Los trenes de la unión popular

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La sumisa ciudadanía del Estado español expresó su soberanía como pueblo en las elecciones del 24M-2015. Las papeletas con los votos se introdujeron en las urnas, las cuales fueron posteriormente abiertas y recontadas. Los resultados nos trajeron en muchas regiones del Estado español una dinámica de pactos entre diferentes agrupaciones políticas, que tras sus tira-y-afloja dieron lugar al nuevo mapa político. Los periódicos se llenaron de infografías y mapas coloridos con viejos y nuevos colores demarcando las distintas regiones de nuestra geografía.

Las elecciones también nos dejaron otras perlas que pasarán a la historia de la política del Estado español. Esperanza Aguirre infundiendo miedo: “que llegan los soviets, ¡ojo, pactemos con el PSOE y C’s para impedirlo!” O Rajoy intentando convencer a sus votantes que el PP había sido el partido ganador a todas luces. ¿Y qué me decís de Pablo Iglesias moderando su discurso político a la vista de ganar más votos? ¿O de toda la basura desplegada por la derecha y la supuesta “izquierda socialista” sobre Guillermo Zapata? Pues eso, perlas que quedan para la historia.

Pero de entre todas estas joyas me quedo, sin duda, con los lastimeros discursos de “unión popular” de Alberto Garzón y con las ansias de poder de Podemos (que quieren unión popular siempre y cuando Pablo Iglesias y su “marca” Podemos lleguen a la Moncloa). A esa sumisa ciudadanía, estos personajes (y más), le hablan de hacer “nueva política.” ¡Eh, que la casta se cae, llegó la nueva política! También le hablan de “procesos históricos”, de “aceleración histórica”, de “cambios sistémicos.” Parece que antes del 24M-2015, para estas personas, la historia no se movía, ¡ahora avanza a pasos de gigante! ¡Gracias, Podemos!

Pero lo cierto y verdad es que la historia se movía y a buen ritmo. Y lo seguirá haciendo al mismo ritmo tras las elecciones de Noviembre, gane quien gane el circo electoral. Y es que nos intentan colar, de nuevo, que la socialdemocracia funciona, que el Estado si está controlado por “buenas manos” funciona de maravilla. Lo que hace falta es buena gente sentada en los despachos de importancia. Manuela Carmena, una jueza en el pasado, haciendo “buena política” en la ciudad de Madrid. De Madrid al cielo, o más bien de Madrid a la “verdadera democracia.”

Pero como dicen en Grecia, “perro viejo no muere pronto.” Como tampoco lo hacen las ideas viejas por mucho que se maquillen de novedad y cambio. Quieren cambiar las formas para mantener el contenido, y si es necesario confundir formas con contenido, pues se confunde (y a lo grande, que para eso todos estos personajes tienen espacio suficiente en los medios de comunicación). Lo más triste de todo, dejando de lado el “buenrollismo” de Garzón y compañía, es que esa ciudadanía soberana del Estado español se terminará creyendo, una vez más, que estamos ante un momento histórico de gran envergadura. Todo cambiará, o todo “puede” cambiar, pero solamente si vamos a las urnas con la papeleta acertada en mano.

Claro, que también está aquella persuasiva idea de que estos partidos políticos de la “nueva política” solamente hacen que llevar a las instituciones las voces de la calle. Que si las mareas en Galicia, que si las asambleas de Madrid, que si los círculos de Andalucía… todas esas voces tendrán cabida en el nuevo gobierno de la nueva política. Pero recordad, solamente si vamos a las urnas con la papeleta correcta en las manos. Depositemos nuestra confianza en que otras personas pueden hacerlo mejor desde las instituciones, que todo esto es un problema de gestión y corrupción. El bipartidismo está podrido, y la salida está en introducir nuevos partidos, con nuevas voces y nuevas caras. Lo nuevo es bueno. Pero qué os voy a contar, estamos ante una “aceleración histórica” que conllevará un cambio sistémico.

Ciudadanía del Estado español, ¿cuántas decepciones más os tenéis que tragar para empezar a pensar que tal vez el problema no son las personas gestoras del Estado sino el Estado en sí? ¿Cuántas tonterías más tenéis que escuchar para empezar a creer que no necesitáis líderes y lideresas? Y hablando de tonterías, al parecer Manuela Carmena dijo hace unos días que durante la campaña electoral ella se sintió más “renovadora” que el activismo de calle, el cual está anclado en viejas ideas que no se mueven. Vamos, que es terco como un burro viejo. Y esto lo dice una jueza, esas personas que aplican las buenas leyes del Estado para encarcelar a gente en operaciones como la Pandora o la Piñata. Ciudadanía del Estado español, vives en una absurda realidad administrada gota a gota a través de las pantallas de tus televisiones. Y ahora que te han dado las asambleas y los círculos piensas que la historia se acelera. ¿Y hacia qué lugar nos lleva esta historia acelerada? Porque si el destino final es un lugar gobernado por ex-jueces e intelectuales de universidad yo casi que me bajo del tren aquí mismo, me da igual que esté acelerado y en marcha que yo igual me tiro.

No obstante, tened claro que existen trenes alternativos que corren por raíles muy distintos. Puede que el servicio a bordo no sea de 5 estrellas como los trenes de la institucionalidad, como también puede que el billete salga más caro (algunas personas lo pagan con sus huesos en la cárcel). Pero por existir existen y se aceleran cada vez que los otros trenes incluyen más vagones en sus rutas hacia la toma del Estado. En estos otros trenes la locomotora no está comandada por tipos con coleta o hijos de ex-jueces, y los trayectos no discurren en la calma lineal tan típica de los raíles institucionales. Las rutas, aquí, cambian segundo a segundo, unas veces yendo más despacio y otras yendo más rápido. El destino tampoco está muy claro, pero con seguridad no es el Estado ni sus instituciones.Y esto no preocupa al pasaje. Exacto, no preocupa porque lo que se valora es la experiencia de convivir, de crear vínculos estrechos, de saborear emociones intensas repletas de amor y odio a partes iguales. Se valoran los espacios libres de tonterías discursivas y de promesas vacías, y es así porque a las palabras se le dan su justa importancia para que no dejen nunca ciega a la acción. La acción de vivir con otras personas de manera intensa, de experimentar la vida con personas dispuestas a subirse ellas mismas a la locomotora y olvidarse del vagón-cafetería.

Electorado del Estado español, no vives más en comunidad por ir de la mano a votar. Y desde luego poco vas a cambiar de esa forma. Las urnas y los despachos de importancia quedan muy lejos de donde la vida emana, de las calles, de los barrios, de los problemas y de las alegrías que nos dibujan sonrisas en la cara.

Electorado del Estado español, no estás más vivo ni eres más libre por decidir. El decidir nunca hizo libre a nadie. El hacer, en cambio, movió y moverá montañas. Y solamente en servidumbre otras personas hacen por ti lo que tú puedes hacer por ti mismo. Que no te dé miedo a cambiar de tren. Como dijo con acierto el Comité Invisible, el cambio no estaba en las asambleas del 15M, sino en los campamentos donde la vida se encontraba, una vez más, así misma.

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