La semana negra de la libertad ideológica

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El pasado mes de febrero, y en el espacio temporal de tan solo una semana, conocimos tres noticias de actualidad social separadas entre sí, que analizadas conjuntamente resultan preocupantes y un claro indicio de la nula libertad ideológica que se respira en el Estado español.

La primera de estas noticias fue la confirmación de la condena por el Tribunal Supremo al rapero balear Valtonyc, que le sentencia a entrar en prisión un total de tres años y medio por las letras de sus canciones contra la monarquía y la represión de las fuerzas de seguridad. Le han condenado por los delitos tipificados en el Código Penal español como incitación al odio, injurias a la Corona y enaltecimiento del terrorismo. Recientemente Valtonyc ha publicado un nuevo tema musical en youtube reafirmándose en sus críticas hacia las instituciones del Estado y su autoritarismo.

La segunda fue la retirada de la obra “Presos Políticos” de la feria de Arte Contemporáneo de Madrid (ARCO) que se celebraba en el pabellón de Ifema. Su autor, el artista Santiago Serra, había seleccionado más de veinte imágenes de presos políticos en el Estado español, pixelándoles la cara y explicando en un breve resumen la represión que han sufrido en cada caso. Ese mismo fin de semana la obra se presentó en la Fundación Anselmo Lorenzo, de Madrid, teniendo un gran acogimiento entre público crítico con la represión.

La última noticia fue el secuestro del libro ‘Fariña’, escrito por Nacho Carretero, y publicado por la editorial Libros del K.O., que trata ampliamente las diferentes tramas de corrupción ligadas al narcotráfico en Galicia, salpicando a personajes de las altas esferas políticas y empresariales. La respuesta de muchas librerías ha sido la defensa incondicional de este libro, y además en las redes sociales se ha puesto a disposición de muchas personas libremente.

Numerosas campañas, colectivos sociales y políticos, o personalidades individuales hablan de un retroceso en la libertad de expresión en el Estado español. Hace poco nuestro compañero Boro, del medio de comunicación La Haine, nos indicaba que seguramente tenemos que comenzar a hablar más apropiadamente de la abolición de facto de la libertad ideológica. Todos los días se expresan muchísimas opiniones públicamente, que si parten desde entidades oficiales, individuos u organizaciones de extrema derecha, no son condenadas socialmente ni juzgadas institucionalmente. Solo aquellas expresiones desde la izquierda o voces decididamente críticas con las cloacas del poder político español son llevadas a la palestra, y condenadas socialmente en los medios de comunicación.

Esto demuestra que la libertad de expresión no es ningún tesoro a defender, no soy partidario de que nos aferremos a un derecho al fin y al cabo creado por la misma autoridad que nos reprime. Sin la libertad de pensamiento e ideológica como ejercicio autónomo y colectivo, el derecho de la libertad de expresión pierde su sentido completamente. Además, en el caso particular del Estado español, todos estos derechos que se le suponen a una democracia liberal, quedan suspendidos si atendemos al devenir histórico autoritario desde el Franquismo hasta la Monarquía en la actualidad, heredera directa de su régimen antecesor.

En los círculos de activismo político cada vez somos más conscientes y menos temerosos de hablar de dictadura autoritaria en el Estado español por los episodios de represión continuada y cotidiana que sufren las organizaciones en contra del régimen político. Sin embargo, el punto clave donde debemos detenernos a analizar sería en la estrategia que habría que utilizar para extender esa idea que nosotros y nosotras tenemos clara, y que sea compartida socialmente desde una perspectiva mayoritaria. Es evidente que no podemos confundir estrategias, tácticas y campañas con el análisis ideológico y nuestras conclusiones como personas organizadas en colectivos sociales. Cada nivel mencionado requiere de sus espacios y dinámicas, de la reflexión colectiva para encontrar los mejores medios, o crearlos, y para comunicar efectivamente nuestras conclusiones sin interferir en las mismas a través de una decisión poco conveniente que acabe tergiversando el mensaje. En la actualidad vivimos una cultura generalizada de la inmediatez, de la actuación apasionada, automática y de la repetición robótica sin reflexión profunda detrás, debemos cuidarnos mucho de eso al tratar de la manera más honesta y coherente posible la represión ideológica.

Además, hay que ser conscientes de que actualmente la sensación de deriva autoritaria hacia la vulneración de la libertad de expresión es motivada porque conocemos mejor los casos de represión y las redes de colectivos para darlos a conocer funcionan correctamente, gracias también en gran parte a la difusión tecnológica. Otro factor es la notable extensión de organizaciones que cuestionan el régimen político español desde muchos ámbitos distintos, que aunque no quiera decir que el fin del mismo esté cercano, sí que se ve reflejado en el aumento del hostigamiento y la represión social, y las condenas que pretenden servir de ejemplo y advertencia al resto de las organizaciones comprometidas con una transformación radical de la sociedad.

Conviene pararnos a reflexionar que la represión es inevitable si nuestro objetivo es subvertir por completo este sistema desigualitario y de dominación, y como comunidad social consciente debemos entender que no por reclamarle el cumplimiento de derechos a las mismas instituciones que nos reprimen estamos avanzando en el fin de la represión, sino acrecentando que a una mayor respuesta social, la escalada de represión se incremente y sigamos dentro del mismo círculo sin romper la baraja. ¿Esto quiere decir que ante la represión no debemos hacer nada? Por supuesto que no, pero debemos ser creativos e y consecuentes en nuestras repuestas y caminos a tomar frente a la misma.

El fin del capitalismo dominante es el fin de su represión y viceversa, ambas son variables que están íntimamente unidas. Es posible que la clave se sitúe no ya en exigir el fin de la represión como un grito de rabia y desesperación, pues mientras siga habiendo un régimen autoritario seguirá habiendo represión, ni siquiera en reformarlo para no sentir la represión más evidente, sino en potenciar los cuidados mutuos, precauciones legales, cajas de resistencia, abogados afines… y todos aquellos mecanismos que nos faciliten continuar con nuestra lucha para construir otro mundo radicalmente distinto al que padecemos actualmente.

 

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