Violencias, propaganda y utilidad. La huelga de Barcelona

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La última huelga general anarquista en Barcelona el pasado 31 de octubre, convocada por CNT-AIT, CNT- Catalunya, CGT Barcelona, COS y Coordinadora Laboral y por Apoyo Mutuo del 15M, deja una instantánea que difícilmente pudo pasar inadvertida en los medios de comunicación sistémicos y que ha sido debatida en el seno del anarquismo militante autóctono: individualidades ácratas provocando destrozos en una sucursal de Zara y otra de Apple.

En diferentes foros y asambleas del movimiento anarquista se ha debatido con cierta pasión la acción directa realizada el 31 de octubre contra Zara y Apple, en la que un grupo de activistas –organizado o espontáneo- entró en tropel boicoteando la mercancía de ambas firmas comerciales. Los focos de la discusión se han centrado, básicamente, en su utilidad y en la propaganda. Y ambas temáticas se encuentran, asimismo, conectadas.

Respecto a la utilidad de la acción surgen diferentes interrogantes. Por un lado, aparecen voces que critican el uso –injustificado– de la violencia en general y/o en particular, así como consideran inútil la operación por considerarla carente de contenido político sustancial. Le atribuyen cierto aire de infantilismo y vandalismo. En resumidas cuentas, anular varios productos de una sucursal de una multinacional tiene poco valor práctico, pues apenas contribuirá a las pérdidas económicas de la empresa -en algunos casos, incluso estas tiendas están aseguradas-, por lo que debería entenderse como una acción simbólica. Y de ser así, de tenerla en consideración como un ejercicio de imagen, ésta es negativa para el movimiento anarquista y para las convocantes de la huelga.

Por otro lado, no debemos descontextualizar el hecho, cosa que reivindican quienes se muestran favorables a esta acción concreta y a otras similares. El boicot a Zara y a Apple ocurre durante una jornada de huelga, por lo que se encuadra dentro de un piquete coercitivo. Es decir, es una respuesta a la insolidaridad de empleadas y empresarias con el resto de huelguistas, por lo que la represalia estaría justificada. Además, en la línea de un nutrido grupo de históricas y contemporáneas pensadoras anarquistas, el daño a la propiedad –y más aún a la propiedad privada y a los medios de producción burgueses- no puede considerarse violencia per se, puesto que ésta sólo puede ser ejercida contra seres vivos. No se trataría, por tanto, de un acto de violencia, sino de una respuesta coyuntural y estructural. De un lado, contra la actitud esquirol de los dos comercios, mientras que de otro, por ser célebres cabezas visibles del Capital. Si la huelga es un método de presión económica contra empresarias o gobiernos, el boicot de productos se ve legitimado por ser, simplemente, otra técnica más para conseguir el objetivo.

Respecto a la propaganda, las detractoras del hecho en cuestión aseguran que, puesto que la revolución será con el pueblo o no será, el movimiento anarquista debe tener siempre presente la receptividad del mismo a sus acciones. Y quienes abanderan esta opinión, aseguran que las imágenes tomadas ese día no hacen más que expandir la consideración de la anarquista como una simple encapuchada agresiva incapaz de proponer actos constructivos; como un ser marginal y violento. Por tanto, en opinión de estas compañeras, no hay que valorar tanto la razón –en toda su amplitud semántica-  de la acción como su inclusión negativa en el imaginario social popular. La crítica no sólo es estética –se ha llegado a poner en cuestión a las compañeras de Barcelona por la pertinencia de su vestimenta- sino también ética, pues cargan contra quienes sin formar parte de la convocatoria desoyen las directrices marcadas y actúan independientemente, provocando la criminalización mediática y judicial de, en este caso, los sindicatos anarquistas y movimientos asamblearios convocantes.

Como contestación a esta corriente de opinión surgen quienes, o bien minusvaloran la propaganda, o bien consideran a sus rivales dialécticos unas nuevas príncipes [sic] cuya razón de Estado es la propaganda. No entienden estas voces que el movimiento deba someterse a los gustos y apetencias de la sociedad -y medios de comunicación- burguesa, del mismo modo que no debe doblar las rodillas ante su arquitectura legal, pues no son más que expresiones lógicas de la clase dominante. Si las anarquistas gozasen de la simpatía de quienes sostienen activa o pasivamente al sistema, algo estarían haciendo mal. Tampoco piensan acertado el argumento de salvaguardar las siglas por encima de todo puesto que, aseveran, las convocantes no pueden desear y a la vez controlar al pueblo no organizado llamado a secundar la huelga.

No obstante, por encima de todo debate enriquecedor como este, que deja muchos interrogantes abiertos –y es objeto del texto que las lectoras rellenen cada hueco en blanco-, aquello en lo que no debe caer el activismo es en despreciar las diferentes y honestas opciones de lucha, sino, más bien, tratar de conseguir su convivencia o, al menos, su respeto. Construyamos un mundo nuevo desde la diversidad, defendiendo nuestros principios por los medios que consideremos convenientes, siempre desde el compañerismo y la fraternidad.

Vídeo relacionado: http://www.youtube.com/watch?v=hLFP6y9IoZk

Adrián Tarín

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