Tenemos que ser como la patronal

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No es noticia que a la clase trabajadora no nos va de maravilla precisamente. La cuestión sería cómo dar la vuelta a la tortilla. Desde aquí va una propuesta: seamos como la patronal. Como esta afirmación puede sonar rara a los lectores y lectoras de este blog, me explicaré.

El pasado 26 de marzo José Ángel Crego, jefe del Círculo Empresarial Leonés (CEL), conseguía sus cinco minutos de gloria al afirmar que los trabajadores y trabajadoras deberíamos pagar por ser despedidos: “Una empresa que da diez años de trabajo a una persona, ¿por qué además tiene que pagar? No podemos dar por válidos los axiomas de toda la vida. ¿Por qué el trabajador no le paga 45 días por cada año que la empresa le ha estado pagando un sueldo y le ha dado trabajo?”.

Crego se unía así a la retahíla de insultos y provocaciones que desde las burocracias capitalistas se dedica desde tiempos inmemoriales, pero con más intensidad en estos últimos años, hacia nuestra clase. Es cierto que algunos factores explican tanto sadismo. En el caso de Crego, la propuesta le vendría que ni pintada teniendo en cuenta que Telemark, subcontrata en la que Crego desempeña sus tareas de explotador, está inmersa actualmente en un ERE. En el caso de la CEOE, otra organización que realiza propuestas violentas día sí día también, es conocido que la escisión de la crème de la crème capitalista en el Consejo Empresarial para la Competividad en febrero de 2011 y el sinnúmero de casos de corrupción de muchos de sus responsables la han dejado algo marginada, por lo que el radicalismo verbal puede ser una mera táctica para no perder comba. Pero estos factores no explican todo. Para entenderlo hay que mencionar la admirable personalidad de la burguesía.

He escrito “admirable”, sí. No hay nada más deprimente que ver las ambiciosas propuestas capitalistas para reforzar su poder de clase y compararlas con las tristes y reaccionarias batallas jugadas por las organizaciones obreras, aspirantes sólo a conservar los escasos islotes de poder obrero que se consiguieron hace décadas (precisamente cuando la clase obrera no era reaccionaria sino valiente). Ya las conocemos: “no privaticen… -ponga aquí el servicio público que prefieras”, “no a la reforma laboral”, “no nos echen de nuestras casas”, etc. Sólo falta añadir: “Por favor”.

En cambio, la burguesía cabalga sin cesar a profundizar su poder en base a la “acumulación por desposesión” de la que hablaba Marx y ahora David Harvey. Desposeernos de los salarios, las prestaciones por desempleo, las pensiones, las viviendas, los convenios, los servicios gratuitos o baratos, etc. Antes de conseguir algo, ya están proponiendo lo siguiente. Con su arrogancia, restringen el debate público a los márgenes por ellos deseados, hasta que consigan que debatamos si debemos pagarles por hacerles ricos.

¿No es admirable esta ambición inacabable? Creo que sí, y es tan magnífica que deberíamos hacer lo mismo. Basta ya de entrar en sus debates y basta ya de pretender salvar unos muebles que, por cierto, se caen de viejos. Creemos nuestros debates. No sólo queremos que no privaticen los servicios públicos, sino que queremos expropiar todo lo perteneciente al Estado y al capital y gestionarlo de forma común y democrática. No sólo queremos que nos den cuatro euros por despedirnos, sino que vamos a despedirles a ellos, los capitalistas, porque son parásitos inútiles. No sólo peleamos por no irnos a vivir debajo del puente, sino que les vamos a quitar todos los inmuebles vacíos y sus mansiones y los vamos a repartir según la necesidad.

Los ricos nos dicen: “todo para nosotros, nada para vosotros”. Eso es precisamente lo que tenemos que responderles. Seamos valientes, seamos como la CEOE.

Eduardo Pérez

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