La represión como estrategia eficaz. La resistencia como actitud necesaria.

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En las últimas semanas hemos visto cómo la represión estatal ha aumentado en muchos puntos del planeta. Los estados griegos y español sean seguramente los casos más obvios, pero podemos identificar las mismas dinámicas a lo largo y ancho del planeta. Desde que irrumpiera la crisis financiera—global y sistémica—en el año 2008, los movimientos sociales de todo el mundo han venido agitándose, atrayendo cade vez a más personas y radicalizando a grupos ya existentes en localizados puntos del planeta.

No obstante, la represión es una condición sine qua non para la existencia de cualquier estado; el control de los grupos disidentes y las dinámicas de disuasión que persiguen la reproducción institucional son elementos fundamentales para la preservación de un modo organizativo tan artificial como el estatal. De esta manera, encontramos sonados casos de represión en los últimos tiempos: desde les 5 del Primero de Mayo—compañeres de Seattle acosades por el FBI—, pasando por las detenciones políticas de anarquistas en Grecia, hasta el despliegue policial en el CSOA La Traba el otro día en Madrid. Y la cosa va a más, porque cada vez estas actuaciones policiales son más recurrentes y, sobre todo, más intensas—sino que se lo digan a Alfon.

Todo esto sigue una lógica de reproducción estatal: los estados necesitan de legitimidad para existir—existencia que se da, entre otras cosas, por el principio de soberanía—y la legitimidad se consigue, entre otras cosas, repartiendo leña a les que se oponen a la realidad imperante. ¿Cómo funciona esto de “repartir leña”? Muy sencillo: primero se criminaliza a un colectivo que molesta, y después se aplica “todo el peso de la ley.” Así de simple. ¿Y cómo se criminaliza a la gente que discrepa? También es sencillo: mintiendo, manipulando, y controlando la opinión pública a través de los grandes medios de (des)comunicación.

Sin embargo, cualquiera con un poco de perspicacia puede ver que en la Red la sociedad civil se posiciona cada vez más con aquellos colectivos que sufren la criminalización estatal. Y es que las mentiras y las manipulaciones no funcionan tan bien en Internet—que es un medio mucho más libre y abierto que los canales convencionales de comunicación. Pero ojo, Internet funciona como un arma de doble filo: por una parte, ayuda a desmentir todas las patrañas que los estados nos intentan meter en la cabeza, pero por otra parte Internet puede reforzar manipulaciones ya inculcadas.

Un caso de manipulación-ya-inculcada es la desconfianza que se tiene en el Estado español a los black blocs—desconfianza que, por otro lado, no es exclusiva de nuestra región. Se empeñan en meternos en la cabeza que cualquier persona encapuchada trabaja “de tapado” para la policía. En el menor de los casos, a la persona encapuchada se la estigmatiza de “rabiosa radical”—negándole inteligencia y raciocinio. Les anarquistas somos les que más sufrimos este tipo de criminalización, la cual, es interiorizada incluso por colectivos “de izquierdas” y progresistas—aunque, después de todo, ¿quién pensó que la “izquierda” reformista estuviera en contra de las patrañas estatales?

Sea como sea, en todos los casos de represión estatal el ingrediente común es el miedo. Crear miedo funciona. Y es extremadamente sencillo. Basta con detener arbitrariamente a una quincena de activistas pacífiques para sembrar incertidumbre en los colectivos menos involucrados. Basta con desalojar una okupa para meter el temor en el cuerpo a todo un grupo de activistas anteriormente involucrados. Es verdad, en muchas ocasiones esto juega a nuestro favor, pues la represión puede ser motivo de refuerzo moral y colectivo. Pero al Estado le basta con difundir un par de vídeos y notas de prensa a través de las agencias de eso tan prostituido que llamamos “periodismo” para hacer dar con los huesos en el suelo a personas que antes estaban por la labor de resistir dignamente.

Y precisamente porque sabemos que las cosas funcionan de esta manera tenemos que ser capaces de resistir más y mejor. Muchas son las cosas podemos perder al resistir, cuantitativamente hablando sobre todo materiales. Pero tenemos mucho más que ganar: libertad y dignidad. Cualquier Estado, sea comunista, liberal, o vaya usted a saber qué, funciona bajo los mismos preceptos básicos: control, administración, y represión. La gente, al menos en Europa, está claramente “despertando”, sobre todo la gente joven—que no casualmente es la que más usa Internet. La represión refuerza nuestros sentimientos de identidad colectiva, pero el miedo es un arma muy poderosa que puede tumbar hasta al más fuerte de los castillos—y el Estado sabe muy bien cómo usar el miedo. No caer en la tentación de echarse atrás es lo fundamental en la situación actual: por cada desalojo okupemos dos casas más; por cada detención llenemos las calles con más ferocidad. “Que lluevan piedras”, dejó alguien escrito anónimamente en un muro de Madrid.

El mayor terrorista es el Estado, que no te engañen.

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