La revolución será copernicana o no será

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Y te preguntarás, ¿qué demonios es eso de que la “revolución será copernicana o no será”? Bueno, he de admitir que el título de este artículo lo pensé para llamar tu atención, porque la revolución, además de copernicana, es (y será) muchas más cosas. Otra cosa que has de saber antes es que este texto viene como respuesta al artículo de Lusbert “¿Por qué no hemos estallado?” que se publicó aquí en Regeneración hace unos días.[1] En lo básico concuerdo con el análisis que Lusbert hace en su texto: la sociedad capitalista de hoy día se caracteriza, entre otras cosas, por la indefensión aprendida, el individualismo liberal (que él llama burgués), y la falta de sentimiento colectivo. No obstante, creo que la causa final por la que seguimos manteniendo un sistema explotador y carente de libertad no es la falta de orientación política como Lusbert sugiere, sino algo mucho más profundo que no se articula del todo en su texto. Aquí es donde entra eso de “revolución copernicana.” Vamos a ello.

Indudablemente las personas que por casualidad nacieron “a este lado del mundo” son educadas y socialmente modeladas acorde con las normas y leyes del sistema de producción capitalista (al menos la inmensa mayoría de personas lo son). Desde que nacemos hasta que adquirimos las facultades necesarias para valernos por cuenta propia nos bombardean con todo un sistema de valores e informaciones que moldean nuestra visión del mundo. Esto es importante resaltarlo porque dichos valores no solamente informan nuestra perspectiva de la vida en términos de cómo es el mundo, sino que también lo hacen en términos de cómo ha de ser el mundo. Hasta aquí nada nuevo: la educación que recibimos desde la infancia condiciona el ser y el deber ser de la vida humana. Estos valores que son de naturaleza abstracta son sustentados y reforzados por la organización material de nuestra existencia. Por poner un ejemplo: no solamente nos enseñan a que la vida humana requiere de jerarquías y organizaciones verticales, sino que la organización material de la vida está diseñada para que así sea, y de esta forma tenemos profesores, jefes, policías (que representan la autoridad moral del Estado), etcétera. Otro ejemplo: nos enseñan a que la producción material de bienes y servicios es una de las metas últimas de la humanidad, y así queda reflejado en las estructuras de las organizaciones económicas y productivas que encontramos en las sociedades capitalistas.[2] De esto se derivan los elementos que mencionaba al principio: la indefensión aprendida como resultado de la aceptación de estos valores y formas organizativas, el individualismo liberal como resultado de la socialización humana en un sistema de valores depredador, la falta de sentimiento colectivo como resultado de la atomización proveniente de la organización capitalista de la producción, etcétera.

Lusbert señala en su texto algunas de las consecuencias nefastas más importantes: los sindicatos agacharon la cabeza ante la legalización de ciertas prácticas, las personas se contentaron con las concesiones que el Estado del bienestar concedió tras la Segunda Guerra Mundial, los sentimientos colectivos de identidad se destruyeron en los barrios al segmentar, especializar, y atomizar las relaciones humanas para que éstas fueran operativas en beneficio del sistema capitalista… Y más importante: la política pasó definitivamente a ser algo que una minoría elitista administra por un supuesto bien común de toda una comunidad. Ante estos problemas Lusbert sugiere una solución: más implicación política, más implicación en la organización de la vida humana. Razón no le falta: un cambio importante sería ver cómo las personas de las sociedades capitalistas adquieren un sentimiento colectivo de responsabilidad para con la organización de la vida. No obstante, como Octavio Alberola señala también en respuesta crítica-simpática con el texto de Lusbert, la articulación de la orientación política no tiene por qué resultar en la solución de nuestros problemas. [3] A lo que Alberola apunta es que las personas, por muy políticamente organizadas que estén, pueden seguir reproduciendo esos valores capitalistas que definen las prioridades de la vida humana. Él define una de estas prioridades como el deseo de conservar lo que se tiene. De su comentario se deduce que habla de lo que se tiene materialmente, aunque deja la puerta abierta para pensar que también las personas socializadas en el capitalismo puedan querer conservar lo que se tiene en abstracto. Como el propio Alberola señala, un buen ejemplo de esto es el partido político Podemos, el cual ha organizado un discurso político alternativo al del sistema dominante. La pregunta es obvia: ¿cambiará realmente algo?

Para entender eso de la “revolución copernicana” me tengo que poner un poco pedante con algunos conceptos filosóficos que pueden servir de ayuda a este análisis. Para ello tenemos que ir atrás en el tiempo hasta los tiempos de David Hume, importante filósofo escocés que defendió con muy buenos argumentos el empiricismo. Hume sugirió que todo conocimiento humano proviene de la experiencia, es decir, de lo que captamos con nuestros sentidos. Resumiendo grandes ríos de tinta filosófica, de esto se deriva que es imposible conocer la esencia de la naturaleza (de lo exterior, también se podría decir), que no sería nada más que algo existente en nuestros sentidos. Por fortuna, tras Hume vino al mundo otro filósofo de ideas muy distintas, Immanuel Kant, que propuso algo totalmente distinto: no todo conocimiento humano se deriva de los sentidos, sino que hay ciertas cosas que son a priori. Un ejemplo sencillo y algo absurdo pero que servirá: yo nunca he tirado un piano por la ventana, pero sé con certeza absoluta que si tuviera un piano en mi casa, y lo tirara por la ventana de mi comedor, el piano no volaría hasta terreno seguro para evitar ser destrozado sobre el asfalto de la calle. Hay algo en la esencia del piano que mi ser capta y me dice que no volará para ponerse a salvo, y éste es un conocimiento que viene antes de arrojar yo el piano por la ventana. De esta idea del conocimiento a priori Kant dedujo que la humanidad está llena de ideas que, de alguna forma, preceden a la experiencia de los sentidos. Y hasta aquí la pedantería filosófica.

Pasemos ahora a refrescar nuestro conocimiento histórico. Nicolás Copérnico, famoso astrónomo polaco, publicó  hacia mediados del siglo XVI en pleno Renacimiento geocéntrico su teoría heliocéntrica, es decir, su teoría de que la Tierra gira alrededor del Sol y no al contrario.[4] Lo que Copérnico hizo, aunque no tuvo grandes consecuencias inmediatas en la Europa de su época, fue una revolución de suma importancia, y de ahí que se hable de “revolución copernicana.” Si esto tiene importancia alguna es porque, como diría Kant, Copernico dinamitó por los aires todo un sistema de ideas y creencias que articulaban la vida humana de aquellos tiempos. ¡La Tierra no es el centro del universo! ¡La Tierra no es el centro de nada! Es decir, Copérnico demolió de una forma bella los a priori que estructuraban el mundo (ahora entiendes porqué empecé hablando por Hume y Kant). Lo más interesante de la revolución copernicana es que cambió todo sin cambiar nada. El mundo no cambió: con Copérnico o sin él la Tierra daba vueltas alrededor del Sol, pero los a priori dominantes de la época decían lo contrario. Al cambiar estas concepciones cambió toda una manera de ver el universo sin cambiar, materialmente, nada en absoluto. El Sol, la Tierra, y los demás planetas de nuestro sistema estaban ahí, dando vueltas tranquilamente. El problema era lo que pensaban las personas de la época, y por pensar de forma errónea el universo adquirió una forma que articuló muchas otras ideas: la importancia central de la Tierra, la explicación divina del universo y las relaciones humanas, la conservación del poder de la Iglesia Romana, etcétera.

De forma idéntica el capitalismo de hoy en día se reproduce generación tras generación. Estamos llenes de conocimientos a priori que informan nuestra visión túnel de la vida, y si digo “túnel” es porque estos a priori nos impiden con mucha frecuencia “salirnos del tiesto.” Cuando las ideas de producción, dominación, autoridad, y qué sé yo más se consagran en un sistema de valores, ideas, y organizaciones materiales entonces todo parece inevitable. La Tierra es plana y ya está. La Tierra es el centro del universo y ya está. El capitalismo y la autoridad son las mejores maneras de organizar a las personas y ya está. Da igual cuánta orientación y organización política tengamos si no rompemos con todo esto. De ahí que comparta la idea de que Podemos y cualquier otro partido político no solucionen nada: organizarán la política con discursos alternativos, ¡pero no rompen ninguno de los a priori esenciales que nos explotan a diario! Nos joden la vida y nos quedamos tan tranquiles porque así es como nos han ensañado a ver la vida. Las cosas son como son, y si te sales de este sistema de explicaciones vas por muy mal camino. Lo que Podemos y otra gente hace, para ponerlo sencillo, es decir: “no, puedes llegar al continente americano navegando hacia el oeste por el Atlántico, pero la Tierra sigue siendo plana, y si vas más allá te caes al vacío y te mueres, y no querrás morirte, ¿verdad?.” O en términos más realistas: “nosotres los de Podemos, que somos muy buena gente, vamos a cambiar este sistema explotador, pero vótanos y mantén la jerarquía dominante porque si no no conseguiremos nada.” Dicho y hecho.

La revolución social será copernicana o no será, porque no queda otra. Hay que romper con los a priori, estar en constante movimiento manteniendo la tensión crítica entre ideas y realidad material. Combatir con las ideas y los hechos para no quedarnos estancades en “sistemas geocéntricos.” Pero la revolución social también será copernicana porque cuando suceda, y todo cambie, nos daremos cuenta de que todo ya estaba ahí, esperando a ser dinamitado. La anarquía no es algo que se realizará en el futuro: la anarquía es algo que nace de las potencialidades que ya existen aquí y ahora. Si no lo vemos es porque no queremos o porque no nos dejan (que viene a ser lo mismo una vez que sabemos qué es la indefensión aprendida).

Esperar es morir.

Notas

[1] ¿Por qué no hemos estallado? Por Lusbert: http://www.regeneracionlibertaria.org/por-que-no-hemos-estallado

[2] Queda fuera de lugar debatir aquí si es la organización material la que crea los valores abstractos o al revés. Obviemos por el momento esta pregunta de difícil respuesta.

[3] El comentario de Alberola se puede leer en http://www.alasbarricadas.org/noticias/comment/26092#comment-26092

[4] Cabe mencionar que Copernico no fue el primero en la historia de la humanidad en articular dicha teoría, aunque sí que fue la primera persona que presentó un modelo matemático que no dejaba lugar a dudas sobre la teoría heliocéntrica.

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