Socialismo y cambio: breves notas sobre la revolución

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¿Implica el socialismo, de forma inevitable, una solución revolucionaria armada en el corto plazo? ¿Es el camino de la guerra frontal el único camino que nos puede llevar al socialismo?

Que muchas son las corrientes socialistas es algo innegable; si nos ponemos quisquilloses veremos que casi hay tantos socialismos como autores. Sin embargo, las posturas que conciernen a los métodos para conseguir una sociedad socialista se pueden agrupar de forma relativamente sencilla. Siguiendo la clasificación del artículo que ha inspirado esta reflexión, diremos que existen posturas:

  • Socialdemócratas: “populistas destacados, las elecciones burguesas son su territorio natural, allí reinan en medio de la trivialidad y la estulticia, su propuesta es un capitalismo de rostro humano. Hace tiempo se olvidaron del socialismo aunque conservan ciertas reliquias, la internacional, por ejemplo.”
  • Reformistas: “su oficio es la distracción, el mareo, dicen que van al Socialismo pero poco a poco, hablan de una transición que “puede durar siglos”, y una tendencia que no tiene sentido, es como un saco donde cabe todo, al final se debilitan y terminan dando el paso a gobiernos fuertes, al fascismo.”
  • Deformistas: “los más peligrosos porque son difíciles de identificar, se mimetizan socialistas, postulan que el socialismo es posible pero lo definen difusamente. Sus acciones son erráticas, inventan formas que atentan contra la Propiedad Social de los Medios de Producción. Esta forma de propiedad es su enemiga jurada, la Conciencia del Deber Social los aterra, rechazan la organización de la sociedad. Deforman la idea socialista, la sustituyen por una suerte de pseudosocialismo que, a la primera brisa, se derrumba. Son inoperantes, se sostienen sólo en sus pensamientos. Hacen mucho daño, son muy útiles a la burguesía, diluyen las situaciones con posibilidades de cambio, las disipan en mil acciones que son como fuegos artificiales, vistosos, estruendosos, pero sin ningún peligro para el sistema capitalista.”
  • Revolucionarias: “Tienen la convicción de que el Socialismo no sólo es posible, sino que además de su construcción depende la sobrevivencia de la vida en el planeta, sólo con él podrá el humano sustentar una relación armónica con la naturaleza. Aceptan la necesidad de una transición pero esta debe tener un sentido, en ella el capitalismo, sus formas, sus relaciones, deben languidecer y el Socialismo, sus formas, deben fortalecerse cada vez más. Consideran la Conciencia del Deber Social como la medida del éxito en la construcción del Socialismo. Creen, junto a Fidel, que el deber de los Revolucionarios es hacer la Revolución, que siempre es posible y no hay excusa para no hacerla.”

La diferencia que se hace en el artículo entre “reformismo” y “deformismo” no llego a entenderla del todo, aunque creo ver por dónde van los tiros: una postura reformista admite claramente un cambio en la “ortodoxia ideológica” a favor de trabajar “dentro del sistema,” mientras que una postura deformista sería una que no admite esto pero que lo hace. En ese sentido veo útil la distinción. Por otro lado, el artículo concibe la opción revolucionaria de una manera un tanto inocente, y de ahí mi presente reflexión.

Por seguir con el ejemplo de Fidel, pareciera que el artículo equipara el contexto social de, digamos, Europa, con el cubano de mediados de siglo XX. Al hacer esto cae en uno de los mayores errores que podemos cometer las personas revolucionarias, que no es otra cosa que pensar que la revolución tiene una fórmula universal y objetiva que se aplica por igual en todas partes del mundo en cualquier tiempo histórico. Como si fuera 2+2=4, estas personas piensan que la revolución cubana se puede exportar al Estado español sin problemas, confundiendo así dos elementos a distinguir: la necesidad revolucionaria y el contexto revolucionario.

Defino necesidad revolucionaria como los elementos éticos provenientes de la razón que nos dicen que vivir en un mundo capitalista no es deseable. Estos elementos apuntan a direcciones solidarias y humanistas: explotar a niñas de seis años en Tailandia no es deseable ni bueno; arrojar al desempleo a más de seis millones de personas es atroz e indignante. Una ética universal basada en la razón nos da los motivos y las necesidades suficientes para defender una postura revolucionaria.

No obstante, la necesidad revolucionaria puede materializarse de muchas formas distintas dependiendo del contexto revolucionario, y esto es inevitable. Las tácticas de “el Movimiento 26 de Julio” no sirven en un contexto urbano e integrado como es el caso del Estado español. Las diferencias creo que saltan a la vista: jungla versus ciudad, dictadura abierta versus sistema “democrático” capitalista, necesidades materiales no cubiertas versus necesidades materiales cubiertas, etcétera. Pero que no se pueda hacer en Madrid la revolución cubana no significa que en Madrid no se pueda hacer revolución social alguna: simplemente se tendrá que hacer de otra forma.

El “cómo” de esa revolución en la capital del Estado español lo dejo para otro artículo, aquí solamente sugeriré la necesidad de distinguir entre lo que he venido a llamar necesidad revolucionaria y contexto revolucionario. Hoy por hoy, el contexto español no parece ser muy propicio para una confrontación armada contra la clase dominante y el sistema social que nos imponen, sin embargo, ese contexto se puede (y se debe) crear paso por paso. La base existe: el sistema capitalista y sus dinámicas explotadoras, pero el contexto español no invita a tomar mañana las armas y salir a la calle al grito de “¡revolución!” (más que nada porque seríamos cuatro gatos y cinco gatas). Pero nada de esto nos hace menos revolucionaries como parece sugerir el artículo de La Haine; construir el escenario para la revolución armada “final” es tan revolucionario como el mismo hecho de tomar las armas; al fin y al cabo son dos elementos del mismo proceso, concretamente, el principio y el final.

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