Movilización climática: La batalla por el futuro

Por reglib
5 min. de lectura

Los días 2 y 3 de diciembre son días de movilización climática. Mientras en Dubai se reune la Cumbre de la ONU por el Clima (COP28), en cada ciudad el ecologismo se concentrará para pedir soluciones y no declaraciones.

La cantidad de desastres que el ecologismo está señalando son múltiples y urgentes. Afectan ya a nuestra salud, a nuestro bienestar, a nuestra organización social… todo como consecuencia de los modos de vida insostenibles a los que nos ha acostumbrado el capitalismo. Si en 1972, cuando se publicaba “Los límites del crecimiento”, se señalaban los potenciales peligros de mantenernos en la  insostenibilidad, hoy estamos viviendo ya algunas de sus terribles consecuencias. Encontrar una salida justa a esta situación es lo que el filósofo Jorge Riechmann ha denominado la Gran Prueba a la que la humanidad tendrá que enfrentarse en este siglo. El proyecto socialista de siempre, pero más ambicioso que nunca debido a las urgencias ecológicas.

Más allá de los círculos de la ultraderecha negacionista existe un consenso social sobre la insostenibilidad del modo de vida actual. La clave está en la disputa sobre qué son y cómo se pueden impulsar formas de vida sostenibles y justas.

En “Contra el futuro”, la periodista Marta Peirano desgrana, entre otros temas, cómo las élites capitalistas manipulan nuestras expectativas sobre futuros posibles: Elon Musk, CEO de Tesla, habla de convertir al ser humano en una “especie multiplanetaria” colonizando Marte (con el augurio de miles de muertes para los early adopters). Jeff Bezos, fundador de Amazon, propone en cambio colonias orbitales paradisíacas accesibles mediante ascensores espaciales, elevando a nivel planetario la lógica excluyente de los barrios fortificados para ricos. La propuesta de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, es directamente huir de la realidad a un universo virtual monitorizado al detalle por sus
empresas.

Si algo tienen en común estos proyectos es dibujar futuros seductores que oculten con su brillo la violencia, la desigualdad y la opresión que requerirían. Lo importante de estas fantasías no es su factibilidad material, sino los efectos propagandísticos sobre el presente y su capacidad para orientar las voluntades (así como los bolsillos de inversores y gobiernos). Esta propaganda de posibilidades accesibles solo a una minoría, en un contexto de crisis ecológica, es un camino asfaltado hacia el canibalismo social y el autoritarismo, que encaja además con el rearme político y cultural de la ultraderecha.

La disputa primera que debe enfrentar la movilización climática es en el terreno de los deseos y las expectativas. Frente a futuros construidos sobre una idea de la seguridad basada en la exclusión, los partidarios del poder popular debemos oponer una visión integral de la seguridad que incluya la defensa del territorio, la biosfera y los derechos humanos. Frente a la libertad entendida como la ausencia de límites, hemos de aspirar a la construcción de una autonomía comunitaria anclada en la sostenibilidad material. Esa disputa ha de hacerse en el terreno de las ideas, pero sobre todo en el terreno de los hechos. Necesitamos levantar un proyecto de vida buena con menos consumo: Se trata de demostrar que otros mundos son realmente posibles.

Las iniciativas existentes son múltiples, desde las demandas por barrios y pueblos donde vivir mejor (reduciendo las emisiones, quitando espacio al coche, aumentando los árboles y zonas verdes…), hasta las iniciativas de vida colectiva, de luchas en defensa del territorio o de revitalización rural. Las organizaciones de militantes del poder popular tienen la misión de conjugar estas experiencias en un todo coherente que prefigure transiciones poscapitalistas sostenibles, justas y deseables; y que presione a gobiernos, empresas e instituciones en una dirección socialista y democrática. Un proyecto revolucionario que oponer a los modelos neofeudales de las élites económicas.

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