada o crónica.

PRÁCTICAS Y EVOLUCIÓN

-Lobotomía; se estima en 50.000 el número de víctimas que han sido mutiladas por la intervención todavía llamada así, que consiste en una ablación de los lóbulos frontales del cerebro, donde se sitúan las funciones superiores, la conciencia y el libre albedrío. Aún se practica.
-El electroshock remplaza definitivamente a la insulina y al metrazol por su fácil uso y ¨menores riesgos¨. Normalmente los pacientes no mueren, pero a menudo terminan el tratamiento con varios huesos rotos.
-¨Maquinazos¨; terapias electro convulsivas sin anestesia.
-Períodos de aislamiento en calabozos y baños de agua fría eran parte de los “tratamientos” con los que se atendía habitualmente a los pacientes.
-Medicación forzada bajo amenazas y ataduras que pueden llegar a durar hasta 13 días.
-Síndrome neuroléptico maligno; un paciente en tratamiento antipsicótico puede desarrollar un trastorno potencialmente fatal conocido como síndrome neuroléptico maligno (SNM). Aunque es más frecuente su aparición por el uso de neurolépticos de alta potencia, puede aparecer tras la administración de cualquier antipsicótico. Se desarrolla una rigidez grave y frecuentemente manifiesta cambios de estado mental, incluyendo delirios, fuerte ansiedad, hipofonía o mutismo, y ocasionalmente catatonia.

Pero más allá de ese tratamiento del dolor, la depresión o el insomnio, los nuevos mercaderes nos ofertan como estar en forma para trabajar más, o cómo hacer el coito mejor con viagra. También, cómo ser más positivos en nuestra recepción del entorno, en una apuesta por dimitir de cualquier deseo de cambiar el mundo externo a cambio de que deje de resonar en un mundo interno lleno de endorfinas que nos hagan ser felices a pesar de la dureza de nuestros amos. Ningún sensato estudio farmacológico puede frenar un mercado que coloniza a la vez a usuarios y prescriptores. El capital humano de un gremio hasta ayer despreciado por las multinacionales, los psiquiatras se han percibido como central por parte de los laboratorios y la función de mecenazgo parece imparable.

La psicofarmacología ofrecería al Estado algo así como un remedio genera para el agobio inespecíficos, que servirá para recoger a todos aquellos malestares que no fuesen acogidos: si un niño no acepta la disciplina escolar, con Nemactil seguro que se adapta. Si la familia es incapaz de contener el malestar del trabajo, un ansiolítico lo hará más llevadero. Si una anciana en estos tiempos es una cruz, unas píldoras la harán menos escandalosa.

¨¿Sabéis qué significa encontrarse frente a un loco? Encontrarse frente a alguien que conmueve los fundamentos de todo lo que habéis construido en vosotros, en torno a vosotros, la lógica… La lógica de todas vuestras construcciones.¨ -Luigi Pirandello-

Nota; Debido al volumen de textos, entrevistas y documentos clasificados que tengo en mi haber para este trabajo, he tenido que dividir el artículo en 3 partes. Siento las molestias.

Pavli

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