Programa de emergencia

Por Shevek
9 min. de lectura

Este texto es únicamente un boceto o parte de un texto mayor y que aún está por venir por parte del Colectivo Brumario.

 

Que nos encontramos en un momento de crisis, de impasse, parece ya evidente. Podemos querer no verlo porque era mucho más agradable cuando a cualquier convocatoria acudían cientos o miles de personas y salíamos a 3 o 4 por semana como poco, pero el caso es que diversos factores que no vienen aquí muy al caso analizar han llevado a un estancamiento del proceso que se inició con el 15M y devolvió la voz a las calles, aunque fuese para gritar consignas o levantar las manos. Sin embargo, de este periodo han salido experiencias sumamente enriquecedoras como es el mismo uso de la asamblea como herramienta fundamental para la organización popular y otros proyectos más concretos, además de ciertas victorias como la lucha por la vivienda. El caso es que ahora nos encontramos no solo con que las manifestaciones o convocatorias de todo tipo han disminuido, sino que el número de asistentes resulta en muchos casos alarmante. A esto hay que sumar la ilusión electoralista que estamos viviendo, y lo que nos queda, y una oleada represiva de un nivel que muchos no hemos conocido.

Conviene, entonces, preguntarnos cómo afrontar esto que se nos viene y que parece que no va a ser cosa de un mes, sino quizás un periodo de algunos años, teniendo en cuenta que ni los desahucios van camino de desaparecer ni la miseria general va a ser barrida por una vuelta a los felices años 2000. En este contexto parece importante prestar atención a las presuntas medidas de salvación que van formulando los distintos gobiernos y partidos aspirantes a serlo, especialmente aquellos que se reclaman como defensores del pueblo y la ciudadanía. Especialmente en ciertos ambientes tendemos a considerar la política institucional como algo impuro, sobre lo que no debemos trabajar y que, además, de eso ya se encargan otras. Como llevamos viendo desde que existe la ley y pronto veremos sobre el ejemplo concreto de la llamada ley Mordaza, esto no es así, sino que la legislación tiene un impacto si no directo, al menos de modificación del contexto en el que nos desenvolvemos. Es por esto por lo que algunos creemos que no podemos dejarlo pasar sin más.

Así pues, volviendo al tema de estos programas de emergencia social elaborados por determinados partidos consideraría necesario “salir de la ideología y situarnos en el terreno práctico de la lucha de clases”, parafraseando a los Colectivos de Solidaridad de París. Esto, en nuestra situación, implicaría atender a qué tipo de problemas sociales  podemos solucionar desde nuestra alternatividad, y también de qué manera es esto posible. Es decir, podemos afirmar que es factible alimentarse reciclando comida o vestirse robando ropa, pero deberíamos considerar en estos y otros casos que esta no es una solución por no ser generalizable y por no responder a las necesidades de muchas personas por su diversidad de situaciones vitales. Si hay soluciones a estos problemas probablemente pasen por la creación de un tejido social dedicado a la resolución de problemas muy concretos, algo que, por la inversión necesaria de esfuerzos y el mantenimiento de los mismos no siempre es posible.

Como libertario, o llámalo x, el otro día me caía de culo al encontrarme la noticia de una mujer de 60 años que cada vez que quería salir de su casa tenía que cargar escaleras arriba y abajo con su hijo de 40 años y 80 kilos a su espalda como un fardo debido a los problemas psicomotrices de este a encontrarse sin ningún tipo de ayuda. Vale que es un caso verdaderamente extremo, o eso quiero pensar, pero tampoco podemos pensar que es una situación única. Y estas personas necesitan una ayuda que nosotras, en nuestras condiciones actuales, difícilmente podríamos prestarles.

La preparación de cualquier cambio social que queramos llevar a cabo debe pasar indefectiblemente por asumir nuestras propias carencias y actuar en consecuencia. Y esto implica no dar la espalda a aquellas realidades que nos molestan bien por su complejidad, bien porque supongan adentrarnos en incómodas contradicciones. Desde esta óptica, actualmente muchas situaciones de necesidad no podrían verse si no resueltas, al menos paliadas gracias a las ayudas estatales, subvenciones u otros tipos de ayudas que no vienen de un CSOA. Si esto ha venido sucediendo desde que se inaugurase el bienquerido Estado del Bienestar, parece evidente que las realidades antes descritas y otras se agudizarán en un momento como el actual en el que si este no se está desmantelando, al menos se está desprendiendo de determinadas cargas. No es aquí sitio de mantener una u otra postura en cuanto a los cambios del Estado, por no ser el tema y por no contar con los conocimientos necesarios. Sin embargo sí podemos dar cuenta de lo evidente, y es que determinadas ayudas que se prestaban desde el Estado han dejado de prestarse o han disminuido hasta cotas insultantes. El caso, al final, es que hay personas en situaciones insostenibles, situaciones a las que no podemos dar solución en este momento y, si queremos incluir a estas personas en el cambio social que preparamos en vez de asumir una política antisocial y de autoconsumo, no podemos, por muchas contradicciones que suponga, oponernos a un tipo de medidas que pretenden restablecer el suministro eléctrico a quienes se lo han cortado las eléctricas o mejorar en alguna medida las ayudas a la dependencia, por mucho que esto venga del Estado.

Si consideramos la idea que desde ciertos ambientes se viene repitiendo  de apostar por un anarquismo social, y que esto pasa por participar en espacios que no siempre son los que tenemos como nuestros y que pueden no sernos cómodos no podemos pasar por alto todo lo señalado anteriormente. Ello no quiere decir ponernos a aplaudir las iniciativas electorales que asumen estos paquetes de emergencia, sino una defensa de los mismos desprendiéndolos de su componente electoral. La tarea se antoja complicada a la vez que necesaria.

Las Marchas de la Dignidad son un ejemplo de una herramienta con potencial suficiente para crear una fuerza en la calle que haga suyos estos paquetes de necesidades y dote a estos de un sentido más allá del apoyo electoral a un partido concreto. Nótese que se está hablando de potencialidad como herramienta, pues si nos remitimos a la última experiencia vivida no podemos pensar que aquello pasase de un mitin al que se había invitado a muchísima gente y con unos contenidos escasísimamente elaborados, como así manifestaba el infame lema de “Pan, trabajo, techo y dignidad”. Nuevamente hay que tener en cuenta también el incremento de la presión policial, con la lección aprendida de la ocasión anterior.

Sea como fuere, el caso es que este tipo de medidas pueden ser separadas de su uso electoralista y puedan asumirse como una victoria colectiva de aquellas que llaman de abajo. No hacerlo pasar como tal, sino asumirse efectivamente gracias a una presión activa y real, conocedora de sus límites pero dispuesta a ir a por todas.

Comparte este artículo