¿Sujeto político o sujeto al voto? Elecciones cotidianas más allá de la urna

Por VVAA
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Desde el equipo de Regeneración siempre hemos llevado con mucha prudencia el tema electoralista; somos un medio social-libertario que aspiramos a recuperar las decisiones de nuestra vida sin intermediarios ni representantes, porque creemos que la cotidianeidad es política; en tanto en cuanto la política es cómo percibimos nuestra propia vida en común con las demás personas que nos relacionamos. Es decir, fomentamos la práctica de una acción directa y que retomemos el control de nuestra vida política, para construir una comunidad social que se organiza y lucha, que logre conquistar mayores cotas de libertad e igualdad, pues una sin la otra no son nada. A lo largo de nuestro recorrido como medio de comunicación social de la izquierda libertaria hemos dado pistas de cuáles son algunas claves que nos parecen interesantes de analizar y contar con ellas para lograr este objetivo último, es decir, la transformación integral de las sociedades desigualitarias desde su raíz.

Creemos que hay caminos que esclarecen este enrevesado laberinto social,  iniciativas desde abajo que sitúan huellas con una marcada impronta libertaria, que generan espacios donde experimentar en confianza colectiva y sientan las bases de una pedagogía de la rebeldía. Y sin embargo, por otro lado, no creemos en aquellos que se presentan como vanguardia de las clases populares bajo cualquier tipo de etiqueta o doctrina de fe salvadora (ya sea en el nombre del marxismo o del anarquismo) pues ya estamos cansadas de promesas de un futuro libertador y solo ver cómo el capitalismo hunde en la miseria nuestros territorios diariamente. Solo nos motiva quien practica la autonomía política, tanto individual como social, quien pone en marcha proyectos económicos autogestivos, quien procura vincular la creatividad cultural a la emancipación como comunidad; es decir, quien desde códigos muy diversos se convierte en un sujeto revolucionario porque pone en marcha acciones de resistencia constructiva frente al capitalismo aquí y ahora. 

Presenciamos en tiempos electorales continuamente el surgimiento de canales comunicativos diversos con recetas variopintas para arreglar el mundo, bien para castigar, o bien para frenar determinadas tendencias políticas; y sin embargo vemos pocas propuestas reales para generar contrapoderes pragmáticos y empoderamientos en nuestros espacios. Mientras debatimos acerca de qué tipo de insurrección es la más pura para salvar la sociedad, o sobre crear falsas esperanzas de que los gobiernos del cambio resolverán todos nuestros problemas; el pueblo trabajador seguimos desangrándonos. Y esta correntía de sangre es literal, porque se siguen matando a mujeres criminalmente, se siguen asesinando inmigrantes a las puertas de nuestras fronteras y los bancos siguen abocando al suicidio a muchas personas antes de robarles sus casas. Estamos fallando a nuestra gente, el capitalismo siembra el pánico y los discursos fascistas atraen a esa clase trabajadora alimentada con el miedo. 

Nuestro hacer diario se identifica con ese anarquismo social que aprendiendo de la memoria del pasado, pero sin vivir de su anhelo, propone la práctica cotidiana de los valores y principios libertarios para sembrar las bases del mundo que queremos, y luchar contra aquél que nos destruye paulatinamente. La teoría y la práctica deben proyectarse al mismo tiempo y en el mismo espacio, no deben entenderse como categorías separadas. Siendo simples, si haces cosas libertarias, estás generando teoría revolucionaria y viceversa. Las prisas que parecen tener siempre aquellas personas que quieren arreglar todo mediante el voto o mediante la insurrección nos llama la atención, porque significa que no hemos aprendido demasiado sobre las capacidades reales como clase trabajadora que tenemos para transformar radicalmente las condiciones materiales de nuestra vida y dar un toquecito a la historia de la humanidad.

No queríamos escribir el típico panfleto abstencionista, ni quejarnos en exceso de lo pesadas que nos pueden resultar las campañas para que votemos bajo cualquier precio. Al día siguiente de la próxima cita electoral tendremos que regresar a nuestro trabajo, o a buscarlo activamente, a continuar luchando por sobrevivir en un sistema desigualitario que nos lo pone tremendamente difícil. Y una semana más tarde, sabremos que siguen gobernando los mercados y la banca; y quizá dos meses más tarde comprobaremos con rabia que, aunque haya alcanzado las instituciones nuestra particular opción política de preferencia, las situaciones de precariedad en nuestro barrio o pueblo continuarán siendo las mismas. La alargada sombra de la extrema-derecha se cierne en este país desde hace demasiadas décadas, ahora su fantasma amenaza con el mismo traje a medida de siempre: liberal en lo económico, fascista en lo político. El régimen nacional-católico del Franquismo no fue otra cosa más que eso; una entidad política y económica que nunca ha abandonado las instituciones estatales, que ha continuado dirigiendo su timón férreamente a cara descubierta o desde las cloacas del mismo, porque el fin justifica cualquier medio.

Nuestro mensaje es bien claro: votes o no votes el próximo 28 de abril, o en cualquier proceso electoral (institucional o sindical), la clave de cualquier mejora en nuestras condiciones sociales se sitúan en la organización colectiva y la lucha política incorporadas a nuestra vida. Al fin y al cabo, fue el anarquista español Ricardo Mella quien dijo: “votad lo que estiméis conveniente la jornada de las elecciones, o absteneos. Pero no olvidéis nunca que lo primordial es lo que hacéis, con vuestra lucha, los 364 días restantes del año”

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