Orígenes y evolución del Estado Islámico. ¿Por qué no interesa combatirlo?

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Introducción.

Para comprender aproximadamente las raíces de la situación geopolítica actual, debemos comenzar por cuestionarnos el propio término del orientalismo. Esta tendencia marca unas líneas teóricas demasiado estrictas sobre el estudio de lo que se ha denominado culturalmente como Oriente. Según el teórico palestino-estadounidense Edward Said, el orientalismo describe una realidad sesgada desde la postura dominante e imperialista, vertiendo una idea de representación teórica única. Nos muestra culturalmente a Oriente como una categoría desposeída de evolución interna propia, generando conceptos de conocimiento a partir de estereotipos y concluyendo que Oriente y Occidente operan como términos opuestos.

En las siguientes líneas trato de hacer un breve repaso a los orígenes y la evolución del Estado Islámico para tratar de esclarecer algunas informaciones tergiversadas desde los medios de comunicación de nuestros países. A pesar de todo, soy consciente de que habrá muchos detalles y algunos actores que me dejaré en el tintero, espero que me sepáis perdonar y entendáis que el análisis geopolítico internacional es demasiado complejo como para condensarlo en tan solo un artículo. Con todo ello quiero ofrecer algunas conclusiones útiles para comprender mejor la realidad que nos rodea, no deseo abocar a nadie a un panorama apocalíptico, pero seamos conscientes de que nuestra cotidianeidad está sumida en la violencia, debido a unas guerras que deciden unas pocas personas con intereses económicos muy concretos.

Islamismo autoritario para acabar con el baazismo árabe.

Durante el periodo de la Guerra Fría, cuando estaban enfrentados los bloques antagónicos en cuyos ejes se situaba la hegemonía mundial, comunismo frente al capitalismo, comienzan a fraguarse ideas anticolonialistas en el mundo árabe. En este contexto surge una corriente nacionalista árabe, socialista y laicista, el conocido como baazismo. Tras fundarse el Partido Baaz Árabe Socialista, este llegó al poder en Siria en 1963 hasta la actualidad, con Bashar Al Assad en el contexto de guerra civil iniciada tras la rebelión del 2011. En 1966 el Partido Baaz se dividió en dos facciones: la pro-siria y la pro-iraquí. Los baazistas gobernaron Irak desde 1968 hasta la caída de Saddam Hussein en 2003 durante la invasión de Irak  por parte de Estados Unidos y sus aliados.

En Afganistán, tras el triunfo de la Revolución de 1978, tomó el poder un gobierno marxista que impulsó distintas reformas para transformar a Afganistán en una república socialista y democrática. El gobierno de Estados Unidos ayudó en la creación de un movimiento anticomunista local fuerte conocidos como muyahidines o yihadistas. El yihadismo posee un ideario teocrático fuertemente arraigado en una interpretación fanática del Islam y absolutamente autoritario en lo político. Este grupo sostenido económicamente por Estados Unidos, fue armado y entrenado por la CIA para desestabilizar la política interna y provocar una guerra de diez años de duración. El más famoso de estos yihadistas fue Osama Bin Laden, de origen saudí, quien creó en esos años la red Al Qaeda como una coordinadora de inteligencia de los muyahidines.

Desde el comienzo de este siglo, el capitalismo triunfante tras la caída del sistema soviético, ha tratado de reorganizar sus estrategias y sus posturas geopolíticas poniéndolas a disposición de las necesidades de la economía actual. De esta manera, una región riquísima en recursos muy codiciados, principalmente petróleo, con un mercado muy fértil y libre de los obstáculos políticos que suponen las viejas social-democracias europeas, es el principal objetivo del capitalismo salvaje. Con Estados Unidos como salvaguarda de estos intereses, y otros países aliados al frente, se inicia una estrategia perfectamente programada para desestabilizar el mundo árabe comenzando por descabezar los regímenes baazistas de Irak y Siria. Como ya sabía Estados Unidos por experiencias previas, la mejor manera de derrocar a estos países y con ello toda la zona de Próximo Oriente, era apoyando una guerrilla con una postura religiosa fanática, autoritaria y contraria al laicismo. Al mismo tiempo, la existencia de este elemento desestabilizador a favor de sus propios beneficios, serviría culturalmente de perfecta justificación para un intervencionismo político y construir una idea de guerra permanente, de un enemigo omnipresente y de shock constante.

Estado Islámico, enemigo muy amigo.       

El Estado Islámico es un autoproclamado Califato islámico y actualmente está asentado sobre un amplio territorio de Irak y Siria. Esta institución se organiza como un Estado, ya que controla varias ciudades como Mosul, Faluya o Al Raqa, siendo esta última su capital. Reclamándose como entidad religiosa única de todos los musulmanes a quienes aspira a controlar bajo un solo territorio, ideológicamente impone una interpretación política ultraconservadora de la Sharia, o ley islámica, que marca un código de conducta moral estricto a todos los niveles.

La primera etapa de construcción del Estado Islámico se produce durante la invasión de Irak y el derrocamiento del gobierno de Sadam Husein. Durante el periodo de insurgencia iraquí, se crea una red de resistencia yihadista comandada por Abu Musab al Zarqaui. Poco tiempo después este grupo se une a Al Qaeda, que no existía previamente en Irak.  Además, Estados Unidos, crea un gobierno títere de la rama chiita, mientras que más de la mitad de la población iraquí son suníes. De esta manera, y bajo la vinculación del embrionario Estado Islámico a la red Al Qaeda, la población suní prefiere aliarse con la insurgencia yihadista que apoyar al gobierno chiita, adversarios religiosos en el seno del islamismo. En 2010 es asesinado al-Rashid al-Baghdadi, el dirigente del Estado Islámico de Irak, que tenía su bastión al norte del país, y fue sucedido por Abu Bakr al-Baghdadi.

La segunda etapa ha sido la consolidación del Estado Islámico a partir del año 2012, una vez estallada la guerra civil en Siria, que enfrenta al gobierno de Bashar Al Assad, frente a los conocidos como rebeldes sirios por un lado, y frente al pueblo kurdo de la región de Rojava por otro lado. El presidente sirio contaba con una fuerza política consolidada desde hace bastantes años, por lo que, en un intento por desestabilizar nuevamente la región al calor de las primaveras árabes, Estados Unidos comienza a apoyar a los precursores del Estado Islámico en Siria, organizados en el llamado Frente Al-Nusra.

Además de esto, Estados Unidos organizó a Arabia Saudita y Turquía para que financiaran y apoyaran a los rebeldes en Siria, y muchos miembros de sus filas han engrosado posteriomente el ejército del Estado Islámico. Arabia Saudita profesa principalmente el wahhabismo, una corriente islámica socialmente anclada en el fanatismo religioso. Es decir, que ideológicamente se sitúan bastante próximos al Estado Islámico.

A su vez Turquía persigue sus propios intereses en la región, algo demostrado por el hecho de no haberse unido a los ataques aéreos contras las posiciones del grupo yihadista en Siria. Sin embargo, a Turquía tampoco le interesa que sean fuertes los kurdos que combaten contra el Estado Islámico al norte de Siria, ya que el pueblo kurdo se encuentra en pleno proceso revolucionario basado en el Confederalismo Democrático, una ideología libertaria, ecologista y feminista, promulgada por Abdullah Öcallan, preso político en las cárceles turcas.

Conclusiones  

Pese a haber sido un actor protagonista en la creación del Estado Islámico, EE.UU., junto con los gobiernos europeos, se presentan al mundo como el principal enemigo del mismo. Sin embargo, las evidentes fragilidades a la hora de combatirlo debido a la ausencia de una estrategia coherente, ponen de manifiesto la nula voluntad y compromiso político para poner fin a unas hostilidades, que generan unos grandísimos intereses para el capitalismo global.

En realidad, los gobiernos europeos y norteamericano pretenden dividir a la humanidad en una guerra fraticida entre culturas o religiones, frente a esa situación debemos poner nuestro compromiso de luchar por la solidaridad entre los pueblos. Existen otros actores que no he podido mencionar, como Rusia y China, que se mantienen latentes y a la espera de sacar tajada de todo este escenario geopolítico mundial. Los millones de refugiados que se juegan la vida por llegar a Europa huyen de masacres que se repiten a diario, mientras los verdaderos terroristas no cruzan en barco surcando el mar, sino en aviones de primera clase y con dinero en las carteras.

No obstante, los sectores más nacionalistas y chovinistas de nuestras sociedades, aprovechan esta coyuntura para lanzar proclamas xenófobas y racistas que quedan como un poso en muchas personas. Debemos aprender a combatir esas posturas  racistas desde la multiculturalidad y la empatía con quienes sufren en el mundo al igual que los pueblos europeos sometidos por gobiernos autoritarios al servicio de las necesidades del capital.

El verdadero terrorismo es el imperialismo, aunque ahora se rasgue las vestiduras fingiendo sorpresa e incomprensión. Los grandes beneficiados de estas guerras son aquellos que, mediante la presión a los gobiernos políticos, y estos como cómplices, han generado una situación de caos y nula existencia de cualquier derecho en la región de Próximo Oriente, con la rentabilidad que supone que esta región ahora sea un espacio geopolítico libre para negocios con armas, drogas y petróleo. Su mejor herramienta para continuar perpetuando esta situación de intereses creados sigue siendo el Estado Islámico.

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