Opinión: La revolución colocada [+ Recomendación de lectura]

Por Dikastis
9 min. de lectura

¡Hagamos autocrítica!” decimos siempre las anarquistas. Pero cuando llevamos a buen puerto esa premisa, solemos acabar tratando temas teóricos, históricos o incluso, metodológicos, pero el que más nos cuesta tratar, muchas veces, es el tema actitudinal: deconstrucción del machismo, lucha antiespecista y anti-antropocéntrica, consumo de drogas… En esta entrada nos centraremos en este último punto: el consumo de drogas desde el prisma libertario.

¿Es sólo una decisión individual?

 Simpre que analizo este tema desde una perspectiva crítica, las compañeras suelen tratar de rebatir mi posición con argumentos un tanto simplistas. Uno de ellos, repetido hasta la saciedad vendría a ser el siguiente: “pero somos anarquistas, no podemos decirle a la gente que no se drogue, cada uno es libre de hacer lo que quiera”.

La fuerza del argumento se halla en la última parte “cada uno es libre de hacer lo que quiera”.
Estamos constantemente tratando de mejorar nuestra perspectiva de cara a las masas y no hacemos más que repetir, una y otra vez, una serie de consignas que no se distinguen mucho de las de aquellos que atacan con palabrería nuestro ideal, como es en este caso.
Libertad no es libertinaje.

Las drogas (tomando como definición de estas, todas aquellas sustancias capaces de inhibir o alterar ciertas capacidades físicas y mentales) suelen afectar a más de un individuo y por lo tanto, pueden convertirse en un problema social.
En el caso de las drogas legales, como el alcohol y el tabaco, es inevitable observar cómo no son sólo una decisión individual (realmente sí, pero la consecuencia es colectiva), sino que afectan a terceras personas (o animales no humanos).

En este punto tocaremos la primera variable, ya que todas las drogas son distintas: su afectación en función del ámbito de uso.

El ejemplo más claro del factor “tercerpersonista” del alcohol lo vemos en los accidentes de tráfico  aunque también, en menor medida, en casos de violaciones o acoso sexual (teniendo en cuenta que al desinhibirte, te conviertes en una persona capaz de hacer cosas que en un estado de sobriedad posiblemente no harías).

En el caso del tabaco también nos encontramos con dos ejemplos de afectación a terceros: complicidad con la experimentación en animales y creación del “fumador pasivo”.
Si bien es cierto que el primero nos lleva a pensar “pero también existen tabacos no testeados” (cierto, pero suelen ser pequeñas empresas filiales a grandes marcas que si que testean), el segundo es un caso irrebatible. Fumar al lado de un no fumador es inferir en su salud, no hay más, y eso es profundamente egoísta y contrario a un ideal colectivo.

Teniendo en cuenta esto, nos encontramos con otro argumento “pero si lo hago en mi casa, sin molestar a nadie, no afecto tanto”.
Es cierto, en gran medida, ya que reduces la afectación sobre personas (no sobre animales no humanos, aún así). Pero seamos realistas, si bien el tabaco sí puede emplearse en soledad, ¿cuánta gente abusa del alcohol en esa situación? Una minoría. Por ello hablamos de que el alcohol es una droga social la cual, difícilmente se empleará siguiendo el argumento de más arriba.

Dentro del campo de las drogas ilegalizadas, nos encontramos en una situación similar. Gran parte de las drogas son exportadas e importadas por mafias que se dedican a la elaboración, comercio y/o distribución.
Supongo que puedo omitir el motivo por el cual estas mafias son todo lo contrario a lo que el anarquismo propone…

Sin entrar más en profundidad, puesto que tan sólo quiero tocar cada punto por encima, también haré de abogado del diablo diciendo que no es lo mismo comprarle unos gramos a un camello en una rave que fumar un porro en casa de una planta tuya.

Contrarias a la liberación

Para este parágrafo quiero dejar clara una cosa: no todas las drogas afectan de la misma forma y por lo tanto, también su capacidad adictiva es distinta en cada sustancia.

En este punto podemos analizar otra variable: su afectación en función de la adicción.

El anarquismo propunga la abolición de toda autoridad sobre la totalidad del colectivo y con ello también, sobre cada uno de los individuos.
Partiendo de esta premisa, ¿si nuestro némesis es la autoridad moral, religiosa, económica o política (o en cualquier forma), no es contrario a nuestro ideal, precisamente, la creación de una nueva autoridad, esta vez, encima, artificial?

Una porcentaje de las drogas genera adicción mediante aditivos artificiales (el tabaco es su máximo exponente), generalmente, con la intención de que vuelvas a consumirlas debido al hecho de estar esclavizado a lo que ya no se distingue entre necesidad y vicio.

Otro porcentaje genera una adicción más débil (por el hecho de que no hay un aditivo que influya a seguir consumiéndola o incluso, dañándote a la salud cuando dejas de consumirla, como son el alcohol o las benzodiacepinas).
Esta adicción “débil” está estrechamente vinculada con el efecto que produce tras su consumo (generalmente placentero o relajante). Dentro de estas se encuentra la marihuana, la cual puedes dejar de consumir fácilmente, pues no crea una adicción por aditivos.

En resumen, en ambos casos estás sometido a su uso: en el primero por adicción, en el segundo por gusto.

Financiando al capitalismo

Sé que sonará tan repetitivo como lo de “un anticapitalista no ha de pisar un McDonalds”, pero me parece una simple cuestión de coherencia.

Por desgracia, diariamente nos enfrentamos a situaciones que nos crean una tremenda disonancia cognitiva en relación a nuestra ideología y con las que debemos lidiar (trabajo asalariado, sistema de mercado…).
Pienso que, precisamente, por el hecho de estar sometidos a tantas situaciones que se contradicen con lo que promulgamos, debemos evitar todas aquellas que podamos.
Aquí entra mucho en juego la ética de cada uno y la consideración del entorno. Nadie es mejor que nadie por escoger una, otra o todas las opciones, pero si que me parece un ejercicio de madurez considerar su evitabilidad.
Esto engloba tanto nuestras actitudes (evitar actitudes segregacionistas, machistas, racistas, capacitistas…) como nuestro consumo diario y su procedencia (que puede implicar temas de comercio justo, veganismo y antiespecismo, o porque no, drogas).

No creo que haga falta añadir nada más, en el primer punto ya he hablado sobre el vínculo entre algunas drogas y las mafias sobre el cual me gustaría incluir también la mayor mafia: el estado (mediante los impuestos “extra” sobre tabaco y alcohol).

También se puede hacer hincapié en su potencial históricamente contrarrevolucionario: página 45 del PDF.

Este tema es tremendamente extenso y no considero necesario extenderme más en este post, ya que solo pretendo analizar un tema, por encima, que mucha gente rechaza tratar (porque de alguna manera, se sienten atacados, incluso).
Tampoco pretendo erigirme de gurú ni llamar “contrarrevolucionarios” a aquellos que se drogan, como ya he dicho, me parece un asunto más a tratar dentro de la autocrítica y la madurez como anarquistas.

Por último, animo a cualquiera a exponer sus opiniones y por supuesto, a reflexionar sobre el tema y recomendaros la lectura de “Drogas ¿Una opción personal?” (un genial análisis de una variedad de drogas desde el punto de vista revolucionario).

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