Principios y estrategia

Por Lus
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Cuando el jefecillo de Recursos Humanos dijo a la nueva trabajadora que tiene que domiciliar su nómina para recibir el pago de su salario, ella se negó a hacerlo. El jefecillo, sorprendido, le preguntó por qué, que él no puede pagar en negro y además facilitaba la transacción. Ella le contestó que no, que rechaza tener cuenta bancaria por principios. Al poco rato, le pegaron la patada. Y en lo que había podido ser su primer trabajo, ahora le tocó volver con la familia. Su sufrida madre tendrá que mantenerla humillándose por encontrar un trabajo ya que con la prestación por desempleo a duras penas pasaba el mes. El padre no trabaja, tuvo un accidente gordo y está en silla de ruedas. La pobre madre que ya tiene que cargar con el marido, ahora tiene que cargar también con la hija, que por principios no quiso entrar a la Universidad, solo terminó el bachillerato y no encuentra trabajo ni aunque se lo ofrezcan. Ella, que tiene tres platos de comida al día y tiene todo el tiempo libre del mundo, da lecciones a su madre por estar afiliada a un sindicato que no es anarquista y dar guerra desde ese sindicato, le habla de libertad, de revolución y cosas de esas mientras la madre prepara las comidas, limpia la casa, cuida del padre, tiene que ir a trabajar, paga la hipoteca religiosamente y todos los gastos de la casa. Ah, y critica luego a su madre su autoritarismo y mal caracter sin saber el estrés que lleva ella sometida y que la lleva a llorar en silencio por las noches para desahogarse.

Con esa ficticia historia, introduzco este artículo para reflejar unas contradicciones típicas entre la dichosa coherencia y la triste realidad, contradicciones que se dan también cuando se habla de principios y estrategias. Vaya, otra vez este chalao que nos viene a dar la chapa con la maldita estrategia. Dicen. Y cuando dije que la estrategia tenía que estar por encima de los principios ya saltaron a mi cuello, obvio, porque fue una provocación algo sobrada. Pues resulta que fue un toque de atención para ciertas personas que practican la contemplación y juegan a ser Dios en su mundo teórico, y no ven que la realidad no es la que ellas interpretan. Me explico de otro modo viendo algunos casos prácticos;

Una de las afirmaciones que hice en las redes sociales fue El consenso y la unanimidad puede ser menos horizontal que el voto. Y me quedé más ancho que largo. Al poco rato llegó un ruido de fondo que sonó ¿EEEEEHH? Con muchas caras de sorpresa y asco mirándome. Antes de decir algo más, he de aclarar antes que las asambleas son órganos para tomar decisiones colectivamente y sacar adelante propuestas y acciones. Como tal, la asamblea debe ser tomada como una herramienta y no como un fin en sí, ni una especie de folclore o ritual tradicional que practican anarquistas. Esto se entiende si hablamos de tratar de llegar a una postura unánime o a un consenso entre más de cien personas. La dinámica es distinta cuando en una asamblea participan una gran cantidad de personas, pues es seguro que habrán distintas opiniones. ¿Qué ocurre entonces? Que como siempre, entrarán juegos de poder. Hay quienes hablan mejor en público y saben explicarse mejor. Hay otras que se cortan por vergüenza y se bloquean. Entonces la ventaja se la llevan aquellas personas con mejores dotes carismáticos. ¿Resultado? Eso es: liderazgos informales. A través de esto, las personas que más alto hablen, terminarán creando en la asamblea un consenso forzado, es decir, un consenso alcanzado por la incapacidad de oponerse a los argumentos de una parte discrepante, insistencia de aquellas que más hablan o el cansancio/desgaste. O las tres cosas a la vez. Lo mismo puede ocurrir con la unanimidad. Entonces, ¿dónde está la horizontalidad? ¿Serían operativas este tipo de asambleas? Rotundamente no. Ahora bien, imaginemos una asamblea de veinte personas. ¿Tendría sentido votar propuestas? Ninguno, sería completamente inoperante, absurdo y hasta antidemocrático, a no ser que haya un gran disenso y se necesiten sacar adelante decisiones importantes.

No me junto con Fulanito y Menganito porque son, o colaboran con, comunistas/refors/lo-que-sea-que-no-sean-anarquistas. Esto se suele oírse mucho en nuestros ambientes con la excusa de no querer colaborar con traidores, reformistas, ciudadanistas o cualquier otra etiqueta que se ponen a colectivos, grupos e individualidades que no sean anarquistas. En prácticamente todos los casos, esta posición termina con que las anarquistas se queden al margen de todo y acaben por hacer anarquismo para anarquistas, a veces siquiera eso, sino mantener una simple pose poniendo excusas a todo para no hacer nada. Aquí cabe mencionar el caso de Can Vies, donde un sector del movimiento anarquista de Barcelona se desvinculó totalmente del conflicto del CSO contra el ayuntamiento porque Can Vies había recibido apoyos de la CUP y algunas independentistas. El resultado de esto fue que ese sector que se dedicó a criticar la colaboración entre vecinas de Sants, anarquistas, la CUP y otros colectivos sociales, acabaron quedando en evidencia tras la victoria de Can Vies con la paralización del derribo.

En algunas ocasiones he leído críticas con sesgo ideológico a las milicias kurdas y al movimiento de liberación kurdo en general, tales como que las YPG/YPJ compran armas de contrabando. ¿Cómo pueden pensar en la paz si tienen armas y van a la guerra? EEUU y su coalición les ayudan, no son anarquistas, etc.. críticas que darían para artículos enteros para desmentirlas, pero aquí solo trataré de quitar ese sesgo ideológico. Situémonos primero en un contexto de guerra, lo que quiere decir que si tienes un proyecto político que implementar y careces de fuerzas armadas, acabarías sucumbiendo a las armas enemigas, tanto de grupos terroristas como de gobiernos reaccionarios. En este sentido, la única vía que les quedó a las YPG/YPJ es conseguir armas de donde sea para poder tener unas milicias que defiendan un proyecto político como es la revolución de Rojava. El confederalismo democrático es precisamente un proyecto para la paz en Oriente Próximo, pero no puede ser que en medio de la guerra reclames la paz con banderas blancas, porque te pasarán por encima a ráfaga de metralleta. Para mantener la paz en Rojava, es preciso mantener a raya los grupos terroristas y otras fuerzas armadas hostiles. EEUU les ayuda con apoyo aéreo de manera vaga, y porque le sale más barato que ayudar al ejército iraquí, además de servirles para lavar su imagen.

Las anarquistas no votan. Este posiblemente sea el punto más polémico. La abstención que es entendida como una postura, se convirtió en un dogma incuestionable, y cualquiera que se declare anarquista y se atreviese a votar, acaba automáticamente excomulgado de ser anarquista. Así, el voto se ve como si fuera el Pecado Capital con el pretexto de que votar legitima el sistema. Entonces, ¿no sería acaso legitimar el sistema denunciar una irregularidad o abuso en el trabajo ante Inspección de Trabajo, denunciar una agresión en comisaría, pedir un indulto, recurrir sentencias judiciales, etc? Podríamos acabar en el absurdo si nos quedamos en discusiones eternas, otra vez por principios y repitiendo una y otra vez los mismos argumentos. La cuestión para salir del círculo retórico pasa precisamente por poner sobre la mesa la visión estratégica, cosa que ya se habló aquí.

Cuando los principios se elevan a dogmas y fe, nos creamos losas y lastres impidiéndonos ser operativas y ágiles en la elaboración de estrategias. En los ejemplos anteriores, la asamblea debe ser una herramienta operativa y eficiente, no una suerte de ritual que se tiene que practicar para demostrar horizontalidad o que así funcionamos. Para ello hay que usar los medios adecuados en los momentos adecuados: usar el consenso cuando hay que usarlo, no usarlo porque sea más anarquista que el voto así como un acto de fe. Lo mismo ocurre cuando tenemos que compartir espacios de lucha con otras tendencias políticas y sociales, que cuando ponemos por delante los principios terminamos marginadas y fuera de los espacios de lucha. En el caso del movimiento de liberación kurdo, el sesgo ideológico impide que se realicen críticas fundamentadas y acaban por exigir que sigan unos principios universales ajenos a su movimiento, que luchen con piedras o sean directamente arrasados por el Daesh/ISIS, que no se alíen con ninguna otra guerrilla o grupo armado… terminando por dejar de apoyar una revolución social en medio de la guerra y las contradicciones por las que tienen que pasar y superar. Quizás a ciertos guardianes de las esencias les interese que, o satisfagan sus caprichos de coherencia y perfección, o se hundan cualquier revolución o cualquier iniciativa, proyecto o movimiento que no sea perfectamente anarquista como piensan.

La estrategia no se rige por principios, sino por eficiencia. No parte del vacío, sino del análisis de coyuntura con el fin de escoger los métodos adecuados a los momentos adecuados. A través de ella se pretende aprovechar el potencial y las fuerzas que tenemos, para así superar la improvisación y el ir siempre por inercia y forzadas por la coyuntura siguiendo el esquema de acción-reacción, para pasar a marcar agendas, hojas de ruta e implementar programas para poder avanzar. La estrategia también implica ambición y astucia, avanza en medio de las contradicciones para conseguir unos objetivos que permitan alcanzar otros más ambiciosos, siempre enfocado a ganar, a acumular fuerzas, disputar espacios y construir un anarquismo verdaderamente revolucionario: con capacidad de movilización, inserto en las luchas sociales, con proyectos políticos y vocación de mayorías. Mediante la estrategia se toman diferentes medios, los que más se adecúen a la coyuntura, se juega a la política de alianzas para conseguir objetivos inmediatos compartidos con otras tendencias políticas y sociales e intervenir en la realidad social dotando a los movimientos sociales, primero, de las herramientas para mantener su autonomía y, segundo, de una orientación política revolucionaria. Los principios solo son unas bases para que la estrategia política no se pierda en una suerte de pragmatismo extremo, sino para la articulación de movimiento y el avance de las luchas sociales, no para obstaculizarlas ni frenar propuestas estratégicas.

Una guerra no se gana con principios, se gana con estrategia.

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